Se podría decir que en la cultura que manifestamos, se expresan todas las creencias inculcadas que tenemos incorporadas como verdades centrales y fundamentales en nuestro ser. También podemos decir que los distintos círculos sociales que nos rodearon desde el comienzo de nuestra vida, inculcaron en nosotros sus verdades. Siendo esos distintos círculos, a saber: la familia; la sociedad más próxima -el barrio-; la escuela; la iglesia y los medios masivos de comunicación. A los que luego hay que incorporar los otros círculos a los que nos incorporamos posteriormente, a medida que actuamos más activamente en la sociedad e ingresamos en otros ámbitos.
Décadas atrás, la religión impregnaba con sus dogmas, con su ética y su moral a cada una de las personas que integraban esos círculos que nos influenciaron y que aún nos influencian. Haciéndolo no solo entre las personas que practican una religión, participando de un grupo religioso, sino que sus idearios y sus dogmas, impregnaban inclusive al resto de la sociedad que no practicaba ninguna religión. Hasta alcanzar también a quienes se declaraban no creyentes y contrarios a las creencias religiosas por ser agnósticos o partidarios de una ideología contraria a la promulgada por la iglesia con mayor peso específico.
Esto evidentemente ha ido cambiando con el correr de los tiempos. Viéndose eclipsada la cultura religiosa, por el hedonismo y por las influencias ejercidas por la sociedad de consumo que han ido horadando y erosionando la fortaleza de nuestras creencias y de nuestra cultura. Expresándose con mayor potencia en los medios masivos de comunicación que se han incorporado a nuestro núcleo familiar al manifestarse presentes en todos los momentos de nuestra vida desde el mismo comienzo de nuestra existencia.
Este debilitamiento de nuestra cultura ha sido conseguido al ser agredida y debilitada por el accionar de los grupos de la sociedad que ansían la producción de cambios, para tener posibilidades de verse de alguna manera favorecidos.
La mayor transformación llevada a cabo en el espacio de la sociedad es la conseguida con el debilitamiento de la figura paterna por ausencia o dilución de su significado para el grupo familiar. Facilitando de esta manera el aumento de la influencia de los grupos de pertenencia, a través de los cuales se transmiten las nuevas ideas y los nuevos contenidos culturales.