En la vida pocos aprendemos
desde la juventud la experiencia del subir y bajar de la rueda de la fortuna, o
como dice la canción “cuando sube se siente bonito, pero cuando baja eso duele
mucho” (El Columpio). El estar arriba es no bajar de la nube, no
recordar que hay un suelo; el mismo que pisamos todos. En el que todos somos
iguales; personas con errores, con los mismos derechos pero oportunidades
diferentes. Estar arriba (o muy arriba) puede ser el caso de un político o
funcionario; cree que el puesto que ocupa será eterno, en el que olvida un “por
favor”, en el que olvida agradecer. Es el político que sólo saluda al hijo de
su amigo político cuando usa camisa y zapatos bonitos, aquel empresario o
funcionario que desprecia a las personas que limpian oficinas sólo por su
condición física, por tener ese puesto.
Cuando el columpio baja, es
cuando se cierran puertas, cuando los “amigos” estarán ahí, y cuando
identificaremos a las personas que encajan en el siguiente aforismo: las aves
de rapiña están en la familia. Cuando un exsecretario pierde terreno en
decisiones, cuando dejan de saludarlo, cuando pierde lugares en la primera
plana… Muchos hemos y han llegado a olvidar que antes que nada, somos seres
humanos, que tenemos los mismos derechos, que merecemos respeto.
Los modales de casa, el
tacto y una extrema delicadeza, van estampando el Savoir faire (saber hacer, del francés). Es algo que se puede
inculcar desde muy corta edad. Quizá algún embajador, cónsul o funcionario de relaciones
exteriores comenzó a cultivar esa habilidad social desde que era muy pequeño. La
diplomacia lleva consigo la buena educación, el respeto, la sensibilidad y
hasta encanto, siempre algún sello distintivo para inspirar confianza.
A falta de Savoir
faire, se pierde en decisiones políticas; se pierde presupuesto para
ciertas obras, se pierden votos para aprobar iniciativas, y reformas. A falta
de destreza y habilidad social se puede perder una candidatura, se puede perder
una calificación importante. El Savoir faire
en abundancia, puede traer mejores consecuencias; algún puesto nuevo, más
votos, presupuesto para algún secretario de estado, y hasta menos ríspida puede
resultar una relación entre políticos. Se dice que una primera dama, puede
haber sido no muy exitosa y hasta escandalosa, carente del Savoir faire, en tanto, es evidente que otra ha tenido más
habilidad y temple necesarios para su posición, prueba de esto es que ha tenido
una trayectoria interesante… Como al jugar ajedrez, la reina sobresale. Puedo citar
un claro ejemplo de dicha habilidad: “Así pues, queda claro que cuando se es
respetuoso de la pluralidad, la diplomacia parlamentaria permite que en los
foros interparlamentario se proyecte, sin rompimientos innecesarios, una visión
equilibrada de México” (Iresy venires de la diplomacia parlamentaria,
Rosario Green).
El savoir
faire lleva en su adentro esa autocrítica… Está implícita, pues no se puede
continuar ascendiendo después de analizar los errores y enmendarlos. “La crítica es algo sublime. Es digna tan
sólo de los genios” (Diario de un genio, Salvador
Dalí). Un estratega tiene una o
varias soluciones en caso de complicaciones; es cauteloso. El Savoir
faire lo han sabido aplicar la mayoría de los líderes, pocos lo han hecho
desgraciadamente con diversos atropellos, pero que sea a costa de sonrisas, con
el respeto a los derechos humanos, con sencillez y humildad. Sin dejar el piso,
sin tensar demasiado los músculos, respirar y sonreír… Sonreír no cuesta.