Solidaridad invernal. Trabajos estudiantiles en zonas rurales chilenas.

 

. Estuve en San Clemente, Pencahue, Ranquil y Coelemu. A algunos les resultará algo “pechoño” y mojigato esto de las misiones y trabajos. Otros cuestionan su utilidad ¿Para qué tanto esfuerzo en trabajos y construcciones de mediaguas, si eso no es más que una gota en el mar de la pobreza? Sin duda el esfuerzo es pequeño ante la envergadura de los desafíos sociales. Pero lo que se hace, sumado a todos los pequeños esfuerzos nobles en este campo, es lo que aún hace vivible este mundo.La solidaridad de miles de iniciativas aquí y en todos los rincones del globo es lo que hace a la humanidad “humana”. En estos días compruebo que abunda más de lo bueno que de lo malo; lo positivo que lo negativo.“La caridad comienza donde termina la justicia” repetía san Alberto Hurtado. La solidaridad no es un analgésico para cubrir lo que nuestra falta de justicia ha dejado de hacer. De ahí que los trabajos y misiones estudiantiles son un buen contacto con una realidad donde queda mucho por hacer.Más que la construcción o reparación de casas, es el contacto con el Chile real lo más valioso. Sobre todo para los santiaguinos a los que nos cuesta caer en la cuenta que “Santiago no es Chile”. La frase es algo relamida, pero cierta: se recibe mucho más de lo que se da y se descubre un nuevo sentido para el estudio o trabajo que se realiza.Aconsejo a los padres a incentivar a sus hijos a participar de trabajos u operaciones sociales. Las opciones son infinitas. Muchos colegios y liceos han hecho de los trabajos solidarios parte de la malla académica. Es un excelente complemento para la formación. Educa personas integrales: ejercita en el trabajo en equipo, la solidaridad, proactividad, superación de desafíos. Independencia en la toma de decisiones.Y sobre las misiones católicas otro tanto. Vivir la fe hace bien, crea sociedades más felices; contribuye a una mejor convivencia, más sana y fraterna. De ahí que “no da lo mismo” si la gente cree o no. La fe nunca es un estorbo. Los problemas de soledad, convivencia y depresión que invaden a un sector no menor de chilenos se aminorarían si se viviese mejor su experiencia de fe. Los jóvenes que salieron a compartirla en estas semanas desde parroquias, colegios y universidades a lo largo de Chile lo corroboran. Ayudaron a reencantarla y vivirla con alegría. Nos han golpeado hechos de violencia y muerte atroces. La fe ayuda a superarlos y a contemplar la vida con nueva esperanza. Hacerle un espacio en el corazón nos hace muy bien.Hugo Tagletwitter: @hugotagle

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