. Recientemente, se
inauguró un puente que permite llegar a la playa en mucho menos tiempo que por
el sendero. Al ofrecer un acceso directo, permite ahorrar casi una hora. Desde
que fue construido este puente, casi todas las personas que salen a realizar
ejercicios y a pasear por el lugar, lo toman.
La última vez que
fui decidí ir por el puente y no por el sendero como acostumbraba. Comprobé
que el recorrido hasta el río se acortaba: el puente era un "atajo"
muy conveniente, que permitía ahorrar una amplia distancia. Sin embargo, ese
ahorro tuvo su costo. La frescura del bosque fue reemplazada por el calor del
cemento; la variedad de colores de las flores y las aves fue sustituida por el
tedio de las barandas de acero y el gris de esa construcción; en lugar de
sentir el aroma de los árboles, me encontré respirando el humo de los vehículos
que atravesaban el puente por el otro carril. Por tomar el camino más corto,
perdí gratas experiencias.
Y me pregunto ¿por
qué tantos eligen ir por el puente?¿Por qué alguien cuyo propósito es disfrutar
del aire libre, querría hacerlo en el menor tiempo posible? ¿Cuál es el sentido
de "acortar" un buen momento? Se entiende la impaciencia en una sala
de espera, o en la fila de un banco, pero cuesta entenderla en un momento de
descanso y gozo.
Todos enfrentamos
presiones que nos exigen "tomar el camino más corto" para ser más
productivos, para obtener aquello que necesitamos, o para cumplir con una tarea
a tiempo. Pero estas exigencias no están presentes en todos los momentos de la vida,
por lo que "tomar atajos" no debería ser una regla en todo lo que
hacemos.
La
filosofía de buscar el camino más corto para ahorrar tiempo, se encuentra muy
arraigada: leemos una revista mientras acompañamos a los hijos a jugar a una
plaza; ensayamos mentalmente una presentación mientras desayunamos con nuestra
familia; utilizamos una computadora portátil para leer el correo en las
vacaciones; hablamos por celular mientras caminamos; almorzamos escribiendo y
leyendo en la oficina, etc. Estos atajos que consideramos "ahorros de
tiempo" son -en ocasiones- "derroches de vida".
Atentos a esto,
cada vez que estemos a punto de tomar un atajo, detengámonos y preguntémonos:
¿Necesitamos tomar el camino más corto? ¿Qué es lo peor que podría ocurrir si
eligiésemos el más largo? ¿Qué ganamos al cortar camino? ¿Qué perdemos?
Personalmente,
elijo vivir abundantemente a vivir eficientemente. Por eso, cada vez que
recorro ese bello paisaje camino a la playa, evito tomar el puente como atajo.
Sé que tomar el sendero más largo me permitirá disfrutar de más cosas y lograr
equilibrio en una vida en la que casi todo el tiempo estoy tomando el camino
más corto. La vida es bella para quien se toma el tiempo de recorrerla y
descubrir sus recodos, no para quien vive tomando atajos.
Hugo Tagle
twitter: @hugotagle