. Algo surrealista el panorama. En fin, renuevo aquí mi vocación al diálogo y a fortalecer los caminos democráticos de entendimiento.Espero que todos los que participaron de la marcha voten en las próximas elecciones municipales y así construyamos esa sociedad que todos queremos. Si no, no les creo nada.Pero quiero escribir de otra cosa. Un programa de reportajes sacó a colación hace unos días atrás el tema de la infidelidad: “Chile, tierra de infieles” creo que lo nombró. Una Teleserie de alta audiencia se llama justamente así. El punto parece captar el interés de la gente y aumentar el morbo entre la vecindad. Da gusto saber de los entuertos del vecino sin que, por cierto, se inmiscuyan en los propios. La cuestión no es menor. Muchas relaciones de pareja descansan sobre débiles cimientos, ajenas a la idea de darle un marco formal. Abundan los “tíos”, pololos y parejas. Demasiado chiste nervioso, secreteo, confidencias y complicidades, que hablan de estar con la vista puesta en el patio del vecino antes que preocupado de desmalezar y cuidar el propio. Hasta que se incurre en un error.La fidelidad, en todo orden de cosas, es clave en las relaciones humanas. Comencemos por las que se dan en el ambiente de trabajo. Ser honesto con los colegas; cuidar su reputación y honra, es un acto mínimo de lealtad. Lo mismo en las amistades.Pero la prueba de fuego es la fidelidad en la relación amorosa, la fidelidad a quien he hecho compañera de vida. Se dice que es un problema más masculino que femenino. No tengo cifras. Lo que sé es que en el amor hay que renovar el compromiso día a día, volver a decir sí; no evadir las responsabilidades que todo compromiso supone y reencantar la magia primera.“La fidelidad es el esfuerzo de un alma noble para igualarse a otra más grande que ella”, dice el escritor alemán Goethe. La fidelidad descansa en la admiración por el otro, en el cultivo de un encanto por quien tengo al lado. Quien ama y renueva su amor, no puede no ser fiel.Bromeamos mucho con el tema, pero no es para bromas. El dolor que se ocasiona es enorme, indescriptible y fuente de heridas difíciles de sanar. No imposible, pero sí difícil.El amor supone entrega constante, renovación de los compromisos y dedicación consciente y madura. Ojalá se haga pronto otro reportaje que se llame “Chile, país de fidelidad”. Creo que son muchos más los que han sido honestos a sus compromisos que quienes no lo son. Incluso en quienes han tropezado, siempre es posible volver a renovar su fidelidad.Somos mucho más que mundos opuestos.P.Hugo Tagletwitter: @hugotagle