Platón describía a Sócrates como una
persona que difundía su conocimiento preguntándole a la gente sobre las cosas
que pensaban a cerca de ciertos temas y a través de cuestionamientos
intencionados o capciosos lograba contradecirlos. De allí se desprende la idea
que uno de los hombres más sabios de Grecia fue Sócrates, y con su método más
de uno, como Gustavo Patros, llegó a la conclusión de “solo sé que nada sé”.
Uno de los diálogos más famosos lo tuvo Sócrates con Céfalo, cuando le
preguntó qué es la justicia; y Céfalo dijo que la justicia era decir la verdad
y pagar las deudas. Entonces Sócrates preguntó: “Si tomas prestada y sin
permiso la espada de alguien, deberás devolverla, ¿no es cierto? Pero, ¿qué
harías si supieras que la persona dueña de la espada se ha vuelto loca de
atar?” Céfalo admitió que se trataba de un caso excepcional y concluyó dos
cosas: primero, que en dicha situación la justicia significa no darle a alguien
lo que se le debe; y segundo, que no sabía lo que creía saber sobre la justicia.
Ahora, situémonos en la
ciudad-estado de Batenas justo después de elecciones en medio de gente con
túnicas blancas y algunas coronas de olivo. El sabio Sócrates preguntó ¿es
usted corrupto?, y el joven Patros respondió “no lo soy”. Dijo que nunca lo
había sido, que mientras ostentó cargos públicos siempre tuvo una hoja de vida
intachable y que precisamente uno de sus objetivos políticos desde que estaba
en al Ágora de la República fue su ejemplar batalla enfrentando sin descanso la corrupción política.
Sócrates le siguió
preguntando ¿cómo combate la corrupción?, y Patros sugirió que con actos de
probidad y denunciando a todos los corruptos. Añadió que con ayuda de los
ciudadanos y un equipo transparente, lo ha podido hacer desde hace un par de
años en su ciudad-estado. El brillante Patros, en un momento de reflexión
recordó, que uno de sus principales colaboradores movido por razones
egocéntricas y no por motivaciones morales, le proporcionó vital ayuda para
desmontar un cartel de corruptos que azotaba a Batenas dejando el Partenón a
medias, los pilares rotos, las columnas en medio de los caminos y la acrópolis
destrozada. Sin embargo, Sócrates le increpó: “si uno de los ciudadanos que le
ayuda a combatir la corrupción es corrupto ¿lo denunciaría?”, y con un experto
discurso sobre la relatividad, fruto de su paso por la academia y la influencia
de los espartanos, Patros admitió que existen excepciones; y mencionó el
ejemplo de la rebeldía como exclusión a la norma cuando la causa del individuo
se considera justa. Terminó diciendo que si un ciudadano le ofrece desmantelar
el carrusel de la contratación de la acrópolis prefiere no denunciarlo,
mientras le ayude a denunciar a otros. Inclusive, por un momento se atrevió a
tenerlo en cuenta políticamente; hecho que animó a retomar el debate de la
ética en los asuntos públicos.
En este caso, combatir la
corrupción requiere de no denunciar a todos los corruptos concluyó Patros y
sumergido en su propio razonamiento, demostró que desconocía lo que creía saber
sobre la lucha anticorrupción. Por su parte, Sócrates terminó su argumento y
luego abordó a otra persona.
Algunos curiosos concluyeron
que plantear preguntas, encontrar faltas y convencer a Patros de que no sabe de
qué habla, podría parecer un método muy negativo utilizado por Sócrates. Sin
embargo, poner a prueba lo que se cree y analizarlo concienzudamente condujo a
pensar que la mayor parte de las cosas que se creen saber no lo son. Otros
dijeron que Patros era uno de los discípulos más adelantados dentro de la
escuela racional, que tomaba decisiones en función de las posibilidades de
aumentar sus preferencias y que sus objetivos apenas estaban comenzando. La
opción de ser percibido ante los ciudadanos como un denunciante de la
corrupción frente al costo de separarse de su antiguos colegas, incluso
dejándose asistir por colaboradores con sed de venganza, hacían de Patros un
ser calculador y con un llamativo criterio de la maximización de la utilidad.
La única preocupación para los filósofos de la época consistía en entender cómo
la geometría política en ocasiones podía dejarse por fuera los conceptos
relacionados con la ética y la moral.
Después se escuchó a un
efebo gritando como loco “ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón”,
todos querían dialogar sobre política y ética; mientras tanto, el joven y
brillante Patros ya sabía lo que tenía que hacer y con media mirada fija se
quedó buscando a Sócrates que perdido estaba entre la multitud.