No se avienen la revolución de las comunicaciones electrónicas y
los despotismos de vieja y nueva data que imperan en el mundo. Las
rebeliones ciudadanas de Túnez y Egipto, y su potencial expansivo hacia
otros países de la región, como Sudán, lo están demostrando, una vez
más.
Recuérdese que a comienzos del 2009, las
masivas protestas iraníes en contra del régimen fundamentalista de
Ahmanidejad se impulsaron, en gran medida, por Twitter; y las
manifestaciones estudiantiles venezolanas del 2007 se coordinaban por
mensajería de texto. E igual puede decirse sobre acontecimientos
recientes de similar naturaleza en Tailandia o Costa de Marfil.
Y además, la comunicación alternativa no
sólo puede ser decisiva para la confrontación de los despotismos, sino
que también ha sido instrumental para el estimulo de movimientos de
intensa protesta socio-laboral en países democráticos como Francia o
Grecia.
Despotismo es igual a control
autoritario del poder y por ende del conjunto social, por lo qué, en
general, también se convierte en continuismo y hasta con afán perpetuo.
Pocas cosas son más contradictorias con la libertad personal y el
empoderamiento individual que facilita la red global, que estas formas
atávicas de concebir y ejercer el gobierno del Estado.
Así por ejemplo, los jóvenes árabes que
protagonizan la crítica democrática, y que lo hacen a través de
Facebook, Twitter, MSN, YouTube e innumerables blogs, tienen en la acera
de enfrente a dinosaurios despóticos como el egipcio Hosni Mubarak que
lleva mandando desde 1982, o el sudanés Omar al-Bashir (1989), o el
sirio Assad cuya familia viene rigiendo desde 1971, el decano de los
sátrapas, Muammar el-Gaddafi, encaramado en 1969, hace 42 años.
Y a todos éstos se los llevan por
delante la dinastía cubana de los Castro Ruz, con el récord mundial de
52 años de dictadura ininterrumpida, razón por la cual no es de extrañar
la importancia de las incipientes redes sociales en Cuba como vehículo
de disidencia política y cultural, especialmente entre las nuevas
generaciones. La bloggera Yoanny Sánchez, es uno de sus símbolos.
Claro que la contra-partida no se ha
hecho esperar, y las restricciones oficiales al acceso e intercambio en
los medios electrónicos es una realidad recurrente en todos los
regímenes despóticos. Comenzando por la férrea censura de Corea del
Norte, las restricciones masivas de China o Irán, y los sistemas legales
de amplio control estatal como el de Chávez en Venezuela, Lukachenko en
Bielorrusia y, también, Mubarak en Egipto.
Motivo de creciente alarma, porque a las
autoridades egipcias se les ha hecho fácil aislar, bloquear y
desactivar a las redes electrónicas que unen a más de 20 millones de
usuarios en aquel país. Lo que prueba, también de nuevo, que las nuevas
modalidades de la información, con todo y su fuerza social, pueden ser
rápidamente controladas y hasta anuladas por esas mismas dictaduras o
neo-dictaduras, de suyo incompatibles con la libertad de expresión.
Todavía estamos en los primeros rounds
del conflicto insalvable entre despotismo e Internet. ¿Quién prefiere
usted que gane la pelea?
Noel Pérez García, Comunicación
Muy interesante su columna, sin embargo, en el caso Yoanny Sánchez que usted menciona sin mayores análissi, le propongo leer el estudio realizado por Salim Lamrani y divulgado ampliamente por varios medios y en esas mismas redes sociales que centran su análisis para entender mejor cómo detrás de estos "disidentes" se ocultan otros intereses..le dejo el enlace:
http://www.cubadebate.cu/opinion/2012/02/26/quien-esta-detras-de-yoani-sanchez/
Saludos
Noel