. Ambos son un buen
capital que significan una base sobre dónde podemos construir, pero no mucho
más. Algunos han construido una gran potencia sobre unas islas desprovistas de recursos
naturales como Japón. Mientras otros, por falta del principal capital, un
recurso humano apto, perdemos enormes oportunidades y vemos derrumbarse lo
que tanto costó construir.
Las instituciones al
igual que los países, no son importantes por sus edificios, son importantes por
sus recursos humanos. Algo que todavía no alcanzamos a comprender ni siquiera
un poco. Ya que con buenos recursos humanos, es posible construir el edificio
que las contiene. Sin ellos, los edificios son unas cáscaras vacías
desprovistas de sentido.
Nuestra sociedad ha
sufrido un enorme vaciamiento, porque hemos mirado irresponsablemente como se
diluían nuestra cultura y como se vaciaba nuestra educación. Pensando que ambas
cosas no eran del todo importantes, aunque, de la boca para afuera,
sostuviéramos todo lo contrario. Creyéndonos, además, que ambas nuevas culturas
y nuevas pedagogías educativas, si es que así se las puede calificar,
constituían un signo de los nuevos tiempos, los que exigían que todo lo pasado
ya no sirviera para adelante, por lo que debía estar destinado a morir, para
dar paso a lo nuevo, que pujaba por nacer. Por lo que no nos importó cuando
fueran hechas añico, con el concurso de muchos propios que se comportaron
irresponsablemente como verdaderos idiotas útiles.
Lo peor es que aún
advirtiendo lo que nos pasa, es enormemente difícil retomar el rumbo perdido.
Porque la cultura que no se transmite a su debido tiempo, termina siendo
reemplazada por otra. De la misma manera que la comida que no se come, se
termina pudriendo. Impidiendo en ese estado, servir de alimento.
La nueva cultura y la
nueva educación, está impulsada por la fuerza enorme de quienes buscan que
finalmente se impongan, porque son convenientes a sus mezquinos intereses.
En este sentido, no veo
de qué manera se podría nuevamente impregnar a las nuevas generaciones de la
cultura del esfuerzo y del trabajo. Cuando quienes deberían hacerlo, se
muestran incapacitados para semejante tarea, porque consideran a ambas como un
castigo que debe evitarse. Pensando que las personas son más valiosas en
función de los bienes y los servicios que consumen. Donde las apariencias y la
imagen exterior, valen mucho más que los valores que habitan nuestras
interioridades.
Finalmente estamos
siendo devorados por la sociedad de consumo que en su glotonería nos termina
consumiendo, esparciendo sus excrecencias para seguir contaminándonos y
enfermándonos un poco más.
Eugenio García
http://gerenioblog.blogspot.com