Suelo escribir los domingos, pero este martes se merece un comentario especial.
Hoy, se ha aprobado la llamada Ley Sinde
por una mayoría aplastante de políticos siguiendo las líneas indicadas
por sus respectivos partidos. PSOE, PP, CIU, acostumbrados a mantener el
poder demasiado tiempo, han incurrido en la soberbia de pensar que
ellos y solo ellos son la voz del país sin que vayan a tener que sufrir
ninguna consecuencia. Al contrario, seguramente el PP se frota las
manos, sonriendo mientras siente que empuja al PSOE al precipicio de su
destrucción. Si no está el PSOE, piensa, estoy yo. ¡Estos tontos son de
olvido rápido y además no tienen más opciones! Rajoy ya se siente
presidente, como ha comentado en algunos medios. A la tercera, va la
vencida. Y el PSOE, abrumados todos por la crisis de la que seguramente
no hubieran podido salir en cualquier caso, corren a asegurarse los
futuros puestos de trabajo privados, con sueldazos a sumar a las
injustas pensiones que se van a llevar.
Han creado la CENSURA. Sin hacer caso de las peticiones reiteradas de los ciudadanos, sin hacer caso de los principios de libertades y garantías que acordamos en la Constitución, sin hacer caso de nada más que de sus intereses privados.
Me gustaría creer que no nos engañan, a
ninguno. Que internauta o no, todos ciudadanos, estamos viendo cómo un
gobierno ha decidido que le compensa legislar contra la Constitución.
Que viendo o no cine, leyendo o no libros, escuchando o no música, todos
nos percatamos de como el “otro” partido acostumbrado al poder (algo
forzado artificialmente porque el bipartidismo es tan bueno para el
negocio como lo son tener sólo 40 Principales y ni uno más), ha basado
su estrategia en un argumento apuntalado en el engaño y la manipulación,
por el que deberían retirarles el título y obligarles a volver a la
Universidad, donde quizá alguien sea capaz de enseñarles que no se puede jugar con la letra de la ley para vulnerar el espíritu de la Constitución.
Y, en definitiva, que todos sabemos que nos están vendiendo.
Porque, lo que subyace en todo este
asunto, como bien nos consta a todos, es defender los intereses de
grupos privados, especialmente los amigos del gobierno (como son amigos
todos los que tienen poder y dinero, lo han dejado bien claro), las
grandes empresas que basan su riqueza en derechos de propiedad
intelectual y su estrategia en la manipulación y control de los medios.
Es así, y de ninguna otra
manera: el negocio de estos cuatro millonarios no podía convivir con el
progreso por lo tanto, frenamos el progreso, atamos la sociedad. Esto,
no es demagogia. La demagogia es hablar del autor y del electricista
para justificar la ley Sinde. La demagogia es quejarse del todo-gratis
evitando que el mercado se transforme en las condiciones que las nuevas
tecnologías permiten, “porque mi amplio bolsillo, acostumbrado a otros niveles, no va a llenarse al mismo ritmo” y, por tanto, me parece bien, a mí, progre de antaño, que se instaure la censura en el país.
El objetivo de esta polémica, que no de la ley, es doble: desviar
la atención del injusto cobro del CANON que recaudan para una empresa
privada y que deberían haber retirado pero mantienen a toda costa (nos están robando, día a día, a todos, llamándonos ladrones mientras lo hacen), y desvirtuar por completo la función judicial, un DERECHO FUNDAMENTAL, buscando minusvalorar la capacidad de la justicia de oponerse a sus decisiones partidistas.
Los jueces no decían lo que ellos querían.
Bien, han movido ellos: han quitado los jueces.
Parecía increíble, inconcebible imaginar algo así pero, claro, los
lobbies tienen demasiado poder y los políticos demasiada ambición.
¿Qué haremos los ciudadanos al respecto?
Me decían en Twitter hace poco que tanto
discutir por la ley Sinde no tenía sentido. Que temas como la Reforma
Laboral o la Educación eran más importantes. A mí, esos planteamientos
no dejan de sorprenderme: desde el momento en que un gobierno no
respeta los DERECHOS FUNDAMENTALES de sus ciudadanos, las tropelías que
pueden llegar a hacer en cualquier materia que toquen, pueden ser… pues
como la ley Sinde. Meternos la censura por la fuerza, a la
espera de la famosa ACTA que pende como un cuervo de mal aguero.
Transgrediendo las bases mismas de nuestra Democracia.
En serio, todo lo demás, es secundario.
Está claro que, en todos los terrenos,
el nepotismo y el amiguismo es la práctica política fundamental que
sufrimos los ciudadanos. Algo a lo que parece que hay que acostumbrarse
“porque sí” y contra lo que una y otra vez te queda un mal sabor de boca
y la impotencia de no poder hacer nada. Contra esos delincuentes que
embaucan y se ríen de las expectativas puestas en ellos no se hacen
Comisiones de acción rápida, no se crean soluciones que eviten los
jueces y les impongan de inmediato las duras penas que se merecen. Al
contrario: aquí nadie es responsable en cuanto consigue un puesto de
responsabilidad. Ahí ya puedes frotarte las manos que, hagas lo que
hagas, ya nunca te pasará nada realmente malo, no responderás como el
resto de los mortales. Lo único que se corresponde de verdad con la
supuesta naturaleza del cargo, es el sueldo.
Los diputados y senadores que han votado
contra el sentir de todos se vanaglorian, con toda seguridad, de haber
actuado “como era debido” frente a una sociedad que… ¿perdón? ¿Políticos
actuando al margen de la sociedad? ¿Cómo se llama eso?
Si los partidos no representan al pueblo, porque esos grandes lobbies de
la comunicación, el entramado económico que los catapultan con su
masiva publicidad, son los que mandan, ¿dónde está la democracia?
A pesar de todo, por muy negro que lo
veamos, tenemos una opción. Tras tantos años de dictadura, aquí ni Dios
quiere parecer el tirano, no descaradamente. Se juega en el juego de
“votemos” que somos muy demócratas hasta que les tocáis la cartera a los
que dicen qué leer, qué ver, que escuchar, y votamos a los grandes
porque son los que ponen más autobuses y regalan más cosas. Regalos
envenenados, a ver si aprendemos a reconocerlos.
Quizá va siendo hora de que les demos a
los políticos de este país una lección sobre quién manda. Recordarles
que están a nuestro servicio, no a la inversa.