En
un país sin instituciones democráticas efectivas, esto es sin instituciones
estatales con capacidad de contrapesar la concentración de poder, cualquier
proceso electoral está férreamente condicionado por los intereses particulares
del hegemón imperante. En consecuencia, la campaña política derivada también lo
estará.
Ello,
desde luego, no tiene nada de nuevo en el reino de la satrapía bolivarista,
donde la dimensión electoral es básicamente instrumental para el afán
continuista del régimen, pero además la temporada comicial del 2012 también se
encuentra envuelta en un manto de incertidumbre, digamos que especial…
La
“variable oncológica” o la enfermedad del señor Chávez, tiene la primacía entre
los factores condicionantes del poder en relación con la fachada de
institucionalidad. Comenzando porque aún no se sabe a ciencia cierta si las
elecciones presidenciales se realizarán en la fecha anunciada del 7 de octubre
o más adelante.
Al
parecer, el estado de salud del presidente-candidato será lo decisivo al
respecto, sin que a las autoridades formales les importe mucho el cronograma
electoral en marcha o las disposiciones legales y reglamentarias sobre la
materia. Como tampoco les tiene sin demasiado cuidado el facilitar que los
nuevos votantes se inscriban en el registro, o que los electores del exterior
tengan debido acceso al REP.
La
“variable oncológica”, así mismo, puede ser determinante para confirmar la
candidatura natural del oficialismo o para presentar una alternativa. Lo que de
por sí se trataría de un asunto propio de la parcialidad roja, si no fuera
porque muy probablemente afectaría la escogencia definitiva de la fecha
electoral y por tanto la secuencia de fases correspondiente.
El
contrapunteo, abierto o solapado, de los aspirantes a una eventual sucesión es
la comidilla de los sectores afectos a la “revolución”. Y desde luego están es
su derecho, y quién sabe cómo terminará la lucha intestina para conservar los
privilegios. El partido, el ejército y la familia, y no necesariamente en ese
orden,
son las arenas principales del citado contrapunteo.
A
menos de 7 meses del 7-0, esa es la previsible realidad con el aditamento de
que el presidente-candidato tendría que alternar sus actividades, por razones
médicas, entre Venezuela y Cuba. Extrañezas de campaña dadas las ircunstancias…
Hasta
el presente, lo único verdaderamente definitivo de la campaña es que Henrique
Capriles Radonski es el candidato de la unidad democrática. Y no es extraño,
aunque sí grotescamente anti-democrático, que Capriles sea objeto de una masiva
ofensiva de desprestigio por parte de organismos públicos, como lo son los
medios oficiales, financiados por los impuestos de la población venezolana.
Extraña
campaña si las hay, esta del 2012. Las certezas institucionales están reñidas
con el despotismo habilidoso, y máxime ahora que los imponderables del destino
tienen tanto peso en elpróximo futuro del país.