En tiempos de
elecciones como en este caso, las mediciones sobre las preferencias electorales
que realizan las diversas empresas dedicadas a ello, hay que decirlo en su gran
mayoría por encargo de los partidos políticos y sus candidatos, se convierten
en un argumento protagónico, porque mas allá de servirles a los principales
interesados para conocer su posicionamiento y en todo caso mantener o cambiar
estrategias, se usan como herramientas publicitarias para inducir simpatías,
como una forma, arbitraria por cierto, usada deliberadamente para crear a su
vez tendencias, con la idea de ir definiendo al menos en el papel, el resultado
previamente, sin embargo hay dos segmentos que estos sondeos minimizan e
incluso evitan mencionar, no solo porque por su naturaleza misma resultan muy
difíciles de contabilizar, sino porque adicionalmente representan una
complicación como coyuntura de predicción, las fracciones que corresponde a los
que se declaran indecisos, que casualmente es la que más está aumentando y la
que podría ser todavía más determinante y el de aquellos que han manifestado
una preferencia especifica en la encuesta, pero que también reconocen expresamente que podrían cambiarla, a
estos últimos se les denomina volátiles.
Si bien es
cierto que hasta ahora, según una investigación ampliamente documentada de
Leo Zuckerman, publicada en la revista Nexos, el
porcentaje estadístico de aciertos en los pronósticos del resultado de las
diferentes elecciones llevadas a cabo en México a través de encuestas en el pasado
reciente, es mayor al de los errores y que la tendencia del apartado de
indecisos no ha variado fundamentalmente desde la última elección presidencial,
ocasión y no podemos olvidarlo, en el que jugó el papel decisivo, eso sin
omitir que en las elecciones locales recientes, tal vez la falta de
determinación e interés provoco abstencionismo y eso hizo que no terminara por
volverse un factor en esos casos específicos.
Pero seguramente
en esta elección, así se expresa según la información de las mismas encuestadoras,
la importancia del bloque que representan aquellos que o no responden al
muestreo o se declaran indecisos e incluso que los que pueden cambiar de
preferencia, va a resultar fundamental.
Si los cálculos
de las propias encuestadoras son correctos, actualmente estaríamos hablando de
que el porcentaje que la gran mayoría reporta como aproximado en la fracción de
los que son considerados indecisos, ha venido constantemente en aumento y ahora ronda en poco más del veinte por
ciento del total de los levantamientos en promedio, de tal suerte que
considerando las diferencias que existen entre las preferencias a favor de los
distintos candidatos a la presidencia, que se han reportado en los últimos
muestreos conocidos, en la idea de que la disputa se está cerrando, el numero
de los indecisos y de los que podrían modificar su voto, se convierte en un
mercado de suma importancia, que en esta ocasión y a diferencia del pasado
reciente pueden ser los
elementos, como sucedió en la anterior elección presidencial, que impliquen la
diferencia.
Adicionalmente
en este mismo sentido, habrá que considerar que, cuando la elección está en su
etapa final siempre se hace presente la posibilidad de cambios en las
tendencias gracias al factor denominado voto útil, mismo que se significa por
un cambio de decisión del individuo, que precisamente y gracias a los reportes
de las encuestas, considera que el candidato o partido de su predilección no
está en posibilidad de alcanzar el triunfo y esto provoca que redefina sufragar
por alguno otro de los candidatos.
Con estos dos
argumentos sobre la mesa, la reflexión se inclina a voltear hacia ese mercado
electoral, es decir, al trabajo que candidatos y partidos tendrán que realizar
para poder hacerse atractivos mas allá de su voto tradicional, porque de alguna
manera el voto llamado duro de las tres fuerzas políticas en competencia, está
sobradamente calculado y estos segmentos al que nos referimos, los indecisos y
los que pueden cambiar el sentido de su voto, los volátiles, que representa
otro veinte por ciento adicional, podría ser el que incline la balanza en
cualquier sentido. Estamos hablando en términos prácticos de un cuarenta por
ciento de total que nadie puede adjudicarse.
Porque con los
datos actuales, mismos que ya están reportando modificaciones, a reserva de lo
que pasara al termino de la veda electoral y el inicio de las campañas, cantar
victoria en este momento podría parecer demasiado anticipado, para poner un
ejemplo, la preferencia real de la que hoy goza Enrique Peña Nieto, es la misma
que tenía en su momento Francisco Labastida Ochoa, por lo mismo y para asegurar
márgenes de maniobra, los candidatos presidenciales tendrán por obligación que
intentar trascender a sus militancias para buscar la simpatía de quienes aun no
definen su sufragio o lo pueden cambiar, por lo menos en materia de las
mediciones respectivas.
En este sentido
y en orden alfabético, a quien parece que le costara más trabajo acercarse a
este grupo de indecisos, es al Partido Acción Nacional, en función del
desencanto social por el desgaste de casi doce años en el gobierno, que ha dado
como resultado una profunda decepción, por su falta de oficio y corrupción
manifiesta. Para Acción Nacional el dato reportado es que un seis por ciento de
quien ha manifestado inicialmente en las encuestas que votara por el PAN podría
variar.
La izquierda por
su parte ha sido más consistente en sus propuestas, ha transformado su tono y exhibe un
comportamiento sobrio, acorde a la situación, que puede terminar por ser mucho
más atractivo por el margen de pluralidad y apertura. En este caso y
seguramente por estas razones, el escenario reportado de eventuales cambios de
sentido del voto en su favor, es mucho menor, es de solo del cuatro por ciento.
Finalmente, para
el Partido Revolucionario Institucional esta es precisamente una de las
coyunturas que requieren de mayor atención, primero porque según Consulta
Mitofsky, la empresa encuestadora que trabaja para ellos, el porcentaje de
simpatías manifestadas a favor del PRI, que son susceptibles de cambiar es muy
alto, el cálculo de preferencias volátiles es del once por ciento, situación
que podría modificar radicalmente la situación actual.
Dato que
seguramente debe ser tema de reflexión porque en los hechos, la plataforma
priista parece estar orientada exclusivamente a su militancia, abusando de los
constantes ataques y los señalamientos a sus competidores, a través de mensajes
soberbios, demasiado presuntuosos, que en vez de convencer al indeciso pueden
alejarlo aun más, e incluso terminar por perder a ese once por ciento con el
que hoy cuentan y se reconoce flexible.
Estos ataques
mediáticos, sirven para el solaz y el esparcimiento de su propia militancia, un
factor que se relaciona con el retorno del culto a la personalidad, tema que ya
hemos abordado en ocasiones anteriores.
Ahora bien hay
que apuntar que la intención de estas agresiones, para lo único que sirven para
quedar bien con el candidato, más que para lograr efectos reales tangibles, la
critica a los rivales no es por sí misma una propuesta.
Pareciera que
hay una desesperación entre los priistas, no por ganar más simpatías externas,
sino por ser cada vez mas punzantes en sus embestidas, pero sobre todo de que
estas sean del conocimiento del candidato o al menos de sus superiores
jerárquicos inmediatos, sean Alcaldes o Gobernadores, lo que desnuda un interés
por hacerse de un espacio de reconocimiento personal, cuando en realidad lo
único que se logra es crispar el ambiente, restarle seriedad y madurez, lo que
definitivamente no puede ser una estrategia acorde para encontrar más adeptos,
de los que ya cuentan, muchos de ellos por conveniencia.
Una expresión
fomentada por los integrantes de la inexperta e ineficiente nueva generación,
que contrasta y tiene muy preocupados a los estrategas priistas de cuño, que si
entienden de esto, porque estas actitudes conllevan al enfrentamiento estéril y
no abonan a la imagen que el propio candidato ha querido vender de seriedad y
respeto como corresponde, que es el argumento que se usa para convencer a los
indecisos y retener a los volátiles.
Evidentemente
este error de apreciación, perjudica la parte promocional a cambio de
establecer una especie de competencia al interior por la lucha de afectos y
posiciones entre los mismos priistas, desdeñando a muchos sectores de la
sociedad que al observarlos se decepcionan de su comportamiento.
Porque
lamentablemente la gran mayoría de estas expresiones, no van acompañadas de
ninguna propuesta, se remiten únicamente a clamar una victoria anticipada sin
argumento para ello y en todo caso como ya lo mencionábamos a atacar
permanentemente al rival, como si estuvieran en el segundo o tercer lugar de la
competencia y estuvieran haciendo un esfuerzo por posicionarse.
En esto hay que
diferenciar que aun y cuando esta actitud de, militantes, pero sobre todo de
funcionarios públicos y dirigentes del partido estatales y municipales, quienes
tendrían por definición la obligación de ser más prudentes y menos
pretenciosos, dista mucho de la que se asume en la dirigencia nacional del propio partido y de la
actitud del mismo candidato Peña Nieto, lo cual significa que no son parte de
una estrategia, sino como decíamos son una expresión equivocada producto de la
inmadurez política de una generación poco preparada para el poder, que no
termina por entender que en vez de contribuir a su victoria ellos mismos la
boicotean.
Evidentemente
como lo explicábamos, por su naturaleza y característica el segmento de los
indecisos y de los que pueden cambiar de decisión, hace materialmente imposible
cualquier predicción de comportamiento, pero tratándose en suma de un cuarenta
por ciento, sin duda pueden cambiar cualquier idea preconcebida, sin embargo y eso es lo que
exponemos, lo que sí se puede observar es como cada fuerza política trabaja
para acercarse a ellos y ganar su preferencia o perderla, el resultado lo
conoceremos hasta el día de la elección.