. El “problema” mapuche
no es el verdadero problema. El problema somos el resto de los chilenos,
mapuches incluidos, que no hemos sido capaces de hacernos cargo bien de una
tensión que debería avergonzarnos. Comenzando el siglo XXI y a las puertas de
superar grandes lacras de pobreza y marginación, la situación mapuche es más
que una incomodidad: revela nuestra incapacidad de integrar realmente al otro,
al que es distinto, a quien se está quedando atrás en esto de subirse al carro
del progreso.
No es un asunto de tierras solamente. Es creer que el otro, el
distinto, el más pobre y marginal sí puede participar de las bondades del
progreso. No les creo a muchos de los dirigentes del pueblo mapuche. No me da
la impresión de que realmente quieran que ellos progresen. Su discurso más bien
apunta a una estigmatización, a dejarlos en calidad de pobres y marginados.
Otros entre ellos, pocos la verdad, han entendido que es necesario reforzar
aspectos como educación, salud y trabajo. La última encuesta Casen nos mostró
lo que intuíamos: que la zona de Arauco es la más deprimida y empobrecida,
debiendo ser un gran polo de progreso y desarrollo justamente por sui ubicación
privilegiada.
No es solo asunto de mejores políticas públicas. Urge un esfuerzo por
integrar a las etnias minoritarias en forma más decidida. Felicito aquí a las
comunidades religiosas que han invertido tiempo, gente y recursos en crear puentes,
lazos y amistades, destruir desconfianzas. Sin confianza mutua, no hay
integración posible.
La inmensa mayoría del pueblo mapuche, buena parte del cual se
encuentra en las ciudades, es pacífico, amistoso y ha contribuido con su creatividad
y trabajo al progreso del país. Somos un país mestizo, formado por decenas de colonias,
cada una aportando su originalidad. Chile somos todos, nadie sobra. Es más,
necesitamos más gente si queremos crecer. Los resultados del censo 2012
mostrarán que el aumento de la población es poco, menor que el de países
semejantes. Una tarea más que urgente.
Saltó a la prensa el índice de felicidad de los chilenos que es, al
menos para mi sorpresa, relativamente alto ¡Qué bueno que la gran mayoría de
los chilenos se sienta bien consigo mismo! Pero habría que preguntar si nos
preocupa de igual manera la felicidad del otro. Y creo que en ese ítem
reprobaríamos. No hay felicidad personal sin felicidad comunitaria. Ella no
puede ser a costa de la del otro, sino gracias a que el vecino es también
feliz. Proyectemos eso a nivel nacional: o nos integramos todos o el proyecto
no resulta.
P.Hugo Tagle
Twitter: @hugotagle