Si
bien el río Guarapiche no es el Kwai –aquel que se hizo famoso a través del
film donde un grupo de soldados británicos, en plena Segunda Guerra Mundial y al
mando del coronel Nicholson (Alec Guinnes), se negaron a volar el puente que ellos mismos habían construido
sobre él, aunque esto impedía el avance de las tropas aliadas y terminaba favoreciendo
a sus carceleros japoneses– ni, por supuesto, los monaguenses son ingleses,
todo lo que viene ocurriendo por los lados de Maturín, después del derrame petrolero ocurrido en sus
aguas procedente de Jusepín, ha ido configurando una situación con
características cuasi bélicas, en la que no ha faltado los enfrentamientos (hasta ahora no violentos)
entre facciones que se reconocen enemigos, la toma militar de la planta potabilizadora
del Bajo Guarapiche, la supuesta rebeldía de un General de Brigada, el asalto a
la policía del Estado Monagas, el “Golpe
de Estado”, y las respectivas “traiciones”.
Aunque
la Historia no parece progresar hacia un fin determinado, sí se podría decir
que evoluciona de forma irreversible. Muchos de los conflictos que han tenido
lugar en Latinoamérica y particularmente
en Venezuela, se han originado por la confrontación entre el Estado central y
la provincia, entre la ciudad y el campo: desde la independencia de las
provincias americanas de la metrópoli española, hasta las marchas de los
andinos de la Revolución Liberal Restauradora de Cipriano Castro y el “mocho“
Hernández , pasando, claro está, por la separación de Venezuela de Santa fe de
Bogotá, y la Guerra Federal o Guerra de
los Cinco Años. Desconocer la búsqueda de autonomía de las provincias y sus
reivindicaciones, ha sido siempre causa de múltiples conflictos. Por todo ello,
no prestar atención a la realidad del
interior del país y los liderazgos regionales que allí vienen tomando cuerpo,
podría incluso costarle el cargo al presidente de la república. La crisis que
ha estallado en el partido de gobierno, donde cada vez más se solicitan
primarias, parece tener su origen en ese excesivo centralismo, el mismo que dominaba
la política nacional antes de que se impusieran las elecciones uninominales. El
resultado de las elecciones primarias de la MUD pusieron en evidencia una vez
más cómo los nuevos líderes surgen de las regiones y de las gobernaciones, algo
que parece no desconocer el mismo candidato Capriles, a quien se le ve frecuentemente
acompañado de las personas que tienen más liderazgo y arrastre en el interior
del país, como Antonio Barreto Sira, en Anzoátegui,
Richard Mardo, en Aragua, Pablo Pérez, en Zulia, Henri Falcón, en Lara, etc.
El
“gato” Briceño en carta hecha pública el día 20 de este mes y también mediante
declaraciones en los medios de comunicación social, ha sostenido que el señor
Diosdado (a quien, en un estilo muy arraigado entre los partidarios del
gobierno, trató de descalificar
personalmente tildándolo de “pimentón”) y sus partidarios habrían intentado
envenenar a los monaguenses, y que lo estuvieron presionando para que él mismo pusiera
a funcionar las plantas potabilizadoras del Guarapiche, con la intención de
culparlo de las consecuencias del derrame petrolero y exponerlo a la escarnio publico.
También ha dicho que a sabiendas del comportamiento que ha tenido este señor y
su familia, quienes a toda costa se querrían apropiar de ese estado de gran
importancia petrolera, el presidente de la república lo ha premiado una y otra
vez, designándolo en diversos cargos. Por su parte, el gobierno y el PSUV lo
han calificado a él de traidor y de
hacerle el juego a la oposición, por lo que lo han expulsado de sus filas.
En
fin, aparentemente y tal como sucedió
también con el puente sobre el Kwai, estos
señores han comenzado una lucha entre sí, no ya por un puente, sino por un poder,
un liderazgo y hasta por unos negocios –según ha dejado caer el Sr. Briceño
cuando se refiere a la importancia de su estado– a los cuales ninguno quiere
renunciar. El agua, en toda esta batalla, como aquella que tiene lugar en la
película dirigida por David Lean, parece ser lo de menos.