Voluntad. La fuerza heroica que arrastra la vida. Vol. 3. Introducción.

Como postre que finaliza un menú, y tras unos copiosos primer y segundo platos correspondientes a los dos volúmenes que preceden a este, pretendo aquí obsequiar a los lectores con unas palabras más dulces y que dejen buen sabor de boca, en un registro bien distinto del drama existencial y de desgarramiento de una cultura occidental que se va al garete.

 

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Para ello aparco mi prosa filosófica o sociológica sobre la descorazonadora realidad, dejo a un lado también las citas de pensadores clásicos y las notas a pie de página, y me enfundo el traje de poeta o narrador de prosa ligera, pudiendo así dar vida a la alegoría de Voluntad, de carácter más alegre y dentro de una visión alejada de la realidad, que es el único lugar donde los ideales se colman —es una manera de señalar que nuestros ideales voluntariosos nunca se han de colmar—, tal y como concluía al final del segundo volumen de Voluntad cuando decía:

"¡Adiós a la verdad! He de abandonarla para profundizar en sus más profundos saberes. ¡Adiós a la verdad! Por haber querido ser un sabio entre los sabios solo soy un loco entre los locos. Mi vida recorre a la inversa los tres estadios del conocimiento descritos por el positivista Comte: empecé siendo amante de las ciencias; luego, me incliné hacia aspectos más generales de la filosofía que incluyen la metafísica; y, ahora, comienzo mis andanzas por el mundo de la fantasía y el mito. ¡Adiós a la verdad!, por amor a ti me despido. No digo adiós como tantos otros con pereza mental, aquellos que echan de menos la barbarie del ser que no piensa; digo adiós para no perderla. Mi embriaguez no es ebria, no preciso del jugo fermentado de la uva —como Khayyam—, sí de las flores y su perfume. Por haber querido alcanzar una conciencia sobrehumana, por haber querido conocer los secretos del Cosmos, por haber querido ser…; por todo eso, he llegado a la conclusión de que solo puedo vivir lejos, donde las cosas no existen."

 

Algún filósofo lector de toda la obra, incluyendo el presente volumen, ha quedado confundido con este giro final de la misma, diciendo algo así como que, si al final de tan largo recorrido de pensamientos todo se queda en que esa dichosa Voluntad anhelada no era más que una moza de buen ver y mejor tocar que ni siquiera existe, la cosa resulta algo decepcionante. Por eso, entre otras cosas, considero oportuno escribir una aclaración al respecto, ya que tengo la oportunidad de hacerlo en esta introducción de la reedición, no vaya a ser que la fortuna sonría de manera burlesca a esta obra y termine siendo comentada algún día en una facultad de filosofía —cosa que encuentro poco probable— y quiera alguno de sus profesores ofrecer una interpretación de la misma —cosa muy habitual entre los humanistas académicos; ¡ay!, si algún clásico levantara la cabeza, ¡qué pesadumbre tendría al ver cómo los mercenarios de la cultura actuales trabucan y malinterpretan sus obras!— con la simpleza de decir «y, en el tercer volumen, el autor nos descubre al fin la auténtica naturaleza de la voluntad, que no es otra que la de una graciosa muchacha imaginaria…». No, hombre, esto es todo un juego simbólico que representa algunos impulsos humanos. Mas olvídense, señores metafísicos, de encontrar aquí una explicación lógico-racional sobre aquello en lo que consiste la voluntad entre seres humanos carentes de libre albedrío e inmersos en un universo donde solo la materia en movimiento existe. Ya me he cansado de repetirlo en anteriores volúmenes: no se puede sacar leche de un botijo. Dejémoslo, pues, en eso: el ser humano actúa movido por una o varias voluntades de la naturaleza sin propósito alguno, y el sentido implícito de la vida es que no hay ningún sentido. Ea, pues, dejémonos de perogrulladas y de especulaciones de filósofos y dediquémonos a disfrutar del sentido de la vida donde realmente lo tiene: en nuestra imaginación.

He de reconocer que mis dotes como escritor de narrativa o en el arte de poetizar son bastante limitadas. Es lo que hay, amigo lector… Ya quisiera yo escribir poesía como Garcilaso de la Vega, o tener un talento para la narrativa como el de nuestro Pérez Galdós. ¡Quia!… ni de lejos, Y es que un humilde servidor —o no tan humilde, si se tiene en cuenta que ni se molesta en ocultar su narcisismo al poner a su álter ego, M…, como personaje principal fantástico de su búsqueda— es hombre de ciencias y, en cierta medida, de filosofías, pero no un consumado artista de la palabra. Mi intención en cualquier caso es seguir indagando en el mundo de las ideas, no hacer florituras con las palabras. La literatura es un medio, no un fin. He intentado crear belleza con el texto; el lector juzgará el resultado. Hay aquí un estilo de escritura que fusiona estética con pensamiento. Pero no es este volumen alta literatura en estado puro, sino más bien un pequeño ejercicio literario con tintes filosóficos. He intentado ir por libre en las formas, cual verso suelto.

La poesía, o más bien cabe decir lo poético, es aquí una necesidad de la vida voluntariosa, del ímpetu de lo humano. Mucho se ha dicho sobre la conexión de poesía y filosofía, muchas tonterías. No son pocos los que hablan de verdades contenidas en la expresión de lo poético más allá de lo que la ciencia o la filosofía racional pueden describir. No puedo estar más en desacuerdo con tal posición. Más bien diría que «el arte es una mentira» (Tolstoi) y «el hecho de que la mentira se necesite para vivir forma parte de este terrible y enigmático carácter de la existencia. […] el pesimismo o, más claramente, el nihilismo tiene valor de verdad. Pero la verdad no es la más alta medida de valor y aún menos la más alta potencia» (Nietzsche, La Voluntad de poderío). Ciertamente, la verdad y las ciencias están sobrevaloradas; todos quieren ser científicos, todos quieren desvelar verdades del universo, pero zapatero a tus zapatos, y poeta a tus valores estéticos, los cuales bien pueden valer tanto o más que las verdades de la ciencia. Esa es precisamente la clave para entender el propósito de este libro aquí presente, tal y como apuntaba en el último capítulo del volumen II de Voluntad, así que a ello me remito. ¡Advertidos están, señores filósofos de despacho!, si es que hay alguno al que le hayan caído estas páginas en las manos por algún casual. No obstante, no es necesario leer los previos volúmenes para sumergirse en esta tercera parte, pues posee independencia tanto narrativa como en el discurso filosófico.

«Amor verdadero» es un oxímoron, una unión de dos palabras contradictorias entre sí, pues lo que es verdad, lo que tiene carácter de realidad en el uso de la palabra «amor», o bien se utiliza en nuestro mundo para referirse a una transacción de intereses sexuales y/o económicos, o bien es una locura, un desvarío temporal o crónico de algunos individuos. Sin embargo, en el mundo idealizado, o platónico si se prefiere, habita el amor pleno y libre, espiritual más allá de la materia, apasionado y al mismo tiempo cuerdo, sereno, sosegado, habita todo lo que no encontramos en el mundo terrenal. Ese es el significado de la historia de amor que aquí se representa, a medida de nuestros anhelos —masculinos en este caso, porque el autor es un hombre, pero podría construirse una idealización similar desde un punto de vista femenino—, donde la idea se antepone a la realidad y no tiene que pasar por el aro de la domesticación y los condicionamientos de fidelidad y monogamia u otros que nuestra civilización impone. Es un amor libre, y solo siendo libre puede ser amor. O viceversa, solo en el amor es uno libre, porque «la libertad existe tan solo en el mundo de los sueños» (Schiller).

Se añade en esta edición El espíritu de la materia, el cual no formaba parte de la obra Voluntad en su primera edición de 2015, aunque en su día pensé en incluirlo como apéndice de esta tercera parte por existir una sintonía entre ambos. No lo presento en esta reedición tampoco como parte del tercer volumen de Voluntad, pero sí lo incluyo en estas páginas como una obra independiente con un tipo de exploración literaria bastante similar. Quizá El espíritu es más explícitamente filosófico que el tercer volumen de Voluntad, y puede ayudar al lector a situar mejor la intención de todas las páginas que a continuación se ofrecen, sobre todo si no se han leído los dos previos volúmenes de Voluntad. Estas doce breves meditaciones poético-filosóficas constituyen otro ejercicio estilístico que trata de fusionar la sabiduría y el pensamiento con la contemplación estética. Lejos de los discursos de sectas y religiones, se habla aquí del espíritu como una metáfora poética de lo que los hombres son o ansían ser dentro de un mundo material, un discurso para la vida y su sentido espiritual dentro del sinsentido nihilista implícito en el materialismo/naturalismo. ¿Cómo puede esta contradicción sostenerse? ¿Cómo puede el espíritu sostenerse en la materia si ambos términos se contraponen como el día y la noche? Es el mismo tipo de planteamiento que he plasmado en Voluntad con la búsqueda de algo que no existe, pero que no podemos dejar de buscar porque está en nuestra naturaleza. Creo que aquí radica gran parte del conflicto emocional en el mundo contemporáneo, es este un problema de nuestro tiempo, y estas meditaciones sobre el espíritu, al igual que las de Voluntad, han sido escritas para alimentar a las mentes más inquietas en este sentido.

                                                         

Obra completa publicada en: Voluntad. La fuerza heroica que arrastra la vida. Vol. III: Voluntad y la vida idealizada, Editorial EAS, 2022.

Más informaciones sobre el libro en la URL del autor.

UNETE



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