“Cuidar significa un gesto amoroso para
con la Tierra. Es la mano extendida para la caricia esencial, a fin de
protegerla y defenderla. Es lo que hoy significa, garantizar su
sostenibilidad.” Leonardo Boff.
El pasado 22 de abril se conmemoró el Día
Mundial de la Madre Tierra, proclamado así en la Declaración de Río el 22 de
abril del año 2009 por la ONU. Llama la atención del término “madre” con que se
refieren a la tierra y no sólo “planeta”. Esto tiene sus orígenes. Nuestros
ancestros se dirigían a la tierra como quién la habla a una madre. Los incas le
decían Pacha Mama y los griegos Gaia (tierra viva, que engendra), para otros
pueblos de Mesoamérica era Tonantzin. De ahí viene la veneración, el
respeto y la profunda colaboración y reverencia para y con la Madre Tierra.
Esta concepción la conservan los pueblos
indígenas que habitan el planeta hoy en día. “Ella es la madre del indio,
como ellos se dicen. Se sienten unidos a la energía de las aguas, montañas, de
las florestas, de la estrellas, del viento y el fuego”, menciona Leonardo
Boff . Me imaginé la sensación que se experimenta cuando uno camina descalzo
sobre la arena de una playa, sobre la tierra, el pasto verde o
sobre las piedras de un río que corre: Te sientes en unicidad con la
Tierra, como parte de la misma y no sobre la misma.
Sin embargo, mucho hemos olvidado de esto.
El ser humano ha tomado con arrogancia y superioridad la premisa de que
somos la obra maestra de la creación. Por supuestos que lo somos. Fuimos
creados a la imagen y semejanza del Creador. Sólo a los humanos nos dotó de
mente, alma y espíritu. Esta grandeza con la que fuimos creados implica, desde
los orígenes, una misión: la de cuidar y defender, más aún, amar la Tierra.
Nos sentimos superiores a la
naturaleza, no parte de la naturaleza. Sin embargo no somos habitantes de la
Tierra, sino somos Tierra. Vamos a donde ella vaya, a su mejoramiento o a
su destrucción. Lo que le hagamos, nos lo hacemos invariablemente. Tenemos
un mismo destino. Recordemos que fuimos los últimos en llegar a la creación.
Esto significa que la naturaleza y en sí, la Tierra y el cosmos, bien pueden
arreglárselas sin nosotros. ¿Podremos nosotros?
Hoy en día la humanidad consume más del
30% de lo que la Tierra puede producir. Si todos los habitantes del planeta
consumieran la misma cantidad que los habitantes de los países
ricos (Un norteamericano consume 80 veces de lo que consume un
haitiano, llámese comida, energía, madera, ropa, etc.) se necesitarían otros
tres planetas tierra iguales y no serían suficientes (L Boff).
Las consecuencias de la
explotación de los recursos naturales y de la contaminación ambiental que
produce la industria moderna para atender las demandas de consumo de la población,
las conocemos: calentamiento global, desertificación, deshielo de
los casquetes polares, extinción de especies, cambios climáticos que dan origen
a desastres naturales como inundaciones y sequías.
No obstante, seguimos en el trono. Ahora
la geo-ingeniería presume de inventos para alterar ecosistemas completos (cómo
hacer que llueva, por ejemplo), cuando el cosmos, el universo, los ecosistemas
fueron creados para vivir en perfecta armonía, incluyéndonos a nosotros, los
humanos, no para trastocar y romper dicha armonía, sino para sentirnos parte de
ella y captar la armonía y la espiritualidad del cosmos.
Así como aprendemos a escuchar los
mensajes de nuestro cuerpo y nos damos cuenta de que necesita atención y
cuidados, o sabemos si le duele algo y se enferma, deberíamos escuchar e
interpretar los mensajes de la Tierra. Mafalda, inocentemente, decía:
“Deténganla, que me quiero bajar”, refiriéndose al sufrimiento de nuestra Madre
Tierra y, evidentemente, al nuestro propio.
Las Naciones Unidas apuestan por un
desarrollo y un progreso sostenibles, una agricultura sostenible, una base
ambiental sostenible, por una buena gestión de los recursos
naturales de la Madre Tierra. En nuestros pequeños ámbitos, hogar,
escuela, trabajo, medio ambiente, la visión debe ser integradora. Aplicar
las tres Rs (reducir, reusar y reciclar) para tener una vida sana y un consumo
responsable.
Educar a nuestros hijos y a nuestros
alumnos no solo en el respeto y cuidado a la Madre Tierra, sino en el amor y
reverencia a la misma. Esto no se contrapone a ninguna religión, sino que la
enriquece. En la belleza de la naturaleza está la mano del Creador. La
pregunta preocupante de padres y maestros es: ¿ Qué planeta le estamos dejando
a nuestros hijos? Con una visión integradora y holística de la educación,
podremos invertir la pregunta y cuestionarnos: ¿ Qué hijos le estamos dejando
al planeta, a la Madre Tierra?