La exclusión de Frashdance (Adrian Lyne, 1983) en cualquier lista de los musicales más influyentes de la historia del cine sería inaceptable. Título clave de la década de los 80, la segunda película del controvertido director británico -tras Zorras (1979)- consiguió destacar dentro de su género y convertirse en una de las películas más taquilleras de la década gracias al carisma de su actriz principal, inolvidable Jennifer Beals -nominada al Globo de Oro por este papel-, y la selección de una pegadiza banda sonora poseedora de la eterna virtud de poner en pie hasta al espectador más arrítmico. A la ya mítica -y máximo emblema de la película- Flashdance...What A Feeling, de Irene Cara, hay que sumarle otros destacados títulos como Maniac, de Michael Sembello, Gloria de Laura Branigan o ese Lady, Lady, Lady, de Joe Bean Esposito, que de por sí solos justifican la razón de ser de Flashdance. Si a ello, además, sumamos un argumento decididamente simplón resumido en una chica en busca de su sueño y que, en el camino, encuentra a su media naranja, el resultado es una película que puede no destacar precisamente por su originalidad, pero que no deja de ser un relato que sortea en todo momento su predecible carácter y su falta de dramatismo con el buen hacer del director. El director de Una proposición indecente (1993) filma espléndidamente las escenas de baile, terreno donde se reveló como un profesional -de hecho, el director rodó el video oficial de Maniac-, apostando por una casi innovadora estética de videoclip que sería muy imitada en títulos posteriores.