Escrito con letras azul noche y remarcado con azul
más claro y brillante. TÚ Y YO, en la línea superior; ROZANDO LA LUNA, por debajo. El suelo del bulevar que enfrenta
a mi casa servía de tablón de avisos para el mensaje. Son letras grandes, sin
unión entre unas y otras; nunca las piso, aunque paso junto a ellas tres veces
al día, las mismas que sirvo de lazarillo y voz de ánimo a nuestro perro Tíber ¬
años y avatares le han traído cataratas y flojera de remos, pero sigue siendo
un compañero cariñoso y agradecido¬.
A veces miraba a gente que pasaba, en un tímido
intento de poner cara a los autores; ya, no. Prefiero ahora imaginar personas
sin rostros o andares concretos. Supongo que, cuando dejaban en los adoquines
ocres el mensaje, era del uno para el otro, quizás no les importaba, ni
pensaban en otros ojos curiosos; le pintaban allí como le podían haber lanzado
al aire, o al agua; simplemente, no les cabía en el cuerpo; le tenían que
gritar, que lanzar, que soltar de dentro
a fuera… y le escribieron. Eso supongo.
Sé (porque tengo mis recuerdos) que en ese momento
no tenían hambre, ni sueño; que solo querían encontrarse y, mientras, pensaban
uno en el otro y se les ponía cara de bobo sonriente, que más de una vez les
pillaron gente cercana y se rieron de ellos. Seguro que le pusieron en el
bulevar que enfrenta mi casa muy poco después de aquel momento, de aquel
enfrentar de miradas tras el que ambos lo supieron, poco después de aquel beso
tan distinto a los anteriores, el pulso a cien y el alma en los labios.
Esta mañana, bastante después de que pasara el
camión de la basura, recorrió el bulevar, como otros días, una cuadrilla de
limpieza del Ayuntamiento. Vacían papeleras, recogen desperdicios y se
acompañan de un pequeño tanque de agua que, a presión, arrastra algo de la
suciedad que dejamos coches y personas. Poco más tarde salí con Tíber a dar el
primer paseo de la jornada y del mensaje solo quedaban pequeños y desvaidos
reflejos de azul en algún adoquín. Quizás algún ciudadano celoso de la limpieza
del barrio había advertido a los limpiadores; quizás lo hicieron por propia
iniciativa, no fuera que el inspector les reprendiera; no sé.
No sé si “TÚ
Y YO” son o serán hoy “nosotros”. No importa si lo son, o si ya lo han sido y
han dejado de serlo. Para ambos ¬ ¡Perdón! y para mí¬ lo que importa es que un
día, quizás una noche, dejaron sobre el bulevar su verdad de aquel instante: TÚ
Y YO ROZANDO LA LUNA.