Título emblemático de los 80 y una de las más míticas cintas de aventuras jamás rodadas, Los Goonies (Richard Donner, 1985) marcaron a toda una generación de espectadores que, alguna vez, soñaron con embarcarse en una aventura rumbo a lo desconocido o partir a la búsqueda de un tesoro. A pesar de que no es el director, ni tan siquiera el guionista -tarea que recae sobre Chris Columbus, otra figura de primera línea en cuanto a cine familiar se refiere, artífice de films como Sólo en casa 1 (1990) y su secuela (1992), o Señora Doubtfire, papá de por vida (1993)- no cabe duda que el alma máter de Los Goonies es un inspirado Steven Spielberg, responsable de la idea original. La influencia del Rey Midas de Hollywood es palpable ya desde el planteamiento inicial de la obra: un grupo de niños que, tras encontrar el mapa de un tesoro en el desván de la casa de uno de ellos, decide ir a investigarlo. A partir de aquí, las referencias más o menos explícitas a títulos de su filmografía -Indiana Jones y el templo maldito (1984), E.T.,el extraterrestre (1982)- es constante. Pero donde más se nota la mano de Spielberg es en lo hábil que resulta la cinta a la hora de entremezclar sentimientos tan políticamente correctos, aptos para todos los públicos y llenos de buenas intenciones como la lealtad, la amistad y el compañerismo, rematados por un desenlace en el que la familia vuelve a erigirse como uno de los pilares más vitales de la sociedad ("lo importante es que volvemos a estar todos juntos y eso nos convierte en las personas más ricas de Astoria", ilustra uno de los personajes en la conclusión de la trama), como ya sucediese en Poltergeist (Tobe Hooper, 1982), otra cinta en el que el responsable Tiburón (1975) tenía incluso más peso que el propio director.