El costo social de los procesos de ajuste estructural
que ha venido viviendo nuestro continente, ha impactado sobre el hombre americano
provocando el desmoronamiento de sus seguridades básicas, lo cual ha
conllevado la desorientación de una talvez endeble escala de valores.
El desempleo, con la consecuente incorporación del
jefe de hogar a la economía informal. El descalabro de los roles clásicos en la
pareja, con la mujer incorporándose al trabajo, y el hombre cayendo en
cuadros depresivos a raíz de una inseguridad laboral que lo ha sorprendido,
sin opciones, a una edad madura. La cesantía atendida con programas paternalistas,
el hombre que baja sus brazos y espera que le sigan dando. La marginalidad
empantanando a la digna pobreza de otrora, con efectos paralelos, como el
alcohol de las botillerías de urgencia, o la droga que se distribuye por las
esquinas de las barriadas. En fin, todo un cuadro de descomposición ética, que
podría resumirse en un desfiladero por donde el hombre urbano transita con
graves riesgo para su dignidad, para su calidad de persona.
La desesperanza reptando por los pechos ha conducido
a laberintos depresivos y alienantes que se traducen en abulia, apatía, falta
de ganas; agotamiento espiritual que fácilmente deriva en el alcoholismo, la
mendicidad, la aceptación de la prostitución, la horrenda decadencia que
conduce a ámbitos de tenebrosas aristas. Allí está el hombre con sus llagas
como cruda expresión de la negación del más elemental derecho: la vida y la
dignidad elemental de toda persona.
La enorme tarea de la sociedad toda es mejorar las
condiciones de vida de esos hermanos que han caído en el túnel de la
miseria. Es el desafío patrio para traer a la sociedad chilena una
seguridad, una perspectiva que vaya neutralizando esos nudos gordianos de la
marginalidad.
Pero el esfuerzo debe promover al hombre hacia su
dignificación. Entregándole herramientas para subir hacia escaños de mayor dignidad,
centrando los esfuerzos del gasto social, sin populismos, en la educación,
para una mayor autonomía en la solución de sus propios problemas.
Recuperar la doctrina del esfuerzo significa
enfrentar los desvalores del facilismo, del oportunismo, del cortoplacismo.
Significa cimentar una convivencia que sea realmente
antropocéntrica, que salga de los esquemas mercadotécnicos para entender que
tras la generación y distribución de la riqueza está el hombre.
El hombre de carne y espíritu, que desea realizarse
en el trabajo, que busca crecer y cubrir sus múltiples aspiraciones.
Necesidades que no son todas cuantificables ni pueden ser atendidas con
parámetros de oferta y demanda.
EQUILIBRIOS NECESARIOS
Hay elementos fundamentales en las aspiraciones e
intereses del ser humano, como la necesidad de pertenencia, de realización, de
servicio público, de poder, tras los cuales despliegan su esfuerzo los hombres
durante su respectivo proyecto de vida. Por lo tanto, el buscar oportunidades
para Ser, para alcanzar una mayor autoestima, para proyectar en forma corporativa
como nación un proyecto de país, un horizonte de convivencia, todo pasa por el
perfeccionamiento de la calidad de la sociedad y del Estado como su máxima
organización.
En la aspiración a ser felices los hombres buscan
mucho más que cosas materiales. Pero las sirenas elevan sus cánticos cotidianos
a través de las parabólicas o el cable y los arrecifes son atractivos. El
sentido de pertenencia pasa a ser suplido por la tenencia de una tarjeta
plástica.
"Debo, luego existo", pareciera ser uno de
los mensajes subliminales que distorsionan el ethos cultural de nuestra
sociedad. El consumismo puede convertirse en una expresión compulsiva de
nuevas soledades, de neo-angustias que van estresando los estómagos anoréxicos
de los "yuppies de la city" .
En la nueva sociedad de mercado es preciso actuar
con la cabeza despejada. Las altas tasas de endeudamiento de los sectores
medio bajos y populares está preocupando a las autoridades. Es que el
consumismo cala en inversa proporción al grado de conciencia o educación de las
personas. Es un fenómeno extendido, que dificulta colocar en el centro de
interés colectivo temas que no reditúen en términos mercantiles.
La descripción de estos hechos no significa rehuir
las propias responsabilidades por caer a menudo en los embrujos de las luces de
neón, por correr de pronto tras titulares, oropeles o bisuterías.
"Taquillar" es un verbo de los tiempos
modernos, que conjugan, sin demasiado pudor, políticos, artistas, intelectuales,
académicos y poetas. Talvez los más discretos sean los propios empresarios,
cuyo estilo de hacer negocios les lleva a publicitar en sus campañas sus bienes
o servicios, pero no a publicitarse ellos mismos.
La doctrina del esfuerzo es la expresión de una
actitud de amor hacia lo que cada cual debe realizar. Es una invitación a
desplegar los propios sueños y a luchar por ellos, pese a los distractores que pretenden
hacernos perder el norte. Trabajo concienzudo, cooperación para ser mejores.
Construcción solidaria de nuestras comunes aspiraciones de progreso,
manteniendo en el empeño nuestra identidad.