La economía existe como instrumento para gestionar la escasez. Si no hubiera escasez material o simbólica, la economía no tendría sentido de ser, cada cual tomaría lo que quisiera y no entraría en colisión con la necesidad de los demás. Pero la existencia de escasez, sea real, imaginaria o inducida, lleva a la necesaria gestión de la misma. Esta gestión ha sido llevada a cabo por la parte de la sociedad, estamento o clase social, que pretende apropiarse de una mayor parte de la escasez material o simbólica. Durante los largos milenios de los primeros imperios, la escasez tenía dos causas, una la real: no había cómo producir suficiente; otra la política, una parte de la sociedad, la élite, acumula una proporción mayor y mantiene al resto en la indigencia relativa o absoluta. La llegada de la Edad Media va a cambiar la configuración de esta política de la escasez. El cristianismo se aviene mal con la injusticia e intenta colmar la distancia entre los grupos sociales. Esto configurará una estructura social de caridad que intenta distribuir parte de lo las élites se apropian entre los que han sido sumidos en la indigencia. Es decir, la escasez inducida por la élite es remediada en parte mediante un sistema caritativo gestionado por la Iglesia que permite mantener a raya el conflicto social producido por el acaparamiento material de la nobleza y el alto clero.