Este año,
que ya fenece, fue de aprendizaje para muchos.
Para las instituciones educacionales porque tenían educandos más
esclarecidos y con mayor capacidad de liderazgo que el que suponían, terminó
por movilizar a todo un país; las grandes empresas y gremios porque debieron
tomar posiciones frente a la corrupción de sus pares y ante una inminente
reforma tributaria que les afectará -si es real- su propio patrimonio; el
gobierno pues ha internalizado que “otra cosa es con guitarra” cuando se trata
de enfrentar la delincuencia, de equilibrar su programa con problemáticas
emergentes y hasta urgentes, o simplemente de ajustar a la baja el crecimiento
económico -insistentemente propalado- de un 6 al 4 por ciento; la Iglesia
católica porque fue incapaz de superar una elocuente crisis moral sobre todo
después del caso Karadima; la política chilena, de tan baja calidad, porque
tanto en la Concertación -que agoniza como tal por su irrealismo e ineptitud-
como en la derecha porque protegió de forma imberbe, hasta lo insólito, a una
Intendente que abusaba de su cargo, y a un alcalde que rendía homenaje a un
asesino como Krasnoff, condenado ese mismo día por los tribunales de justicia a
más 140 años de presidio: en ambos casos se dijo que era un “error” de esas
autoridades.
El país cambio. Fue la rebelión de la más diversa sociedad civil chilena
contra un sistema, prácticas, conductas monopólicas e instituciones, a lo menos
anquilosadas o anacrónicas.
Chile ya no es el mismo. Existe una diáfana toma de conciencia de las
chilenas y chilenos sobre las desigualdades, lo abusos y la intolerancia. La
ciudadanía se posiciona con nuevas demandas sociales. Se aspira a un país menos
oligárquico en lo económico, político y cultural.
El 2012 se abre en Chile con un mundo lleno de interrogantes para la
política. Las elecciones edilicias, de Consejeros Regionales y, el 2013, los
comicios parlamentarios y presidenciales, notifica que el tiempo se acaba para
el actual gobierno –a poco andar tan “plano” como la Concertación-; para el
actual modo de hacer política, y para una institucionalidad que no incluye a la
inmensa diversidad de chilenos y chilenas.
Si no hay un giro real en Chile en el 2012, la gran disyuntiva ciudadana
será oportunismo y populismo versus credibilidad y gradualidad de los cambios;
de mantener las desigualdades existentes o encaminarnos hacia una sociedad más
igualitaria, o de igual libertad para todos.
Aún hay tiempo entonces de corregir el rumbo. Al parecer es lo que el
Presidente intenta al reunirse con los ex presidentes de la República. Son
demasiados evidentes ya para la ciudadanía chilena, las triquiñuelas del
desgaste, del slogan fácil, del empatar al adversario, del bono o beca de
emparche, o de distraer la mente para que no cambie nada.
La gran disyuntiva, está planteada. El 2012 ya empieza… El 2011 nos
dejó un nuevo Chile.
*Magister en Gerencia y Políticas Públicas. Universidad Adolfo Ibañez.