. Te siento tan mía que llamarte dormitaba. Allí canté y dancé; allí pronuncié blasfemias en
de algún modo sería como separarme de ti, reconocer que un idioma que he olvidado. Mi amiga reía primero; despuéseres distinta a la substancia de que están hechas las sílabas empezó a llorar. Al fin huyó. La naturaleza no fue insensibleque forman mi nombre. En cambio, conozco demasiado bien el de 40. a mi desafío; mientras el mar me amenazaba con el puño, el sol5.ella y hasta qué punto ese nombre se interpone entre nosotros, descendió en línea recta contra mí. Cuando el astro hubo posadocomo una muralla impalpable y elástica que no se puede sus garras sobre mi cabeza erizada, comencé a incendiarme.nunca atravesar. Después se restableció el orden. El sol regresó a su puesto y elTodo esto debe parecerte confuso. Prefiero explicarte cómo mundo se quedó inmensamente solo. Mi amiga buscaba misle conocí, cómo advertí tu presencia y por qué pienso que tú 45. cenizas entre las rocas, allí donde los pájaros salvajes dejan sus10.y ella son y no 10. son lo mismo. huevecillos.No me acuerdo de la primera vez. ¿Naciste conmigo o ese Desde ese día empecé a perseguirla. (Ahora comprendo que enprimer encuentro es tan lejano que tuvo tiempo de madurar en realidad te buscaba a ti.) Años más tarde, en otro país, marchandomi interior y fundirse a mi ser? Disuelta en mí mismo, nada de prisa contra un crepúsculo que consumía los altosme permitía 15.distinguirte del resto de mí, recordarle, reconocerte. 50. muros rojos de un templo, volví a verla. La detuve, pero ella15.Pero el muro de silencio que ciertos días cierra el paso al no me recordaba. Por una estratagema que no hace al caso logrépensamiento, la oleada innombrable —la oleada de vacío— que convertirme en su sombra. Desde entonces no la abandono.sube desde mi estómago hasta mi frente y allí se instala como Durante años y meses, durante atroces minutos, he luchado poruna avidez que no se aplaca y una sentencia que no se tuerce, despertar en ella el recuerdo de nuestro primer encuentro. Enel invisible precipicio que en ocasiones se abre frente a mí, la 55. vano le he explicado cómo te desprendiste de mí para habitarla,20.gran boca maternal de la ausencia —la vagina que bosteza y nuestro paseo junto al mar y mi fatal imprudencia. Soyme engullo y me deglute y me expulsa: ¡al tiempo, otra vez al para ella ese olvido que tú fuiste para mí.tiempo!—, el mareo y el vómito que me tiran hacia abajo cada He gastado mi vida en olvidarte y recordarte, en huirte yvoz que desde lo alto de la torre de mis ojos me contemplo… perseguirte. No estoy menos solo que, cuando niño, le descubrítodo, en fin, lo que me enseña que no soy sino una ausencia 60. en el charco de aquel jardín recién llovido, menos solo que25.que se despeña, me revelaba —¿cómo decirlo?— tu presencia. cuando, adolescente, te contemplé entre dos nubes rotas, unaMe habitabas como esas arenillas impalpables que se deslizan tarde en ruinas. Pero no caigo ya en mi propio sinfín, sino enen un mecanismo delicado y que, si no impiden su marcha, otro cuerpo, en unos ojos que se dilatan y contraen y me devoranla trastornan hasta corroer todo el engranaje. 65. y ávido como una herida fresca. Cuerpo en el que pierdo cuerpo,La segunda vez: un día te desprendiste de mi carne, al encuentro cuerpo sin fin. Si alguna vez acabo de caer, allá, del otro30.de una mujer alta y rubia, vestida de blanco, que te lado del caer, quizá me asome a la vida. A la verdadera vida,esperaba sonriente en un pequeño muelle. Recuerdo la madera a la que no es noche ni día, ni tiempo ni destiempo, ni quietudnegra y luciente y el agua gris retozando a sus pies. Había una ni movimiento, a la vida hirviente de vida, a la vivacidadprofusión de mástiles, velas, barcas y pájaros marinos que chillaban. 70. pura. Pero acaso todo esto no sea sino una vieja manera deSiguiendo tus pasos me acerqué a la desconocida, que llamar a la muerte. La muerte que nació conmigo y que me35.me cogió de la mano sin decir palabra. Juntos recorrimos la ha dejado para habitar otro cuerpo.costa solitaria hasta que llegamos al lugar de las rocas. El mar ‘Carta a dos desconocidas’ (cuento de Octavio Paz) (un pequeño comentario de Henry Habibe) Para facilitar un análisis estilístico conviene que se haga una clase de división. Se puede dividir el cuento, según parece, en tres partes.I. La primera parte encierra los renglones 1-28. En esta parte el protagonista (o el yo) se dirige a la primera desconocida. Se alude a una ‘unión’, porque empieza diciendo: ‘Te siento tan mía…’.II. Desde el renglón nr. 29 se puede suponer que se produce una ‘separación’ entre el yo y la primera desconocida, porque ahí el yo dice: ‘… te desprendiste de mi carne…….’. En los renglones 29-57 el yo habla, las más de las veces, de sus aventuras con la segunda desconocida. Esta parte se puede considerar como la segunda.III. La tercera parte consiste, entonces, en lo que va diciendo el yo desde el renglón nr. 58 hasta el final. Ahí confiesa: ‘He gastado mi vida en….’Primera parteEmpieza el cuento con la expresión de una DUDA. Dice el yo: ‘Todavía no sé cuál es tu nombre’. No sabemos a quién se dirige el yo, pero inmediatamente después afirma: ‘Te siento tan mía que….’. A pesar de la ‘duda’ acerca del nombre de la primera desconocida, afirma el yo que ella es suya. Hay, pues, como una afirmación de algo que no parece existir. Luego sigue una paradoja: ‘Te siento tan mía que … sería como separarme de ti….’. La fingida posesión parece resultar en una separación. En los renglones 2 - 4 hay – otra vez - una clase de separación (es decir una ‘distinción’): ‘…reconocer que eres distinta a la sustancia de que están hechas las sílabas que forman mi nombre’.El discurso se vuelve cada vez más misterioso e irracional en los renglones 8 – 10: ‘… por qué pienso que tú y ella son y no son lo mismo’. ¿Servirán acaso esos ‘contrastes’ de pensamientos para sembrar un ambiente de ambigüedad? En el renglón 11 se refiere el yo a ‘la primera vez’. No parece que es capaz de afirmar el asunto de una manera definitiva, porque dice: ‘No me acuerdo de la primera vez’. Otra vez la nota de incertidumbre. A continuación (r. 12-13) hay una alusión a una posible ‘fusión’, pero en seguida esta parece quedar como ‘disuelta’: ‘Disuelta en mí mismo…’.La siguiente descripción (r. 15-25) resulta muy obscura. Consiste de una serie de ideas incoherentes. No se llega a saber de qué trata. Pero hay una imagen que alude, sucintamente, a un nacimiento: la vagina que bosteza. Ello no es extraño si nos damos cuenta de que el yo se había preguntado anteriormente: ‘¿Naciste conmigo…?’. Podemos suponer, por lo tanto, que el yo alude al momento en que él nació. Dice además: ‘..la vagina me engulle y me deglute y me expulsa…’ (r. 21). Al final de la primera parte(r. 25-26) afirma, de nuevo, la ‘presencia’ del ente: ‘Me habitabas como esas arenillas..’. Segunda parteEn la segunda parte se vuelve a sugerir una separación. El yo dice: ‘… te desprendiste de mi carne…’ y se pone a hablar de otro ente: ‘una mujer alta y rubia’ (r. 30). Al mismo tiempo hay un cambio en el estilo.Llama la atención el hecho de que la descripción adquiere un carácter más narrativo. El relato sobre la otra mujer se vuelve un poco más comprensible, porque el lenguaje resulta menos irracional. Hay una tendencia a un lenguaje narrativo como en un ‘cuento’. Ejemplo: ‘…me acerqué a la desconocida, que me cogió de la mano sin decir palabra. Juntos recorrimos la costa (…) El mar dormitaba, (…) Allí canté y dancé (…) mi amiga reía primero; después empezó a llorar. Al fin huyó….’.Se nota que el tono o toque irracional de la primera parte va dando paso a un relato con un carácter más llano y realista. Por otra parte, ese ‘cambio’ (de lo irreal a lo real) no impide que el carácter fantasmagórico siga perdurando. Este aspecto surge, de pronto, cuando el yo subraya: ‘Mi amiga buscaba mis cenizas entre las rocas’ (r. 44-45). Podemos constatar que, si en la primera parte había una alusión al nacimiento del yo, en la segunda parte se refiere a sus ‘cenizas’.Tercera parteDespués del relato sobre las aventuras con la segunda desconocida, el yo se dirige, otra vez, directamente a la primera desconocida. Es como una confesión: ‘Te descubrí…’; ‘… te contemplé…’; ‘… acaso todo esto no sea sino otra manera de llamar a la muerte…’.Aparecen también (como anteriormente) los contrastes: olvidarte/ recordarte; huirte/ perseguirte; dilatan/ contraen; acabo de caer/ asomar a la vida, etc. Aparece, además, la paradoja (r. 66-67) que da más ambigüedad al relato y hace que éste se vuelva más misterioso: ‘… Si alguna vez acabo de caer (…) quizá me asome a la vida’. Esta palabra (‘vida’) se repite hacia el final (la verdadera vida; la vida hirviente de vida’, que parece sugerir un proceso que va tomando lugar hasta culminar (por las plalabras ‘la vivacidad pura’) en algo sublime. Es como un apogeo. Pero ello no parece ser – según el yo – la justa visión o una visión conforme a la realidad existencialista. De ahí que inmediata-mente después de haber constatado lo ‘sublime’de la vida, observe: ‘¿… acaso todo ello no sea una vieja manera de llamar a la muerte?’ Henry HabibeRealizó estudios de Lengua y Literatura Española en la Universidad de Leiden y la de Nimega.De 1971 – 1977_ Profesor de español en el Colegio Arubano (Aruba).De 1977 – 1978_ Trabajó en la investigación sobre la ´Poesía Afroantillana´ en la Univ. de Río Piedras, Puerto Rico.1985_Tesis de Doctorado: ´El compromiso en la poesía afroantillana de Cuba y Puerto Rico´ en la Universidad de Leiden.De 1983-1992 Profesor de literatura en el Instituto Linguístico Antillano (en Curaçao) en Papiamento, la lengua criolla de Curaçao.Realizó estudios de poesía (en Papiamento) sobre Pierre Lauffer, Luis H. Daal y Joseph Corsen.En febrero de 2020 impartió un taller de profundización sobre "El llano en llamas" de Juan Rulfo en ELD. Nos gustaría que este análisis del cuento "Carta a dos desconocidas" de Octavio Paz se completara con las interpretaciones que sobre el mismo realizan los lectores.