«No queremos ser el gendarme del mundo, pero tampoco queremos un mundo donde no haya policía». Así se expresó hace años un alto cargo de la administración estadounidense en una entrevista concedida a un medio español. La frase, que en su momento me sorprendió, se inscribía en el contexto del 11 S, donde la amenaza del terrorismo islamista cobraba una dimensión hasta entonces desconocida. Justo cuando los Estados del Bienestar capitalistas de Estados Unidos y Europa, victoriosos en la Guerra Fría frente al socialismo soviético, creían haber alcanzado el Fin de la Historia.



