A la llamada “revolución bolivarista” no se
le puede regatear su capacidad propagandística, sin duda una de las claves
principales para entender su prolongado sostenimiento en el poder. Y en estos
meses iniciales del 2011 se ha venido desplegando una importante operación de
relaciones públicas con el fin de enjuagar un tanto la imagen despótica del
régimen en funciones.
Una académica en Estados Unidos preguntaba
en estos días por las motivaciones de la liberación de algunos presos políticos
y por las ofertas de diálogo que reiteran, a su manera, distintos jerarcas del
Estado, incluyendo al propio señor Chávez. Y la respuesta no está en ningún
supuesto cambio sustantivo, sino en la necesidad de combatir las matrices de
opinión, tanto nacionales como internacionales, sobre la naturaleza dictatorial
del sistema que impera en Venezuela.
En especial después de la razzia de finales
del 2010, en la que se despojó a la nueva Asamblea de sus poderes
fundamentales, se habilitó al mandatario miraflorino para legislar sin
contrapeso, y se dictaron un conjunto de leyes para empoderar aún más al Estado
en el campo de las restricciones informativas y comunicacionales. En suma,
luego de que la “revolución” reforzara los candados de su “jaula
institucional”.
De entonces para acá, aconteció el efusivo
llamado al diálogo nacional que hiciera el señor Chávez desde la Asamblea
Nacional, así como también tuvieron lugar las “interpelaciones o comparecencias
parlamentarias” de sus ministros, con el fin de crear la impresión de un
gobierno que rinde cuentas y debate con la oposición política...
Encima, el cambio de titular en la cartera
de educación superior y las publicitadas reuniones de la ministra Córdova con
autoridades universitarias, buscan bajarle la temperatura a la paila de los
conflictos en el sector, desde luego que con la mazo pendiente del
hiper-intervencionista proyecto de ley de universidades, por ahora colocado en
el repertorio de los potenciales decretos habilitantes.
Y en ese contexto debe entenderse la
decisión gubernativa de liberar a un grupo destacado de presos políticos, al
calor de las legítimas presiones de los estudiantes en huelga, sin cuyo enorme
esfuerzo personal aquéllos prisioneros continuarían encarcelados al margen de
toda legalidad. Al respecto, es tan crasa la evidencia de la prisión política
en Venezuela que, al igual que en Cuba, el régimen entabla negociaciones para
soltar a algunos y proyectar un talante humanitario.
Ahora bien, tan habilidosa campaña también
tiene otro fundamento, y éste tiene que ver con el inicio de la temporada
electoral con miras a los comicios presidenciales del 2012. El afán continuista
del oficialismo requiere de ampliar su desmejorada base de sustento y para ello
necesita diluir, al menos en parte, esa faz de extremo sectarismo autoritario
que se ha ganado con plena justificación.
Ojalá y no se caiga en la tentación, por
enésima vez, de considerar que ahora sí como que las cosas están cambiando
hacia las coordenadas de la gobernabilidad democrática. Nada más lejos de la
realidad, aunque la propaganda se empeñe en seguir confundiendo para provecho
exclusivo de su proyecto de dominación. Cuidado con la tierrita en los ojos.