La semana se movió entre el capítulo final de
“Mundos Opuestos” y la marcha de los estudiantes. Algo surrealista el panorama.
En fin, renuevo aquí mi vocación al diálogo y a fortalecer los caminos
democráticos de entendimiento.
Espero que todos los que participaron de la marcha
voten en las próximas elecciones municipales
y así construyamos esa sociedad que todos queremos. Si no, no les creo
nada.
Pero quiero escribir de otra cosa. Un programa de
reportajes sacó a colación hace unos días atrás el tema de la infidelidad:
“Chile, tierra de infieles” creo que lo nombró. Una Teleserie de alta audiencia
se llama justamente así. El punto parece captar el interés de la gente y
aumentar el morbo entre la vecindad. Da gusto saber de los entuertos del vecino
sin que, por cierto, se inmiscuyan en los propios. La cuestión no es menor.
Muchas relaciones de pareja descansan sobre débiles cimientos, ajenas a la idea
de darle un marco formal. Abundan los
“tíos”, pololos y parejas. Demasiado chiste nervioso, secreteo, confidencias y
complicidades, que hablan de estar con la vista puesta en el patio del vecino antes
que preocupado de desmalezar y cuidar el propio. Hasta que se incurre en un
error.
La fidelidad, en todo orden de cosas, es clave en
las relaciones humanas. Comencemos por las que se dan en el ambiente de trabajo.
Ser honesto con los colegas; cuidar su reputación y honra, es un acto mínimo de
lealtad. Lo mismo en las amistades.
Pero la prueba de fuego es la fidelidad en la
relación amorosa, la fidelidad a quien he hecho compañera de vida. Se dice que
es un problema más masculino que femenino. No tengo cifras. Lo que sé es que en
el amor hay que renovar el compromiso día a día, volver a decir sí; no evadir
las responsabilidades que todo compromiso supone y reencantar la magia primera.
“La fidelidad es el esfuerzo de un alma noble para
igualarse a otra más grande que ella”, dice el escritor alemán Goethe. La fidelidad
descansa en la admiración por el otro, en el cultivo de un encanto por quien
tengo al lado. Quien ama y renueva su amor, no puede no ser fiel.
Bromeamos mucho con el tema, pero no es para
bromas. El dolor que se ocasiona es enorme, indescriptible y fuente de heridas
difíciles de sanar. No imposible, pero sí difícil.
El amor supone entrega constante, renovación de los
compromisos y dedicación consciente y madura. Ojalá se haga pronto otro
reportaje que se llame “Chile, país de fidelidad”. Creo que son muchos más los
que han sido honestos a sus compromisos que quienes no lo son. Incluso en
quienes han tropezado, siempre es posible volver a renovar su fidelidad.