El final de agosto nos ha traído la última promesa incumplida por el actual gobierno. "No crearé un banco malo" dijo Rajoy, porque, con buen criterio, eso es una estafa a todos los españoles. Amén de que un "banco malo" no deja de ser un cierto pleonasmo, esta realidad del mundo de las finanzas es un dislate económico, un error moral y un grave pecado. Crear un banco que contenga todos los activos que están en pérdidas o que pueden llegar a estarlo es la forma más rápida de terminar de hundir la economía nacional y dejar el sector público como unos zorros. La razón es muy sencilla: se toma todo lo malo que tengan los bancos con problemas y se saca de sus balances, acto seguido se introduce en un nuevo banco que asume estos activos "tóxicos" en su balance. Pero ahora, este nuevo banco es público, es decir, su titularidad es nacional y sus beneficios o perjuicios, lo más seguro esto último, se incluyen en las cuentas públicas.