La victoria comicial de Capriles en las primarias presidenciales ha sido
por partida doble: el 60% de la votación y la magnitud de la participación
electoral que, sin duda, superó las expectativas de la Mud y de Miraflores.
Tres millones de electores es una cifra que rebasa ampliamente el número de
votantes en las primarias realizadas por el Psuv en años anteriores.
Todas las encuestas daban ganador a Capriles, y sin
embargo ha causado impacto el efecto "tsunami" en la gran Caracas. El
punto es que no sólo se trata de un triunfo numérico sino que parece envolver
un mensaje de cambio político en el propio ámbito del espectro opositor. Con
las complejidades del caso que ya habrá tiempo de evaluar.
Las primarias han supuesto un éxito técnico y político
para la Mud, y ello es especialmente positivo porque ésta debería de mantener
un peso de gran importancia en el proceso electoral que ahora comienza. Las
tentaciones personalistas tienden a relegar el aporte de las instancias
colegiadas y unitarias, y esperemos que éste no sea el caso.
En adelante, el propósito central será derrotar
electoralmente a un régimen que controla férreamente el sistema electoral,
porque una cosa es el desempeño del CNE el día de los comicios --que podría no
merecer mayores observaciones, y otra muy distinta es el "eco-sistema
estatal-electoral" que se encuentra configurado para condicionar
resultados.
La campaña nacional que liderará el candidato Capriles
Radonsky tiene que sumar y multiplicar. Y en ese sentido conviene dejar atrás
un par de argumentos que bastante ruido hicieron en la campaña de las
primarias. Uno, la división ideológica entre derecha e izquierda, en verdad muy
brumosa entonces y más aún el día de hoy.
Otro, la separación forzada entre nueva y vieja
política, porque los cambios deben fluir de manera natural y no impuestos por
intereses mercadotécnicos y además repletos de inconsistencias y
contra-factuales. Al respecto, la plataforma principal de la campaña también
fue definida en las primarias y está integrada por los dirigentes legitimados
el 12-F, más allá de la ideología o el kilometraje.
Así mismo, la justa algarabía por la jornada primaria
no debe difuminar el hecho de que el régimen imperante en Venezuela es una
neo-dictadura, o una dictadura habilidosamente disfrazada de democracia.
Cierto que hay ventanas de participación y éstas deben
aprovecharse al máximo, pero también lo es que el entramado de poder de la
"revolución bolivarista" se fundamenta en el control hegemónico y en
el afán de continuismo.
El desafío de Capriles Radonsky es de marca mayor.
Convocar al conjunto del país para un cambio sustancial y hacerlo con coraje,
amplitud, realismo y esperanza. En verdad, ese desafío lo tiene toda la
Venezuela democrática, sin excusas ni excepciones.