El consumo promedio de
chilenos que van a casinos llega casi a $43 mil y la cifra se duplica
en cuatro años. Eso es al menos lo que leo en las noticias. Nada se
dice de si es un alto o bajo promedio en comparación con otros
países pero, la cantidad de autos y buses estacionados en los
casinos a la salida de Santiago – no sé cómo será en otras
ciudades – ratifica ese crecimiento en el gasto lúdico de nuestros
conciudadanos. Y, dicho sea de paso, alguien gasta mis $43 mil, ya
que yo no he pisado nunca uno de esos locales.
¿Qué decir sobre este
fenómeno creciente? El juego de azar en sí no es malo. Pero sí
puede llevar a caer, y facilmente, en una espiral viciosa de la que
no pocas veces es dificil salir. Como muchas cosas en la vida, la
moderación y prudencia serán las mejores consejeras. Sé que los
mismos casinos toman precauciones para que los clientes sean
prudentes y realicen gastos en un nivel razonable. Eso he escuchado
al menos. De manera que, lo que debería ser un momento de
distracción y sana entretención, no devenga en una sangría de
lamentables consecuencias.
Como sea, esto habla de
un cambio de costumbres y un uso distinto del tiempo libre entre los
chilenos, así como de su mayor poder adquisitivo, vale decir,
sueldos.
Pero cuidado. No nos
engañemos. Habrá que hacer un estudio más exhaustivo de las
consecuencias de una dinámica social nueva para la cual la mayoría
de los nuevos usuarios no estaba preparada. Habrá que ver cómo se
desarrolla este fenómeno, de manera tal que no traiga consecuencias
nocivas para el entramado social. Pienso en endeudamientos, mayores
crisis matrimoniales, perdida de trabajo.
Pero aprovecho la
oportunidad para tocar un tema que tiene relación con esto. No hay
duda: hemos cambiado de hábitos, hay más tiempo libre.
Paradojalmente, los
chilenos nos hemos vuelto sedentarios. A pesar de los esfuerzos
gubernamentales y de cuanta ONG existe, a la mayoría de los chilenos
no se los puede sacar de casa ni quitarle el control remoto. Las
cifras de aumento de enfermedades derivadas del escaso deporte son
alarmantes. De seguir con un ritmo de vida tan poco sano, el chileno
promedio de unos años más será gordo, debil y propenso a
taquicardias y diabetes.
No puede ser que solo los
salones de juego sean quienes experimenten una bonanza. Urgen
políticas de apoyo al esparcimiento familiar, parques y juegos de
diversión. Algo hemos mejorado. Pero basta una pequeña vuelta por
Santiago y percatarse con tristeza que lo verde no es lo que abunda.
Cemento, cablerío, calles estrechas y hacinadas. La mejor diversión
será con los propios. Algo de imaginación y la vida se puede
transformar en un juego sano, inclusivo y familiar. Y de bastante
menor costo.