Ahora sí erraron el
blanco. No es lo mismo haber matado al hijo de Javier Sicilia que a los de
Alejandro Martí, Nelson Vargas o Isabel Miranda de Wallace. Si bien ellos
llegaron a ser importantes voces ciudadanas de repudio a la inefectividad
gubernamental, hoy ya no insisten en la renuncia de los que no pueden”, sino se
dedican a recibir premios y a respaldar la totalitaria Iniciativa México (IM)
en su campaña por “mover las conciencias” de los mexicanos (mi análisis de IM:
http://bit.ly/9dob1b).
Pero otra historia se
contará sobre el caso de Juan Francisco Sicilia y su padre Javier. Felipe
Calderón se apresuró a llamar por teléfono al poeta inmediatamente después de
que el cadáver de su hijo fue encontrado porque sabe que ésta podría ser
perfectamente la gota de sangre que derrame el vaso. Javier Sicilia es un
hombre culto y de izquierda que difícilmente podrá ser domesticado. Podríamos
estar a punto de vivir una verdadera avalancha social de repudio al sangriento
fracaso en materia de seguridad pública.
Todo ciudadano mexicano
verdaderamente interesado en la justicia y la paz debe responder positivamente
a la convocatoria que Sicilia ha lanzado para participar en una movilización
nacional mañana miércoles 6 de abril a las 17 horas. El objetivo será expresar
el repudio social generalizado a la violencia y muerte generadas tanto por los
delincuentes como por las autoridades gubernamentales.
Todos los que tengan la
posibilidad de llegar a la Paloma de la Paz tendrán el privilegio de colmar las
calles de Cuernavaca al lado del poeta. Los demás podrán expresar su
solidaridad organizando actividades e iniciativas cívicas en sus escuelas,
barrios y lugares de trabajo. Todo se vale, desde portar una simple playera o
calcomanía de “No + sangre” hasta organizar un performance en la vía pública o
un cordón humano alrededor de Los Pinos.
“¿Hasta dónde va a llegar
si no pasa nada?”, preguntó un periodista a Sicilia el viernes pasado. “Hasta
donde la ciudadanía quiera, hasta que renuncien, hasta que se vayan o hasta que
quede claro que ya no queremos más muertos. Esos cabrones tienen que dar cuenta
a la ciudadanía.”
Esta ciudadanía que el
poeta refiere ya no le cree ni al gobierno ni a la televisión. El viernes
pasado, el diario Reforma informó que 53 por ciento de la población está
convencido que el crimen organizado está ganando la “guerra” contra el
narcotráfico. Hace unas semanas, el 21 de febrero, otro periódico, El
Universal, reportó que 63 por ciento de la población cree que la estrategia de
Calderón ha sido un fracaso.
Los datos hablan por sí
solos y explican el desesperado lanzamiento de hace 10 días del artificial
“acuerdo” entre los principales medios electrónicos para “homologar” la
cobertura de la violencia en el país. Ello además es una evidente respuesta al
éxito que la campaña “No + sangre” ha tenido entre la ciudadanía. Televisa y Tv
Azteca acordaron poner la información sobre la violencia “en su contexto
correcto y en su justa medida” y dejar “claro que la violencia es producto de
los grupos criminales” y no de las autoridades gubernamentales. Más que buscar
parar la sangre y cerrar las heridas, los poderes fácticos nos invitan
simplemente a cerrar los ojos e ignorar la realidad.
“Nos encontramos frente
al gran precipicio de la historia”, nos explica el promocional del acuerdo
firmado en el Museo de Antropología: “una parte de nosotros prefiere mirar
hacia el abismo. Pero hay otra parte de nosotros que prefiere ver hacia el
cielo, que sabe que es momento de volar”. El mensaje es claro: se busca
remplazar la participación social con el escapismo ciudadano, para huir de la
realidad hacia una fantasía irreal que facilite el control social.
IM no promueve la unidad,
sino la división entre los mexicanos. Dice explícitamente que hay “dos Méxicos
en nuestro país”, el de los “buenos” y el de los “malos”. Y esta división no se
configura alrededor del tradicional alineamiento entre delincuentes y gente de
bien, sino alrededor de nuestra “actitud” ante la vida. Para Televisa, existe
“un México que se esconde en el escepticismo de nuestra mente. Y el otro
México, que vive en el optimismo de nuestros corazones”, un México que aprendió
a “quejarse de su gobierno, de su burocracia, de sus deudas históricas” y otros
mexicanos, más “modernos”, que “reconocen que la causa somos nosotros mismos”.
No existe diferencia
alguna entre este maniqueísmo simplista y reduccionista y aquel otro utilizado
por los secuestradores de Diego Fernández de Cevallos cuando señalaban que la
sociedad mexicana está “dividida en dos: ellos y nosotros. Ellos ricos y
nosotros pobres, cuyos mundos y realidades son totalmente opuestos”.
Es cierto que solamente
una sociedad unida podrá salir avante en esta nueva etapa de la lucha por la
seguridad pública. Pero para lograr la verdadera unidad primero será necesario
romper con lo que el mismo Sicilia ha llamado “las iglesias degeneradas
llamadas gobierno y Televisa”, que en lugar de honrar la palabra solamente
buscan el lucro y el poder (artículo completo de Sicilia aquí:
http://bit.ly/fuP2TF). Ha llegado la hora de la construcción de una verdadera
fuerza social, crítica e independiente.