. Buenas noticias, en el sentido que han aumentado las uniones civiles y religiosas. Pero malas, ya que casi la mitad de los matrimonios terminan en divorcio.Hace unos días atrás un portal de noticias publicó una serie de datos que explicaban en parte la razón de su fracaso. Tres de cada cuatro separados manifiesta que el quiebre matrimonial se gatilló por faltas como infidelidades reiteradas y/o malos tratos.Las estadísticas delatan actitudes cada vez más egoístas, irrespetuosas y agresivas en las relaciones matrimoniales. Engañar al marido o la esposa, o agredirla, física o verbalmente, son lamentablemente actitudes más habituales de lo que se cree y piensa. Con los actuales índices de quiebres matrimoniales, cada vez menos se salvan de sufrir estas vergonzosas conductas. Sin embargo la víctima, en nueve de cada 10 casos, perdona la falta y otorga una nueva oportunidad al culpable, señala este estudio. Esto es positivo, sin duda. Pero no siempre el perdón va acompañado de una curación de las causas de la infidelidad o maltrato. Por lo que estos tienden a repetirse. Hasta que es tarde.La infidelidad y violencia intrafamiliar se ubican entre las principales causas de separaciones matrimoniales, representando el 58% y 16% respectivamente, del total de quiebres matrimoniales.Y la tendencia va al alza. Los divorcios no se presentan de inmediato como culposos sino al año o tres años después, ya que las causas del quiebre nunca se conversaron bien. No se tienen certezas en el caso de la infidelidad y se arrastra por años una sensación de inseguridad que finalmente se traspasa a los hijos. En el caso de la violencia intrafamiliar es peor. Al no abordarse bien, no soluciona el problema. Al contario. Luego del quiebre, el origen de los problemas tiende a agudizarse, ya que no ha sido resuelto en forma armoniosa y consensuada.Buenos pololeos o noviazgos redundan en buenos matrimonios. También el ejercicio habitual del diálogo, como terapia regular de solución de conflictos. Atreverse a pedir consejos, antes de que sea demasiado tarde. Es más, no hay que esperar a que haya estallado un problema para recién acercarse a buscar una solución. Cada cierto tiempo, conversar con un tercero – psicólogo, asistente social, amigo o sacerdote – hará muy bien. Se detectarán problemas que quizá para uno de los dos no son nada pero para el otro sí. Siempre hay solución en la vida matrimonial. No tire la toalla. Atrévase a abordar un conflicto en que saldrán ambos ganando.Hugo TagleTwitter: @hugotagle