En 1996, en
tiempos de la Agenda Venezuela, el gobierno firmó convenio con el FMI, la
asistencia financiera de este no estuvo presente, no se requirió de
condicionalidad, el tipo de cambio voló de 180 Bs/$ a 260 Bs/$ cuando se
elimino el control de cambio. Se arrastraban las consecuencias de una crisis
financiera que el gobierno decidió monetizar. El Ministro de Hacienda, Matos
Azocar en esos días declaro que “el BCV me engaño…”, es decir, la tasa de
cambio según el BCV no llegaría tan lejos. Esa era la discusión de esos años.
Un manejo inadecuado de la política monetaria produjo finalmente la
maxidevaluación.
Ayer y hoy: quien gana y quien pierde de
una devaluación?
Hay que
comprender al respecto que pese a esos reclamos del Ministro de Hacienda, el
BCV al hacer posible la maxidevaluación le produjo al gobierno muchos bolívares
de ingreso fiscal debido a ese shock de impuesto inflacionario. Hablar de un acuerdo entre Hacienda y el BCV
para inducir esa maxidevaluación no es descabellado, la estructura de
incentivos tanto del BCV como del fisco esta montada sobre la devaluación del
bolívar. La posición en balanza de pagos no era caótica como en 1989, pero la
situación fiscal era insostenible en virtud del bail-out de la crisis
financiera. El costo de esa crisis en 1997 se estimaba en 13.000 millones de
dólares y aunque fue monetizada comprometió seriamente la ecuación fiscal, la
cual finalmente se derrumbo en 1997 con la caída de los precios del petróleo, a
propósito de la crisis financiera en Asia...
Esa
maxidevaluación traía su lastre en las consecuencias de la crisis financiera;
crisis financiera que activó la salida de capitales, que subyacía en el hecho
que una buena porción del sistema financiero estaba podrida, en la perdida de
confianza durante el control de cambio, combinado con un insostenible
desequilibrio fiscal que se arrastraba por la crisis financiera, así como en la
naturaleza de la propia administración del control de cambio. Desde luego, la
depreciación violenta del tipo de cambio y la inflación causada por la corrida
de capitales que activo la crisis financiera, trajo un desbalance en precios
relativos, la inflación respondía así a la terapia monetaria erróneamente
utilizada por el gobierno y el BCV para monetizar la crisis financiera. La caída del precio del petróleo a 7$ el
barril en medio de la crisis financiera asiática fue el colofón de ese estado
de cosas, que trajo el resultado electoral que
tanto costos intergeneracionales ha traído al país..
Acotemos, que el
ganador de esa maxidevaluación –y todas- es el propio gobierno, y que los
incentivos fiscales así están dispuestos en ese sentido, sabemos que el
gobierno recibe una buena parte del ingreso de la renta del petróleo que se
realiza en dólares, una devaluación genera bolívares al gobierno, es el
impuesto inflacionario. Hay otros ganadores, los que administran portafolios de
deuda pública venezolana, la cual se alimenta de un repricing de esos bonos y
en consecuencia genera unos volúmenes de ganancias a las instituciones financieras
y otros tenedores de deuda pública en dólares.
Acá presenciamos
una curiosa relación, un gobierno promoviendo grandes ganancias bancarias para
llenarlos posteriormente de deuda publica, despeas de todo la banca es el mejor
cliente del gobierno a la hora de financiar el déficit fiscal, en un país que aun
adolece de un mercado de capitales. Así, el gobierno que posee una vasta
porción de esos bonos de deuda pública en cartera de los bancos públicos coloca
otro comensal en el festín de una potencial devaluación. El perdedor, el ciudadano de a pie!.
El subyacente monetario - fiscal actual:
una devaluación innecesaria
Aquellos eran
tiempos de un petróleo en 18 dólares que generaba una contribución fiscal
petrolera de un 6-7% en términos del PIB. Niveles de ingreso fiscal muy
inferiores al comparar con los de 2011 - 2012, y ello independiente que las
exportaciones de petróleo hoy de unos 2.1 millones barriles/día sean menores en
unos 500 mil barriles/día a las de 1998. Ayer el precio del petróleo, en
promedio, era en 18 dólares (1995-1996) frente a los 100 dólares en 2012. Las
cosas hoy son muy distintas. Así, suponer que existen condiciones para en una
devaluación, mirando el actual “precio de sombra” del dólar como horizonte por una aparente “sobrevaluación”
como único factor de fuerza, como se ha vendido en el mercado político
electoral, además de ser una sonsa ingenuidad implica incomprensión de la
verdadera complejidad de la cuestión cambiaria en Venezuela.
Una devaluación,
no solo no es necesaria, tendría un impacto catastrófico sobre una gestión de
gobierno entrante –derrotado Chávez como el país todo lo desea- sentada, en
principio, sobre grandes esquemas redistributivos que dejaría colgando por el
gobierno saliente, gasto fiscal que eventualmente habría que mantener en el
mediano plazo, mientras el país recupera sus capacidad productiva de la
actividad privada. Esta razón es sine cuan non, el sector privado debe retornar
con dinamismo, el gobierno debe revertir la arbitrariedad y las propiedades
confiscadas y restablecer un régimen de protección de los derechos de
propiedad, el Estado de Derecho en lo económico debe restablecerse, los malos
ejemplos dejados por Chávez deben extirparse de la vida nacional y de las
relaciones económicas.
Hoy, pese al
grotesco desorden fiscal, impudicia en el manejo de la hacienda publica,
descomunal derroche de fondos fiscales y de liquidez internacional, una
administración irracional de las reservas internacionales, inflacionaria
represada, galopante corrupción; existe
cierto volumen de ingreso fiscal generado a mas de 100 dólares el barril de
petróleo entre 2011 y 2012 y una nada desdeñable acumulación de liquidez
internacional, posiciones en dólares por parte del Tesoro, PDVSA y otros entes
financieros del Estado, lo cual montaría a la fecha unos 70 mil millones de
dólares. Solo resta conocer el grado de compromisos que esa liquidez
internacional pudiera tener. Los parlamentarios de la oposición en la AN tienen
la responsabilidad de despejar las dudas que el público tiene sobre el manejo
de los fondos soberanos que Venezuela posee en el mercado internacional.
Inclusive
independiente del enorme gasto publico
en consumo, gasto corriente, unido a un sincronizado proceso de
descapitalización de las empresas básicas, incluida PDVSA, los desequilibrios
fiscales han sido financiados con una acumulación de deuda publica, la
situación fiscal en termino de caja no es peor que la referida en 1995. Así por
ejemplo, la contribución fiscal petrolera es hoy es dos veces mayor ( 15% del
PIB) que la del periodo citado arriba en la década de los 90. A ello hay que
contabilizar la racionalización de las relaciones económicas petroleras
venezolanas, una buena parte correspondida por factores ideológicos y
clientelismo fiscal internacional, así los acuerdos petroleros bilaterales con
Cuba, Argentina, Uruguay, Ecuador, el Caribe,
Irán, Bielorrusia, y China tendrán que revisarse sobre la base de unas sanas relaciones económicas
internacionales sobre principios de
reciprocidad.
Los niveles de
liquidez internacional componen un importante amortiguador de liquidez para
sostener el mercado libre de divisas y sobre un régimen de cambio que coloque
al dólar en una plataforma de flotación administrada con las reservas
internacionales del BCV. De la misma manera, habría que reactivarse el FEM para
crear un mecanismos financiero que amortigüe el impacto fiscal negativo de una
caída en los precios del petróleos, cosa que por ahora no luce plausible, sin
embargo, reactivar el FEM es de suprema importancia para esa eventualidad, así
como impedir la devaluación.
Que hacer entonces?
El debate sobre
que hacer con el control de cambio el bolívar en una próxima administración,
fluye sobre conocidos prejuicios dilemáticos en torno al sentido del régimen
cambiario, el control y desde luego la fijación del tipo de cambio. Así, la
cuestión cambiaria, o la convertibilidad del bolívar, vuelve a sentarse sobre
el prejuicio montado en el mal utilizado concepto de la “sobrevaluación” del
tipo de cambio. El razonamiento emana en el sentido que el precio del bolívar
se ha desviado de su precio real, lo cual implica que el dólar estaría
abaratándose frente al bolívar; puesto en términos del precio del dólar, el
bolívar estaría, comprando más dólares.
En realidad hay
otros factores mas importantes que tienen que ver con severos costos de
transacción que han disminuido la capacidad de exportar de la empresa
venezolana, de ellos el debilitamiento de los derechos de propiedad, contenido
en la fuerza de la Ley en el control de cambio, aparece como la variable que
explica claramente la caída de la inversión y la descapitalización de la
empresa privada nacional. En este sentido, el entrante gobierno de Capriles no
tendría necesidad de devaluar el bolívar como se sugiere en medios de ese
silente debate sobre que hacer con el régimen cambiario.
Hay una buena
cantidad de medidas para desmontar el control de cambio, me refiero a la
administración del régimen, de manera de permitir el acceso libre y garantizar
la convertibilidad del bolívar. Previo a ello hay que poner la casa fiscal en
orden y devolverle al BCV la independencia requerida para que cumpla sus
objetivos de inflación y estabilidad monetaria, es decir, para blindar la
balanza de pagos en una economía que no debiera tener –dado el volumen de
dividas que produce- controles ni racionamiento, ello es un atentado a los
derechos de propiedad y la democracia es consustancial al régimen e libertades
económicas.
Además hay que
eliminar todas las restricciones políticas e institucionales en decenas de
leyes y decretos que han amarrado y descapitalizado al sector privado
venezolano para que pueda invertir y producir, es decir, lo que llamamos un
shock de oferta para que el productor venezolano se rencuentre nuevamente con
el mercado local y pueda ser nuevamente el sector creador de empleo mas
dinámico de la economía venezolana.
Que hacer entonces? Cuentas en dólares y el
régimen monetario bi-metal
En primer lugar, corregir las
distorsiones fiscales y monetarias que medran entre fondos soberanos, FONDEN,
etc., instituciones financieras publicas, el Tesoro (Min Finanzas) y el BCV en
ese sentido, devolver la liquidez internacional (divisas) en esos fondos e
instituciones financieras, incluido el Tesoro al BCV masi se elevara el volumen
de reservas internacionales requerido para proteger cada bolívar en circulación.
Por cierto ese régimen le ha dado muy buenos resultados en Brasil, Perú, Chile
donde el publico puede obtener dólares desde cualquier cajero automático de
cualquier banco. Vean ese ejemplo, pero además esos regímenes bimetálicos son
los que existen naturalmente en el mundo desarrollado que se sincroniza en tres
monedas: el dólar, el euro, el yen, y en camino el yuan.
En segundo lugar, autorizar al BCV a
que elabore el régimen de circulación monetaria de la divisa internacional, es
decir, aperturas de cuentas en divisas en la banca nacional y establecer un
régimen monetario que permita contabilidad esos fondos en cuentas en la banca
como parte de la liquidez internacional en poder el BCV. En tercer lugar
reordenar el gasto publico para que la economía retorne a un grado de
controlabilidad y auditabilidad, es decir, el respeto a las reglas fiscales, de
manera que los organismos y empresas que hacen actividad fiscal distinta a su
natural actividad económica y financiera transfieran al gobierno central de las
coordenadas del gasto publico.
El gobierno
central debe de inmediato redistribuir las obligaciones del gasto público a sus
entes naturales, la administración descentralizada, es decir, el respeto a la
norma de subsidiariedad que permita un uso racional e inteligente de los fondos
públicos. Con ese arreglo fiscal y monetario, el gobierno podría establecer el
timming para el desmontaje cambiario y regresar a la libre convertibilidad. Una
moneda libremente convertible, no podrá ser devaluada, el mercado apreciara o
depreciara de acuerdo a que el gobierno y el BCV cumplan sus funciones
debidamente.