Stephen Hawking y la Creación

En su último libro "The Grand Design" (El Gran Diseño), Stephen Hawking, afamado físico y cosmólogo, afirma que “Dios no tiene lugar en la creación del Universo”. En él concluye que el Big Bang es una consecuencia inevitable de las leyes de la Física. "No hay necesidad de invocar a Dios para la creación del Universo", sostiene. Y continúa explicando: "La creación espontánea es la razón por la cual existe algo". El tema, de suyo fascinante, pareciera ser que no se agota y provoca la curiosidad insaciable del hombre por su origen y el de su entorno. No es para menos. El espacio para la especulación en torno a ello es tan amplio como la infinitud y misterio de la misma creación.

 

. En él concluye que el Big Bang es una consecuencia inevitable de las leyes de la Física. "No hay necesidad de invocar a Dios para la creación del Universo", sostiene. Y continúa explicando: "La creación espontánea es la razón por la cual existe algo". El tema, de suyo fascinante, pareciera ser que no se agota y provoca la curiosidad insaciable del hombre por su origen y el de su entorno. No es para menos. El espacio para la especulación en torno a ello es tan amplio como la infinitud y misterio de la misma creación.
Opiniones de grandes físicos como Newton o, más contemporáneo a nosotros, Einstein, afirman algo diferente. De Einstein es la famosa frase “Dios no juega a los dados con el hombre” ni, por ende, con el Universo. Detrás de la creación sí habría un principio rector, voluntario y consciente, que haya iniciado misteriosamente ese proceso irreversible con el cual comenzó “todo”.

Newton, siglos antes, sostuvo que el Universo debió haber sido diseñado por “Alguien” pues no pudo haberse creado a partir del caos. La ciencia se encuentra en estos meses empeñada un experimento por descubrir la así llamada “partícula de Dios”. Es la ¿última? pieza de un rompecabezas hasta ahora incompleto de la física de las partículas. Entre otras incógnitas, busca recrear las condiciones que prevalecieron en el universo en las milésimas de segundo luego del “Big Bang”, la explosión misteriosa que dio inicio a todo lo existente.

Entre más nos adentramos en su urdimbre y trama, tanto más misteriosa y fascinante se presenta la posible respuesta por el comienzo de todo. Cabe aquí una afirmación del mismo Einstein: “El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir”.

Benedicto XVI señaló en su discurso en Ratisbona: “Las cuentas sobre el hombre, sin Dios, no cuadran; y las cuentas sobre el mundo, sobre todo el universo, sin Él no cuadran. Quedan dos alternativas:  ¿Qué hay en el origen? La Razón creadora, el Espíritu creador que obra todo y suscita el desarrollo, o la Irracionalidad que, carente de toda razón, produce extrañamente un cosmos ordenado de modo matemático, así como el hombre y su razón. Esta, sin embargo, no sería más que un resultado casual de la evolución y, por tanto, en el fondo, también algo irracional”. Entre más hurgamos en la creación, todo pareciera indicar misteriosamente que “en el origen está el Verbo eterno, la Razón y no la Irracionalidad”. No somos ni podemos ser producto del acaso. La célebre frase de Einstein, “Dios no juega a los dados”, parece justamente confirmarse tras cada tentativa de dejarlo de lado, tras cada avance científico, confirmación que todo se pensó desde siempre para que surgiera aquí una vida única.

La afirmación de un simple “azar” para explicar la creación, solo dejar abierta la pregunta que sigue inquietando al hombre desde siempre: ¿Por qué la creación y no la nada? ¿Por qué “ese” azar y no otro? Todo lo existente “pudo no haber sido” y, aún más, pudo no mantenerse en la existencia. De hecho, si se atiende a lo que la ciencia dice hoy sobre el frágil y misterioso equilibrio del Universo, resulta tanto más fascinante que existamos. Es más, que exista vida y vida inteligente, es un hecho “extraordinario”. La probabilidad de que confluyeran tantos variadísimas componentes para permitirla eran escasísimas. Y se dieron. Y, contrario sensu, son muchísimas las variables que podrían confluir para que todo desaparezca y, sin embargo, la creación se mantiene – como un fino reloj – en movimiento y en la existencia. Afirmar que “Alguien” estuvo y está detrás de su creación y continúa presente en su conservación resulta entonces del todo legítimo. En fin, incluso la posibilidad de un azar supone ya “elementos”, condiciones, prediseñadas que no se pueden desconocer. Solo queda seguir asombrándose ante la evidencia de que, detrás de ese “ordenado y fascinante caos” que es el Universo conocido, hay una voluntad escondida. Una afirmación y respuesta más que plausible y lógica ante el misterio inconmensurable en que existimos.

P.Hugo Tagle Moreno,

Capellán y Profesor UC- Chile

@hugotagle

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