Sinonimia

SINONIMIA

 

. Son dos nombres o verbos que significan una mesma cosa, con alguna diferencia de más o menos, en cuyo caso se comete la figura dicha synonymia [...].

Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española.

-El otro día -dije entrando en casa de mi vecino, bien pertrechado con dos botellas de buen vino- me sucedieron varias cosas que, al final, me hicieron sonreír, con un cierto toque de melancolía.

-Por las botellas que ha traído usted -apuntó sonriendo- me temo que me las va a contar con todo lujo de detalles.

-Procuraré no cansarlo. Y si lo hago no tiene más que decirlo.

-Ni me cansa ni me aburre. Adelante con los faroles. Voy descorchando la primera botella. Y sí, tiene usted toda mi atención.

-Estaba yo cansado de leer y de estudiar -comencé- cuando se me ocurrió conectar la tele.

-¡Vaya! -exclamó llenando las copas- eso es toda una novedad.

-Sí, lo es. Además estaban retransmitiendo un partido de fútbol, ¿Y se lo puede creer? Lo vi todo entero, de cabo a rabo.

-Difícil me lo pone. Mi fe no llega para tanto. Pero teniendo en cuenta quien lo cuenta nos creeremos el cuento.

-Graciosillo está usted; y eso sin haber catado el vino todavía. No. Verá como lo entiende enseguida: jugaban dos equipos femeninos de fútbol, uno español y el otro alemán. Y entre las jugadoras alemanas hubo una chica que me llamó especialmente la atención.

-¿No se me habrá enamorado usted? -preguntó risueño y elevando su copa.

-No, no es eso -dije contestando a su brindis-. Además, sería un amor imposible. Esta chica, muy joven, iba peinada con una preciosa trenza rubia. Me acordé enseguida de la diosa Δωρίδος ἠυκόμοιο Dóride de hermosa cabellera. Y vi todo el partido por mor de ver a esta jugadora. Pero es que luego salió otra, española en este caso, también peinada con unas hermosas trenzas, y encima la chica se llama Athenea. Aquello ya fue demasiado.

-Es decir que estuvo usted más en el Olimpo que en el campo de fútbol.

-Todo es posible… Luego, cuando acabó el partido, con triunfo hispano, cansado todavía, estuve consultando una revista electrónica. Aparecían en ella varias fotos de una joven actriz. Me impresionó. Me pareció bellísima. Me atrajeron, sobre todo, sus mejillas. Y vuelta a la misma: me acordé de la diosa Ceto de hermosas mejillas, Κητὼ καλλιπάρῃον.

-Me tranquiliza usted con sus citas: por un momento he llegado a pensar que se estaba desviando del buen camino. Aunque sin ánimo de ofenderlo, y como decían en mi pueblo, “Ya es viejo Pedro para cabrero”.

-No me ofendo. Pero nunca se es viejo para enamorarse de una joven. Yo también me sé aquel de “Al burro viejo, hierba tierna”.

-Ni para casarse tampoco. Si nada usted en la abundancia seguro que encuentra hierba jugosa y tierna.

-Se ha empeñado usted en desviarme de mi tema, sin duda alertado por las dos botellas de vino.

-Me ha traicionado el subconsciente. Perdóneme. Y siga con aquello que quería contarme.

-El otro día si lo recuerda -dije tras vaciar mi copa de un trago- me estuvo hablando de “manos puercas” como sinónimo de corrupción.

-Sí, lo recuerdo.

-Pues bien, entre bellas trenzas y hermosas mejillas, recordé una clase, en la facultad, en la cual un profesor afirmó que, en realidad, la sinonimia no existe: no es lo mismo decir pato que ansarón o ganso. Aunque signifiquen lo mismo, pocas personas habrán oído la voz ansarón sinónima, también, de ganso.

-Pero yo, querido amigo, no le hablé de patos.

-No. Me habló de manos puercas, de corrupción. Pero convendrá conmigo en que no es lo mismo utilizar manos puercas que corrupción...

-Evidentemente hay una enorme diferencia.

-La hay. Y entonces, visto el partido femenino de fútbol y la chica de las hermosas mejillas, me acordé de aquella lejana clase y de la etimología de puerco. Y me pregunté, a renglón seguido, cuál era la de cerdo, gorrino, cochino, marrano y tocino, sinónimos, como sabe usted, de puerco.

-Lo de tocino como sinónimo de puerco no lo había oído en mi vida.

-Lo oí siendo joven. Cuando recorría el país cargado con la mochila y con una enorme curiosidad. No sé cómo, pero una tarde terminé hablando con un señor, tocado con una boina y fumando sin cesar. Me dijo que tenía una granja de tocinos. Al principio no lo entendí; vi una granja en la que pendían del techo trozos de tocino. No tenía sentido. Se aclaró todo en las frases siguientes. Estaba hablando de una granja de cerdos o puercos.

-Con perdón, como diría Cervantes, por lo de puercos. A mí me pasó algo parecido en un pueblo del norte. En un bar pedí un plato de olivas. El camarero me miró con cara de palo. Le señalé el tarro lleno de olivas. “¡Ah, aceitunas!” -exclamó el buen hombre-. ¿Por qué esa disparidad de palabras?

-Tiene una explicación: de olivo debía derivar oliva, y de oliva, óleo… De verdad, es curioso esto. Y creo que aquel profesor tenía razón: la sinonimia no existe: aceite proviene del árabe. Parece que, en algún tiempo, hubo cierta confusión en la pronunciación entre ollo, ojo, y olio, aceite. Así que el árbol griego por excelencia, símbolo de Atenea, terminó por dar frutos árabes, aceitunas, que no se confunden con los ollos, sean estos negros o verdes. Y el óleo ha quedado relegado para los pintores y para moribundos y demás gente camino del Hades.

-Curioso esto de las lenguas. Sirva más vino y siga, por favor.

-En relación con lo que ha contado usted de las olivas y las aceitunas, está la anécdota que nos contó un profesor gallego: se metió en un bar, en Valencia, especializado en cocer al vapor moluscos bivalvos, y pidió un plato de mejillones. También lo miraron como se puede mirar a un idiota. “Aquí -le explicó en simpático camarero a punto de estallar en carcajadas- no tenemos mejillones”. El profesor entonces señaló una bandeja de enormes clóchinas. Y lo mismo: “¡Ah, clóchinas!” Anécdotas paralelas.

-¿Quién dijo aquello de que viajar cura el nacionalismo?

-No lo recuerdo. Sé que pasé una noche muy divertida, y no por las chicas de las hermosas trenzas: busqué la palabra cerdo en todos los diccionarios. Deriva de cerda, el pelo del cerdo y el del puerco… Y entonces me dio por recordar la palabra cenobio y allegados: monasterio, convento… Y creí descubrir una contradicción: cenobio, del griego, quiere decir vida en común, de κοινός, común, y βιós, vida, vida en común. Pero ¿Y monasterio? Deriva de μόνος que significa "solo" o "único". O de μονάζειν, vivir solo.

-Pero en los monasterios nadie vive solo…

-El tiempo, querido amigo, no perdona ni a las palabras. Todo cambia, cuando no se producen confusiones entre unas y otras. Y se toma almario por el lugar donde se guardan las almas. Como si algo así fuera posible.

-¿Por qué no hace usted oposiciones para entrar en la Real Academia Española de la Lengua? -me preguntó sonriendo y descorchando la segunda botella. Se estaba divirtiendo el hombre.

-Porque suspendería, amigo mío. Todo esto no son sino entelequias y tonterías de un aficionado. Además, creo que en ese lugar no se entra por oposiciones.

-Bueno, pues sea como sea, a mí me gusta mucho que me hable de estas cosas, y me explique el origen de las palabras. Y más si estas van aderezadas con buen vino, como es el caso.

-Es un asunto -dije tras probar el segundo vino, distinto del primero- que a mí cada vez me apasiona más. Por eso mismo me gustaría ser rico, y dedicarme, todo el santo día, a estudiar e investigar. Las lenguas, en mi caso.

-Una pena que ya no exista el mecenazgo. Si tuviera posibles, lo financiaría.

-Es mejor que no. ¿Y si lo decepcionaba? -dije arrepintiéndome de mis palabras anteriores.

-Tiene tendencia usted a infravalorarse y a temer a los resultados negativos. Y ya que me hablaba usted de deportes, le recordaré algo que dijo algún filósofo griego. Sí, no ponga esa cara, yo también he leído algo de estos hombres. Vino a decir que él era más importante para la ciudad que cualquier deportista por muchas olimpíadas que hubiera ganado: sus lecciones aprovechaban a todo el mundo, y el levantar pesas o meter una bola en un agujero, sólo lo beneficiaba a él, al deportista.

-Pues viendo los gestos de los espectadores durante el partido de fútbol, yo no diría eso. Algunos, por sus caras y gritos, parecía como si estuvieran teniendo orgasmos en sesión continua; otros chillaban y vociferaban como monos encerrados en una jaula. No era aquella la catarsis del teatro griego, desde luego, pero no dejaba de ser catarsis. Del peor género, sin lugar a dudas. Pero catarsis al fin y al cabo.

-De todas formas, y siempre lo he pensado, aquel filósofo no tenía razón: sus lecciones, igual que sus indagaciones sobre la lengua, no benefician a nadie. Nadie lo leía ni lo escuchaba. La palestra, por el contrario, estaba llena a rebosar. Tampoco lo oye a usted nadie. Es más, algunos, si lo oyen, incluso lo tildarán de loco o de friki, que todo pudiera suceder. Nadie, en su sano juicio, tilda de loco a un deportista. Y beneficia a mucha gente, no crea.

-Me lo creo. Pero como ha dicho usted antes, ya es viejo Pedro para cabrero. Además, soy un hombre de costumbres: voy a seguir, pues, con el estudio de las lenguas. Ya no tengo edad para saltar o correr detrás de una pelota… Tempus fugit irreparabile. Si no beneficio a nadie, con mis aficiones, tampoco le hago daño a nadie. Al fin y al cabo solo usted es testigo de mis sabias disertaciones.

-Le advierto que a mí me gustan sus razonamientos. Sin ironía. Tenemos que seguir con ellos. Y bebiendo buen vino. Y por cierto, volviendo al principio, nunca me ha gustado el término caldo aplicado al vino. No es un sinónimo acertado. Creo que si ni siquiera es un sinónimo. ¿No le parece?

-Tiene razón: caldo suena a fideos, a sopa, a Mafalda, a cuando uno, de niño, estaba enfermo y se tenía que beberse el caldo hasta las heces. No, no es sinónimo. Si quiere hacemos la prueba: entramos en un bar y le preguntamos al camarero qué caldos tiene. Seguro que nos mira con cara de espanto y nos dice que de pescado y de cocido. O que allí solo sirven bocadillos.

-Es una buena piedra de toque, como lo de las olivas y los mejillones. Nosotros, querido amigo, sigamos con el vino, que es cosa cierta y segura.

-Sea. E iremos a una tienda de vinos que no de caldos.

UNETE



Compartir
Tu nombre:

E-mail amigo:
Enviar
PDF

  • linkedin facebook twitter
  • ©reeditor.com
  • Todos los derechos reservados
  • Avisos Legales