El 2011
no fue un año cualquiera para los despotismos del mundo. La notable “primavera
árabe” o la insurgencia político-democrática en buena parte del Medio Oriente,
así lo confirma. Los regímenes del tunecino Ben Alí, del egipcio Mubarak, del
libio Gaddafi y del yemení Saleh, ya pertenecen a la mala historia. A punto
también está el sirio de Assad y los vientos de cambio, así sean difusos,
soplan con fuerza en esa parte del planeta.
Pero las primaveras políticas parecen no detenerse en la vasta
región islámica del norte de África y el Asia árabe. En algunos Estados
centro-asiáticos de la antigua URSS, ahora de corte capitalista pero gobernados
por camarillas autocráticas, se comienza a sentir la resistencia social que
podría generar cambios de sustancia. En Irán la teocracia ortodoxa logró
controlar la erupción política de 2009, pero el malestar continúa y aumenta.
El “putinato” de la Federación Rusa está probando el sabor de la
protesta política y ello podría modificar el patrón de fraudes electorales que
le sirve de fundamento, entre otros pivotes. El variopinto movimiento de los
“Indignados”, en ambos lados del Atlántico, puede y debe conectarse con estas
nuevas corrientes que expresan su rechazo frente al estamento establecido, así
estos conserven legitimidad democrática de origen y desempeño.
En China, la liberalización económica poco a poco fortalece las
expectativas de liberalización política, y el tema de la lucha por los derechos
humanos gana terreno a pesar del sistema de controles sobre la opinión pública
y las redes sociales. El artista y activista Ali Weiwei se está haciendo tan o
más conocido que los jerarcas Hu Jintao o Wen Jiabao, y eso no es poca cosa. Y
corren las apuestas sobre si el bisoño Kim Jong-un logrará preservar la
tiránica dinastía familiar en Corea del Norte.
Más cerca de nosotros, en la Cuba castrista, la procesión va muy
por dentro, pero va. La anunciada visita del papa Benedicto XVI es un signo
alentador, porque la Iglesia cubana se ha venido convirtiendo en el
interlocutor de un régimen acostumbrado a imperar sin interlocutores. Las
tímidas reformas económicas del general Raúl Castro, acompañadas por una
incipiente descompresión de las comunicaciones, pretenden oxigenar una
hegemonía ya históricamente exhausta.
¿Habrá en el 2012 una “primavera cubana”? Imposible de
predecirlo, así el castro-comunismo esté encadenado a la senilidad de los hermanos
Castro Ruz. ¿Y dónde queda Venezuela en el tema de las primaveras políticas? Al
fin al cabo, hay elecciones pautadas para octubre, la “variable oncológica”
sigue sobre la mesa, y la oposición política ha conseguido forjar una
plataforma unitaria.
Posibilidad de cambio la hay, y acaso con más perspectiva que en
otras encrucijadas de los 13 largos años de la llamada “revolución”. Pero aún
tiene que sustentarse en una convocatoria de lucha que le de fuerza al camino
electoral, que denuncie claramente la naturaleza del proyecto de dominación que
aprisiona a Venezuela, y que proponga una alternativa de fondo hacia el futuro.
Las primaveras políticas, a diferencia de las estacionales, no ocurren por
fenómeno natural sino se conquistan por la voluntad popular.
Andrés Rivera, Otra
Será un 2012 muy interesante para todos los movimientos sociales que han surgido durante el presente año.
Pero más allá de que se sigan extendiendo a otros países, el desafío está en la vigencia y respaldo ciudadano de ellos, y por sobre todo en la efectividad de alcanzar sus objetivos por los cuales han sido concebidos.