Alguna vez conocí a una persona excepcional; Rosa María era, o es (esa costumbre de hablar en pasado de quien aún habita este mundo), su nombre. Me la presentó una buena amiga una tarde lluviosa, que se tornó propicia para el intercambio y la anécdota, todo bajo la presencia efímera y cómplice de un delicioso té. Rosa María era graduada de Filología, aunque ya estaba acogida a la jubilación. Su amplia cultura la llevó a convertirse en una especie de Mecenas para no pocos artistas santiagueros. Su casa, un refugio para los humores del día. En medio de la conversación mi amiga (como suelen hacer los amigos que confían, más que uno mismo, en la obra nuestra) le habló a Rosa María de mis cuentos. Algo ruborizado apenas la dejé comentar y me justificaba (¿de qué culpas?) de ser un autodidacta sin oficio ni técnica alguna. La gruesa mujer recién conocida me miró con unos ojos generosos y me dijo: “Escribir a veces es tan solo una cuestión de talento e inspiración”. No sé cuánta verdad encierran sus palabras, o si son apenas la punta del iceberg que me mostró. Lo cierto es que sigo con cierta vaguedad para el oficio (acaso porque no es tal para mí), pero confío más en esa inspiración que camina junto a mi sombra y en ocasiones se adueña de mis sentidos. Pero a veces esa inspiración me depara malos momentos; acaso por se extravía alguna esquina del tedio; o porque ¡oh musilla traviesa!, llega deprisa, me habla al oído y se va, sin siquiera darme tiempo a dejar sobre el papel la huella de su existencia. Imagino que a otros escritores (de los que realmente pueden ufanarse de ese título) pueda sucederles igual. Ellos, en cambio, tendrán entonces en sus manos esas poderosas herramientas de las que laguna vez me quejé: “oficio y técnica”. Sólo así se explica que yo, eterno aprendiz de secretos que no se me develan, mire indefenso el espacio que deja algún buen cuento que se olvidó (o simplemente no halló la ruta para nacer), mientras otros, de una grandeza y misticismo tal como Nogueras, hagan del olvido de un poema, motivo para unos versos no menos hermosos[1].