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El 8 de julio, como todos los veranos, los datos reflejaban un derretimiento
del hielo superficial de Groenlandia del 40%, es decir, dentro de lo habitual;
pero el 12 de julio, cuatro días más tarde, uno de los satélites indicaba que
el deshielo llegaba al 97%. Era imposible, pensaron los científicos, pero otros
dos satélites reportaron los mismos resultados. Se confirmaba: Groenlandia había
derretido el 97% de su hielo superficial en cuatro días, algo inaudito. Nunca,
desde que se tienen datos, se había producido algo semejante. Ahora se trata de
explicar el hecho excepcional, y ahí empieza al problema. La ciencia trabaja
con un método que exige regularidad, un hecho único no puede ofrecer ningún
conocimiento. Sin embargo, los científicos nos dan su explicación. Parece ser
que una inusual corriente de aire caliente había provocado el evento atípico.
Es decir, hay una explicación al hecho, ya no tenemos nada de que preocuparnos,
es algo que no ha sucedido nunca y por tanto no tiene por qué volver a suceder.
Pero, ¿es así? Este invierno pasado fue
especialmente duro en el hemisferio norte y la explicación que nos dieron es
que masas muy frías del polo norte descendieron hacia el sur. Esto quiere decir
que ahora le hemos pagado a los vientos árticos con su misma moneda. ¿No habrá
una relación entre una cosa y la otra? Digo yo que igual que los vientos fríos
tienden a descender hacia el sur, los cálidos tienen a subir al norte. Se trata
de un proceso normal de compensación térmica. Lo que sucede es que el resultado
final de todo esto es que el planeta cada vez está más caliente y lo hace a un
ritmo que asusta a los especialistas. Nunca en la historia del planeta se ha
registrado un cambio climática tan rápido, excepto en contadas ocasiones que
tienen que ver con catástrofes exógenas como la caída de un meteorito de varios
kilómetros de diámetro hace 65 millones de años.
Una lección que debemos sacar de este
acontecimiento es que los hechos insólitos se empiezan a repetir de forma
preocupante. El clima empieza a no ser previsible, la naturaleza está buscando
su equilibrio, un nuevo equilibrio tras el duro cambio de las condiciones que
ha vivido los últimos 100.000 años, tras la última glaciación. ¿Veremos pronto
un huracán en medio de Europa o sequías extremas en Brasil? ¿Es posible que se
seque el río Indo durante el verano o que los monzones arrasen Mongolia? ¿Quién
sabe a qué hechos inauditos estamos expuestos en el futuro cercano? Seguramente
a todos menos al hecho definitivo de que hemos modificado nuestra conducta
individual y social y empezamos a tomarnos en serio nuestro planeta y nuestra
propia existencia.