La mejor forma de rehuir la responsabilidad consiste en decir: "Tengo responsabilidades". Richard Bach
. Richard Bach
El ser
humano reúne una cualidad que siempre me ha parecido fascinante: el autoengaño.
La escusa barata, el catálogo de frases para justificar la inacción ante un
hecho, forma parte del itinerario natural de cualquier persona. "No
se puede hacer nada" , "No
tengo otra opción", "No tengo tiempo para...", "Tengo otras
cosas más importantes que hacer", "No me incumbe", "No es
mi culpa", "no servirá para nada"....
Lo
curioso de este fenómeno no es tanto el hecho de conseguir convencernos a
nosotros mismos de una realidad que, sabiendo como es, somos capaces de
revolcar hasta sacar de ella cualquier atisbo de incomodidad en nuestra vida
diaria. Lo curioso es que este autoengaño lleva, las más de las veces, a una
pérdida de identidad y de perspectiva ante el estado de cosas cada vez mayor,
por lo que a largo plazo el beneficio existente es nulo, ya no tanto para cada
individuo (que también,ya que este autoengaño se aplica a todos los ámbitos de
la vida) sino para el conjunto de la humanidad. Nos decantamos antes por
desviarnos de la realidad aún a sabiendas de que, tarde o temprano, nos tocará
responder por nuestras acciones.
Escapamos
a lo incómodo, a lo que nos hace agachar la cabeza, mirar a a otro lado, echar
la vista a un lugar donde no percibamos lo que realmente siempre hemos sabido
que sucede. No nos gusta ser los malos de la película, y tampoco nos gusta que
los de nuestro alrededor también puedan serlo.
No hables
de política porque incomoda (¡y además ya hay gente que trabaja para ti ,para
que no tengas que pensar en lo que hacer con tu país!). No hables de pobreza
porque incomoda. No hables de guerra porque incomoda. No hables de explotación
porque incomoda. Y si dudas de algo, tampoco lo digas. Ni se te pase por la
cabeza levantar la voz.
En el
globo del autoengaño somos capaces de constituir una realidad que,valga
reconocer, produce efectos tan embriagadores que es más que lógico que se
constituya en un hábito de muchos hombres. Se trata del sedante más potente de
la razón, y además generada desde la misma mente para la misma mente. Lo
podríamos considerar un mecanismo de defensa: como no somos ajenos al
sufrimiento ajeno, nos desentendemos de ello como si la cosa no fuera con
nosotros.
Es
discutible ver que grado de responsabilidad podemos atribuirnos cada uno de
nosotros en la situación de nuestra época, y ello tiende a dejar que las cosas
fluyan por un cauce en el cual lo normal es no actuar, ni siquiera cuando algo
afecta directamente al propio individuo. Se tiende a ver como una situación
inevitable, por la que cualquier cosa que uno haga quedará en el olvido. En
gran parte no les falta razón a aquellos que piensan de esta manera. Muchos de
los intentos de modificar el estado de cosas son banales si se carece del poder
suficiente para promoverlos. Ahora bien, ello es una escusa cutre para perder
siquiera la intención inicial de luchar por un cambio de algo que entrevemos
como injusto.
Pero
esto último es absurdo. Si reconocemos que todos nuestros actos tienen un
impacto en mayor o menor grado sobre el estado de cosas, ¿qué nos hace pensar
que nuestro impacto va a ser inútil si actuamos?. Valga de ejemplo la imagen
que presento. Y sí, 50 son el número de esclavos que trabajan para mí, según la
web Slavery Footprint. El estudio se
realiza analizando los hábitos de consumo divididos en ocho campos principales:
niños (sí,los niños también contribuyen a tener más esclavos para
ti),hogar,comida,salud (se incluyen cremas,champús y demás complementos para
nuestra higiene),joyas,electrónica,deportes y ropa. En mi caso particular, la
electrónica se lleva la palma, y es la mayor impacto social produce en la
generación de esclavos. Pocos son los productos electrónicos que no pasan por
manos de una persona que trabaja en condiciones precarias. El coltan, material
exportado principalmente de la República Democrática del Congo, es un mineral
que se incluye en casi todos los dispositivos electrónicos. El hecho de que
este mineral esté considerado como un recurso no renovable provoca, entre otras
cosas, que desde 1998 se esté librando una guerra en el Congo. Las cifras de
muertes son poco menos que estremecedoras: 5,5 millones de víctimas. Y esta
guerra viene alimentándose por los intereses que occidente mantiene sobre la
exportación de este material.
Y esto
último, contribuyo simplemente consumiendo un producto. Entones ¿Qué sentido
tiene pensar que actuando no se provoca cambio alguno? Una cosa es que el
impacto no pueda medirse, y otra que no exista tal impacto. Cada acto
comunicativo, cada reflexión, puede producir un cambio de mentalidad sobre otro
individuo, y que este otro lo comunique al siguiente, y así sucesivamente.
Pensar que es algo que no está en nuestras manos es una postura muy cómoda. Y
como esta postura la comparte la mayor parte de la población, se pierde
cualquier remordimiento de conciencia.
Seamos
francos con nosotros mismos. Aunque no actuemos, reconozcamos por lo menos
nuestra cobardía a la hora de actuar. Digan lo que digan,nuestra tendencia es
reaccionaria. Incluso, le recriminamos al que actúa, embestimos ferozmente con
varias de las coletillas presentadas al inicio del artículo. Creemos dar
arengas basadas en nuestra experiencia "no lo hagas, no servirá de
nada", "te saldrá mal", "todo son trabas", "no
pierdas el tiempo"... y sin embargo estos reproches no
responden más que al miedo a lo nuevo, a la incertidumbre que una persona le
tiene al "que será" si hacemos lo contrario a lo que se supone que
tenemos que hacer (ya lo dije antes , callar).
Si eres
cobarde, por lo menos deja en paz a los valientes, que ellos ya se encargaran,
si lo consiguen, de intentar cambiar el mundo por ti.
P.D:
Hoy es San Valentín. Según
nos cuenta Isabel Ortigosa en el blog 3500 millones de El Pais, Colombia,
segunda exportadora de flores a nivel mundial, vende el 15% de la producción
anual en tan señalada fecha. Algunos detalles sobre las condiciones de trabajo
de las mujeres dedicadas a la floricultura:
"Según
un estudio de la Corporación Cactus, el 82,8% de las
empresas dedicadas a la floricultura en Colombia pide a sus empleadas
hacerse la prueba de embarazo, atentando contra sus derechos laborales,
sexuales y reproductivos. En la Sabana de Bogotá son varias las que exigen
además a sus trabajadoras el certificado de ligadura de trompas. Las enfermedades
profesionales son
frecuentes, pero rara vez reconocidas por las aseguradoras. Y cuando alguien
quiere reclamar, ¡sorpresa! A veces no saben ni a quién hacerlo. Más del 34 %
están contratadas por intermediarios."
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esclavos trabajan para míEste artículo ha sido publicado
originalmente en el blog:http://jservera.com .
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