. Estoy segura de no equivocarme al afirmar que a nadie ha
dejado indiferente este horrendo multihomicidio. El alma de México
entero se halla literalmente aniquilada. Estamos consternados, furiosos,
espantados, dolidos, hartos de esta guerra sin sentido. Tal parece que
ya hasta el agua que bebemos sabe a sangre.Juan Sicilia fue uno más
de los miles de jóvenes, niños, mujeres y hombres inmolados sobre la
piedra sacrificial del desatino genocida de Felipe Calderón. Pero
Juanelo (como lo llama su padre en el último poema que le dedica, verso
postrero de su canto mutilado) no parece estar dispuesto a partir del
todo sin antes poner fin a esta pesadilla inenarrable que vive México:
su nombre resuena en todas las bocas, la última visión de sus
ojos empaña nuestras miradas, su doloroso estertor nos desgarra las
entrañas, sus gritos de terror han logrado convocarnos en una sola voz.
Juanelo parece haber sido el elegido para exigir justicia en nombre de
miles de muertos anónimos, para sacudir la conciencia de los que aún
quedamos vivos, para cimbrar la apatía social que nos corroe e invalida.
La muerte nos duele más cuanto más cerca pasa. Una
de mis grandes amigas perdió a su hija, de la misma edad que Juanelo y
en parecidas circunstancias, hace pocos meses. Era una muchacha sana,
buena, alegre, con una luz impresionante en su mirada. Su cuerpo tenía
más balazos que años. Pero Irene y Juanelo no son casos aislados: la
cifra de vidas segadas violentamente a lo largo de este tétrico sexenio
ronda ya las 40 mil, sobra decirlo.Hace mucho tiempo que debimos
gritar ¡basta! Quienes amamos a México y consideramos que cada uno de
los ciudadanos de este país son
nuestros hermanos, hace mucho tiempo que debimos plantarnos en las
calles para exigir el fin de esta pesadilla, pero el horror mantenía
ocluidas nuestras gargantas. Ahora llegó, por fin, la hora de decirlo
claro y alto. Ya no podemos, ya no queremos esperar más.
Un orate
autoinvestido de presidente no tiene el derecho de sumir a un país
entero en la desesperación. Al pueblo de México jamás se le pidió
opinión para empezar esta guerra absurda y, por si el señor Presidente
no lo sabe, éste es un país democrático en el que debe primar la
voluntad popular por sobre la soberbia de un mequetrefe con ínfulas de
grandeza. Lo decimos con todas sus letras: Felipe Calderón Hinojosa
es el responsable de todas estas muertes y debería ser
juzgado por ello. Felipe Calderón ha propiciado una masacre que nos
viste a todos de
luto. Ya no queremos que continúe esta guerra que devasta nuestras
almas, que tiñe de rojo nuestro territorio de Norte a Sur. Ya no podemos
soportar más dolor en nuestra gente. Que el señor Presidente haga
el favor de retirarse de un cargo para el que no fue elegido por la
mayoría y deje paso, de una vez por todas, a otras mentes menos torcidas
y otras manos más hábiles para manejar un país que dejará maltrecho y
temeroso. Váyase, por favor, señor Presidente. No queremos que siga
sembrando tumbas en nuestra tierra, que debería producir alimento asaz
en lugar de cruces. Váyase ya, por favor, y no vuelva nunca, nunca... Y
ojalá que la conciencia lo deje dormir tranquilo en lo sucesivo, aunque,
discúlpeme que se lo diga, lo dudo mucho...