Guerra Garrido es uno de los escritores
españoles destacados de finales del siglo XX. Emigrante berciano al País Vasco,
es farmacéutico de profesión. Ha participado activamente en la vida pública,
siendo esa faceta suya un referente en algunas obras y, sobre todo, artículos
de opinión.
Recibió los premios Nadal en 1976 (“Lectura insólita del capital”) y Nacional de
las Letras Españolas en 2006. Se puede seguir su obra en su web (http://www.guerragarrido.es/).
La novela que comento hoy es El año del
wólfram”, escrita en 1984, sorprendente por la temática, pues sin ser un tema
extraño el de la minería, sí lo es la el modo de narrar la época histórica en
que se desarrollan los hechos novelados: 1945.
Independientemente del sentido biográfico y
personal que Guerra Garrido imprime a la historia, para comprender el trasfondo
de la misma es necesario recordar la importancia que tuvo el metal denominado
wólfram o tungsteno (piedra fuerte) en la tecnología de guerra. Fue el wólfram
considerado un metal estratégico por los dos bandos contendientes de la II
Guerra Mundial. España era y sigue siendo un país con una extraordinaria
riqueza en este metal, asociado generalmente al estaño. Ambos metales se
localizan en algunas de las rocas más antiguas del oeste peninsular (Galicia,
León, Zamora, Salamanca, Cáceres y Badajoz, en España, y también en el país
vecino, Portugal), donde se conoce del aprovechamiento minero que realizaran
especialmente los alemanes. El wólfram se utiliza para mejorar la resistencia
de las aleaciones tanto de los vehículos de guerra como de los proyectiles, de
ahí la importancia del control de los yacimientos minerales localizados en
Europa en plena Guerra Mundial.
A mediados del siglo XX España estaba inmersa
en plena postguerra civil y el huroneo y estraperlo eran algunas de las formas
que los españoles tenían de mejorar su microeconomía. Recordemos que la minería
era y sigue siendo factoría de sueños, más que ningún otro sector primario de
la economía, donde se espera siempre dar con un filón primoroso (la veta madre)
que nos haga ricos. “Pueblo de mina, pueblo de ruina”, dice el refrán, y en
cierto modo en esta historia de Raúl Guerra se demuestra eso, puesto que se
observa el paso del auge a la caída del precio.
Son muchos los variopintos personajes cuyas
vidas el autor hace girar en torno al codiciado mineral wolframita, del que se
obtiene el metal wolframio o wólfram, como se debe decir en España. Desde los
sempiternos civiles hasta los rudos mineros, pasando por un farmacéutico
altruista y su hijo aparentemente adoptivo, astuto superviviente de la época y que
decide escribir su futuro con su algo más que amada, Olvidín.
Es esa relación de don Ángel (farmacéutico)
con José Expósito (verdadero protagonista del relato) el hilo conductor del
mismo, tejido de muchas vidas que se cruzan en un momento crucial de la
historia de España, donde con nuestros recursos minerales se fabricó armamento
del ejército nazi, un hecho constatado y que conviene recordar para que se sepa
que nuestro país no fue ni mucho menos tan neutral como se pensaba. Quizá esta
novela sirva para mantener viva esa memoria tan frágil que tenemos los
españoles.
Son aproximadamente 300 millones de años los
que separan la formación de los minerales de wolframio y estaño de Europa de la
historia de la Humanidad y resulta extraño pensar que sea un metal descubierto
por los químicos españoles hermanos Elhúyar el condicionante de tantas vidas y
de la economía de parte de un país. Sin duda, recuerda a lo que acontece
actualmente en países del Tercer Mundo, donde se guerrea para controlar
yacimientos de metales preciosos (oro), minerales energéticos (uranio) y gemas
(diamantes), mientras los países desarrollados observamos ese escenario sin inmutarnos
demasiado. Deberíamos recordar que hace unos 65 años nosotros éramos los
observados. Insisto: ¡Qué débil memoria la de los españoles!