Cuando
era escolar, me encantaban los repertorios de música del siglo XVIII
para atrás; en cambio, la música culta del siglo XX me parecía de una
soporífera estética. ‘Entré al siglo’ de la mano del expresionismo
alemán y sólo por el ascendiente de mi profesor de música. Quizás por
eso, tras de décadas de atraso tan sólo ayer escuché completa la versión
coral de Mikis Theodorakis para el “Canto General”. Me asombró.
Y
el embelezo no fue tan sólo por hallar un tesoro que fusiona texturas
andinas en acordes de bouzoukis que hoy -lejos de la patria- me hacen
sentido, sino también por aquel estremecimiento bochornoso de una
oportunidad pérdida. Así es, escribo con el sonrojo de quien alguna vez
tuvo la oportunidad de escuchar esta obra coral en vivo, con su elenco
original, y llevado por gansadas, la desechó sin más.
Corría
el año 1993 y el mundo se había trasformado en poco tiempo. La Guerra
Fría quedó atrás y parecía tener un solo ganador pues la catedral
soviética se había derrumbado. Día a día podíamos seguir en los
noticiarios como la omnipotente federación de soviets era remplazada por
una menesterosa Rusia, plétora de filas de nuevos pobres en búsqueda de
alimentos y nuevos ricos adquiriendo dachas. Mientras en
Chile, luego de una breve apertura y euforia política, sucesos como “El
boinazo” (mayo de 1993) terminaron por dibujar con claridad los limites
de la “transición democrática”. En nuestra inexperta democracia
comparecían en el espacio público inéditas voces juveniles, indiferentes
a la lógica del viejo orden bipolar pero todavía revestidas de su
estética. De la extrema politización de los años previos era natural que
se diese una profunda desmovilización en miles de personas que se
dieron a la tarea de hallar nuevas inquietudes. El resultado -a mediados
de los 90s- fue que por un tiempo, nadie quiso saber más de
compromisos. "No estoy ni ahí" la pintoresca frase acuñada por el
tenista número 1 se convirtió en leiv motiv de una generación.
En ese contexto, una noche de primavera carreteaba junto a un grupo de amistades que había conocido poco tiempo atrás. En esa época nuestros bolsillos aún guardaban cassetes, zippos,
papelillos y otras chucherías. No recuerdo bien como, pero alguien cuyo
padre trabaja en el nuevo ministerio de educación sacó de su bolsillo
una invitación para la inauguración del III Festival Mundial de Teatro
de las Naciones. Él no estaría en Santiago para esa fecha y ofreció la
entrada, explicó además que el numero principal sería un músico griego
interpretaría unos poemas de Neruda. Nadie sabía más.
Yo
estaba al tanto del Festival, pegado por las paredes de la ciudad,
multiplicado por cientos se podía ver el afiche oficial. El cártel decía
algo como “Una ventana al gran teatro del mundo", tras ese eslogan una
pintura del pintor surrealista Roberto Matta de una mano abierta
simbolizaba la invitación de personajes disntitntos para cada dedo como
arlequines y puppets. Debo anotar que yo estaba en esa tertulia
sólo porque buscaba cortejar a una chica del grupo. No era una
cualquiera, se trataba de una de las últimas representantes del estilo
“artesa”, por esos años en ocaso pero que ella parecía representar con
delicia. La muchacha en cuestión seguía militando en una juventud de
izquierda. Juzgaba inminente la formación de un frente de fuerzas
populares que arrasaría en las siguientes elecciones. Sus opiniones
sobre coyuntura eran siempre fuertes y convincentes. Parecía estar
siempre segura de si misma, en especial cuando cigarrillo en mano citaba
a Lenin. Al mismo tiempo, su risa alegre y comentarios joviales la
dibujaban abiertamente liberal. Bien parecida, cintura pequeña, pelo
suelto, ojos oscuros, aros artesanales, era difícil no estar atraído. Su
voz inquebrantable parecía bajar desde alguna sierra cuando sentenciaba
“organizar y reconstruir compañero, esa es la clave”. Chica
encantadora, junto de ella me sentía embriagado.
La
entrada al Festival circuló junto a la botella de cerveza. Cuando pasó
frente a la chiquilla, ella la rechazó no sin antes lanzar un encendido
argumento en contra de “la estetización burguesa del arte popular”. Para
ella se trataba de una traición al compromiso popular de Neruda, “Acá,
encendimos barricadas para qué. ¿Para terminar pagando entradas para ver
nuestro arte?” proclamó con la indignación de alguien que dudosamente
tuvo la edad de participar en las movilizaciones de principios de los
80s. Cuando la entrada junto a la botella de cerveza llegó a mis manos,
yo moría de ganas de ir, conocía algo de Theodorakis y no hacía mucho
había leído completo el Canto General. Tuve deseos de contrargumentar, pero ya conocen el dicho: Más tira moza que soga.
Como imaginarán rechacé con amabilidad agregando algunas frases sobre
la necesidad de construir poder popular basado en la estética del
realismo socialista, mientras veía con el rabillo del ojo como la
entrada se alejaba para terminar en los bolsillos del siguiente.
Días
después en el noticiero central, vi la reseña de aquel espectáculo.
“Los sueños siempre cobran venganza”, decía a la cámara Mikis
Theodorakis refiriéndose al significado que le daba ejecutar su “Canto
General” en Chile: A continuación se daba al relato de como había creado
la obra para ser tocada por una orquesta popular. En ese momento me
arrepentí pues esa noche había terminado sin entrada y también sin
chica.
Para
quienes no conocen a Theodorakis, se trata del compositor musical de
“Zorba el griego” y es considerado el regenerador de la música griega
contemporánea. En 1967 una Junta de los Coroneles se hizo del control de
la nación helena iniciando una torpe dictadura. Las autoridades
temieron la popularidad e ideas del músico por eso uno de los primeros
decretos fue aquel que restringió la venta de sus discos. Tres años más
tarde Theodorakis fue arrestado y enviado al exilio. Fue en esas
circunstancias que llegó a Chile en 1971 invitado por Salvador Allende
para realizar una serie de conciertos. Al año siguiente compuso la
música de “Estado de sitio” la famosa película de Costa Gravas. Filmada
en Santiago y Viña de Mar, el film recreó el secuestro y ejecución de un
agente de la CIA por parte del movimiento tupamaro en Montevideo. La
melodía de cierre interpretada por el grupo Los Calchakis adelantó el
futuro oratorio pues Theodorakhis usaría la composición que mezcla
melodías egeas y andinas como la base de su proyecto inscrito en el
estilo Entekhno (o “música artística” más lirica poética), surgido a
finales de 1960, sobre la base de la occidentalización de rembetika y
sus elementos de ritmo y melodía tradicional griega.
La
inspiración para esto sucedió durante esa estadía de 1971 cuando
asistió en Valparaiso a la interpretación de Canto General que hizo el
grupo de Aparcoa, en el marco del estilo Canto nuevo.
En la ocasión observó como el poema emocionaba al auditorio, a la
salida les dijo a quienes le acompañaban que había decidido componer su
propia versión del “Canto General”, aun cuándo no había entendido que
decían los versos.
El
día siguiente, Theodorakis estaba invitado a una cena con Allende y le
contó su idea. El compositor narra “De inmediato, fue a su biblioteca,
tomó dos libros del ‘Canto’, me leyó varios pasajes, escribió una
dedicatoria y me los regaló. Volví a París y comencé a musicalizar el
texto desde el principio”. En efecto, el músico señala que fue el ex
presidente quien seleccionó los siete primeros poemas de su proyecto
"Canto General", una obra de 300 poemas,
fue publicada por primera vez en 1943. Pensada en su origen como un
homenaje de Pablo Neruda hacia Chile el proyecto creció y terminó
narrando la creación e historia del mundo latinoamericano y sus reinos
animal, vegetal, pájaros y humanos con sus esfuerzos cotidianos y
épicos. Con forma de oratorio nunca nadie había creado una síntesis tan
formidable entre dos mundos. En 1973 Theodorakis tenía listos esos siete
primeros poemas; serían estrenados en Chile en presencia de Allende y
Neruda y llevaban como titulo “Concierto dedicado al pueblo griego en su
lucha contra la dictadura en Grecia”. Se realizó una presentación
previa en Buenos Aires. En esa ciudad un funcionario de Allende les
llamó y le pidió que postergase el viaje porque había “un par de
pequeños problemas políticos”, continuaron a Venezuela, allí les
sorprendió la noticia del Golpe de Estado en Chile, la muerte de Allende
y pocos días después, la de Neruda.
Desde
entonces el destino de la obra dejó indefectiblemente hermanado a los
dos países. Theodorakhis impedido de regresar a Grecia y Chile realizó
cientos de presentaciones del Canto General en diferentes partes del
mundo, en ocasiones como signo de solidaridad con Chile, en otras de
Grecia. Al fin, en 1975, poco después de la caída de los coroneles Mikis
Theodorakis regresó a Atenas y pronto se ejecutó la versión completa de
13 poemas en El Pireo. Signado como el primer concierto en una Grecia
libre, el “Concierto dedicado a la memoria de Allende, Neruda y las
personas que luchan de Chile”, pasó a la historia musical griega.
Por
su amplitud, significado e influencia del compositor el poema de Neruda
empezó a ser conocido como “La IIiada latinoamericana” y el oratorio en
sí, se transformó en uno de los importantes trabajos corales de la
segunda parte del siglo XX, y un ineludible a la hora de repasar la
historia musical de la península. Sin embargo, la suerte que corrió el
oratorio en Chile fue distinta. Durante los años 70s el “apagón
cultural” hizo que la obra quedara circunscrita a quienes la conocieron
en el exilio y retornaron y a un reducido número de especialistas que
pudieron conocerlo en el extranjero o en cassetes de
distribución ilegal. Durante décadas en nuestro país, la obra de
popular, no tuvo nada Por eso fue tan importante ese regreso de 1993 y
también por la misma razón casi 20 años después me reprendo por haber
sido tan huevón y enamorado.
Textos: Pablo Neruda, para 12 poemas; Mikis Theodorakis para un poema.
Oratorio para mezzo-soprano, bajo-barítono, coros mixtos y quince instrumentos en treinta movimientos.
Composición: 1973-1974 (1-7) en Paris; 1975 (13, melodía) en Vrachati; Octubre-Noviembre 1980 (8-13), en París y Atenas.
Premiere: Julio, 1974, Paris (Francia)
Primer
concierto con la composición completa: 1981, Palast der Republik,
Berlin, RDA Maria Farantouri, Heiner Vogt, Rundfunkchor Berlin,
director: Mikis Theodorakis.
Instrumentalización
orquestal: 3 bouzoukis y/o 3 flautas, guitarra eléctrica, guitarra
acústica, guitarra de 12 cuerdas, 2 pianos y percusión para 6 personas.
Movimientos (30):
01. Algunas Bestias
02. Voy a Vivir
03. Los Libertadores
04. América Insurrecta
05. Vegetaciones
06. Vienen los Pájaros
07. La United Fruit Co.
08. Sandino
09. Lautaro
10. Amor América
11. A Emiliano Zapata
12. A mi Partido
13. Neruda Requiem Eternam (Poema de Mikis Theodorakis)
Duración: 115′ 0″. Idioma: Español.
Mikis
Theodorakis sobre Canto General: "A gospel of our time. In it, Neruda
lays bare his fighter's soul. The work brings the historical events of
his country to vivid life. It is destined to help men to vanquish in
times of crisis and enforce the law. Neruda, deliberately, puts himself
at the service of the peoples' revolution for freedom, independence and
democracy."