Siempre digo "bolivarista" y nunca "bolivariana" para
referirme a la pretendida "revolución", porque su motor no está en
los ideales del Libertador sino en la plata constante y sonante. En ese
sentido, Chávez, Fidel y compañía han perfeccionado un sistema de reparto
dinerario, en bolívares y dólares, para convertir a una gran porción de la
renta petrolera venezolana en un instrumento de captación, sometimiento,
soborno y apaciguamiento.
Se trata de las cuatro taquillas principales del Estado nacional que, de
hecho, ya son el Estado mismo. Y si bien es cierto que la noción de taquillas
públicas para la distribución rentística, no es nueva en la perspectiva
histórica de un petro-Estado como el nuestro, sí lo es el que se constituyan en
su objeto central e indispensable, en especial para tratar de garantizar el
continuismo del presente.
La primera taquilla es la burocrática, pues la nómina estatal se ha
incrementado de cerca de un millón doscientos mil empleados en 1999, a más de
dos millones quinientos mil en 2011, y la cifra crece todos los días. El
proceso de estatización de la economía nacional no tiene límites en cuanto a la
fronda burocrática correspondiente.
Además, los recipiendarios de las misiones podrían acercarse al millón y
medio, con lo cual cuatro millones de venezolanos, o sea un tercio de la
población económicamente activa, tiene su supervivencia básica en dependencia
directa del pago gubernamental.
La ascendencia política de esta situación es indudable, máxime cuando se
esgrime la bandera de que la salida de Chávez del poder supondría el despido
masivo de centenares de miles de empleados y el cese abrupto de todas los
emprendimientos misioneros.
La segunda taquilla es la cambiaria, a través de la cual se subsidia el
funcionamiento de gran parte de la economía, que ya no produce sino importa,
que no agrega valor sino que lo consume; y también el subsidio se extiende a
las remesas, al estudio foráneo o al turismo exterior. Esta taquilla, no
faltaba más, alimenta la corrupción que se deriva de un régimen cambiario con
varias tasas oficiales. La cambiaria es una taquilla que sobre todo sirve para
castigar y premiar conforme al interés político de la satrapía.
La tercera taquilla es la militar. Y de importancia máxima dada la
naturaleza del régimen imperante. La militarización de la administración
pública, en especial de Pdvsa, es uno de sus principales casilleros; la onerosa
compra de armamentos es otro, y no puede obviarse la vista gorda del Estado
ante la denunciada penetración del crimen organizado en el dominio militar
venezolano, verbigracia el narcotráfico.
No otro que Jesús Urdaneta Hernández, uno de los cuatro comandantes del
originario MBR-200, ha denunciado que la "revolución ha corrompido a la
FAN".
La cuarta taquilla es la internacional. Según algunas estimaciones, 70 mil
millones de dólares se han dispuesto por esta vía en el siglo XXI. Y allí se
incluye desde el salvamento económico-petrolero-financiero de la revolución
cubana, hasta el equilibrio presupuestario de Bolivia o Nicaragua, pasando por
innumerables operaciones de subsidio político y económico a gobiernos, partidos
o grupos aliados.
Asimismo, la cooperación petrolera venezolana beneficia a buena parte de
los países que integran el sistema interamericano, lo cual tiene una
contrapartida inmediata en la "tolerancia" de la OEA y otras
instancias con respecto a los desmanes antidemocráticos del señor Chávez.
Para la revolución bolivarista lo más importante es mantener o por lo menos
parapetear a las cuatro taquillas. No importa la debacle eléctrica, o el auge
del hampa, o la escasez de alimentos y medicinas, o la desmejora de los
servicios públicos, o el deterioro de la infraestructura, o la carestía de los
precios, o pare usted de contar los males que agobian a Venezuela.
La importancia de las taquillas es superior a todo lo demás, porque de
ellas depende el chantaje de la satrapía.