Seguramente ha escuchado
esta expresión popular, o quizá la ha usado para achicar o desmerecer con
indisimulada envidia el triunfo de alguien... “piojo resucitado”, “Así
cómo suben caen”, “quién lo vio y quién lo ve”, “se cree el hoyo del queque”, “en
algo turbio ha de andar”, “se le dio fácil, así hasta quién”, “pero, igual se
le nota la ojota.”, son algunas de las expresiones comunes que evidencian la
mala leche de los chilenos frente a cualquiera que se distinga o salga del
montón, que se anima a hacer cosas distintas y que logra un determinado grado
de felicidad.
Sería un lugar común
referir este comentario al mundo frívolo del espectáculo. Prefiero ubicarlo en
la vida diaria, en la cotidiana experiencia del pelambre que cunde como la mala
hierba, que constituye el gran deporte nacional. Si a eso le agregamos una
buena dosis de individualismo y competencia tipo ninja, muy propia del “sálvese
quien pueda” de la sociedad de mercado en que estamos sumergidos, entonces
tendremos un elixir de miedo, que se ubica justo en el corazón de nuestra
idiosincracia.
En la vida pública o
social abundan los saludos amistosos que son más cínicos que saludos de
boxeador. Con una sonrisa en los labios se desliza la daga más refinada. ¿Mediocridad
ambiental?
Parece que hay mucho de
eso. Una vocación a ser masa que molesta, un afán instintivo de echarle el
avión abajo a la gente emprendedora. Pero al final, mire Ud. la gran distancia
que termina separando a los envidiosos de los triunfadores.
Culturalmente no estoy de
acuerdo con la idolatría a personas, cualquiera sea su actividad. Creo que el
desarrollo de equipos, sean de deporte, de estudio o de trabajo, siempre exige
que las personas den lo bueno que tienen para beneficio del grupo. Sin embargo,
cuando alguien le gana a la vida, logra metas, es feliz, uno debe alegrarse y
no endilgarle su éxito a la suerte, porque la mayor cuota en todo es siempre de
sacrificio.
Por mucho que se diga por
allí que estamos como para jugar en las ligas mayores, sea como juagares o
dragones, la verdad es que esta característica nacional de envidiosos y
resentidos está muy lejos de lo que es un pueblo con seguridad en sí mismo y
autoestima positiva.
Y para comprobar todo lo
dicho, escúchese Ud. mismo diciendo al fin de esta lectura...Y éste, ¿de qué se
las quiere dar?...buenas tardes.
Fernando Edmundo del Cármen Laredo Cárter, Escritor
Al contrario, Sr. Narbona, su descripción del caracter chileno es exacta, e implica una larga serie de defectos, entre los cuales habrá que mencionar hasta una falta de caridad con el prójimo, caridad que afortunadamente se logra manifestar en las camapañas de la teleton o para ayudar a gente en desgracia por los terremotos.