Ramón Sanchis Ferrándiz.Pocos podían sospechar que la caída del mundo clásico iba a precipitar a la cuenca del Mediterráneo en un periodo medieval que llegó a durar mil años. La civilización romana, antaño un modelo de fraternidad, firmeza y rectitud comenzó a tambalearse por su propia decadencia moral; las dificultades para mantener un imperio de tal magnitud, las luchas larvadas por el poder, las migraciones, las nuevas ideas religiosas y las invasiones bárbaras hicieron el resto.En el año 395 d.C., el imperio se dividió en dos mitades. Cuando Roma cayó en manos de Odoacro, en el año 476 d.C., el imperio Romano de Oriente, quiso recoger el testigo de aquella magna civilización. Sin embargo, pese a que Bizancio perduró hasta la caída de Constantinopla a manos de los otomanos, en 1453, no supo estar a la altura de aquel legado.Cuando el emperador Justiniano de Bizancio, prohibió las escuelas de filosofía en el año 529 d.C., los mejores pensadores griegos partieron hacia otros lugares. Comenzaba así la diáspora del conocimiento que había alumbrado el mundo grecolatino, y sus semillas, pronto fertilizarían otras tierras, otras conciencias. Como el conocimiento no es estático y, al igual que el agua, se tizna con el color de las tierras que atraviesa, el saber se fue amoldando a otros caracteres, lenguas y religiones. Filósofos, retóricos, teólogos, místicos, traductores, físicos, artesanos, monjes y maestros del saber oculto, se instalaron en Antioquía y Capadocia, en Creta y Rodas, en Siria, Mesopotamia y Persia. Así, pronto resurgieron nuevos centros del saber, como Damasco, Bagdad, Basora y Alejandría, crisoles de culturas, religiones e ideas, en donde la cultura griega recompuso su identidad perdida.Al ser conquistadas aquellas tierras por el islam, pensadores y filósofos árabes como Sorawardi, Al-Hakem, Avicena, Al-Farabí y Al-Gazzali, recuperaron las ideas de los filósofos griegos que ya se daban por perdidas. De este modo, la nueva religión de Mahoma fundamentó su credo en la solvencia y solidez de los filósofos clásicos.En la magnífica ciudad alejandrina confluían también egipcios, persas y griegos, hebreos y árabes, así como comunidades de terapeutas, esenios, mazdeistas y gnósticos cristianos y a la postre, el islam supo reunir aquella amalgama de ideas para aventarlas hacia occidente. De este modo, en el corazón de la Edad media, en la vieja Hispania confluyeron distintas culturas que reformularon el camino de la historia. Cada una de ellas había realizado su propio recorrido vital y todas ellas contribuyeron al esplendor de Al-Ándalus.La cultura árabe tuvo la habilidad de reunir las ideas de la filosofía hebrea y del hermetismo, de los pitagóricos, neoplatónicos y gymnosofistas, junto a los avances científicos y técnicos del mundo antiguo. No solo la magnificencia de sus palacios, jardines, bibliotecas y madrasas encandilaban a los demás reinos, sino los conocimientos en astronomía, medicina, matemática y geometría, cerámica y metalurgia, orfebrería, botánica y farmacopea, así como otros muchas técnicas, mecanismos e inventos, que alcanzaron un elevado nivel.Resurgieron de sus cenizas para alcanzar una cima que en posteriormente fueron trasvasadas al mundo cristiano más allá de sus fronteras. Y en esa labor contribuyeron las grandes Escuelas de Traductores de Toledo, Amalfi y Salerno, junto a otras menos importantes de las comunidades hebreas, lo cual permitió que las enseñanzas clásicas, traducidas del árabe al latín, hebreo y lenguas romances, retornaran a los dominios cristianos. Muy pronto, cerca de donde se encontraban tales escuelas de traductores, comenzaron a proliferar las universidades modernas, y poco a poco, el pensamiento racional y la ciencia se fueron separando del yugo eclesiástico, preparando el terreno al renacimiento italiano de los siglos XIV a XVI. ÍNDICEPrólogo
La caída del mundo clásico
Alejandría, atanor de las ideas
La caída de Alejandría y los ciclos históricos. 12. El Imperio romano de Oriente. 13. La filosofía neoplatónica. 14. La tradición hermética. 15. Una poderosa amalgama de ideas.
III. La herencia de la Grecia clásica
La herencia de la Grecia clásica. 17. Los filósofos presocráticos. 18. Pitágoras. 19. Sócrates. 20. Platón. 21. Aristóteles. 22. La filosofía clásica como fundamento de las ideas del islam. 23. La filosofía islámica y otras vías paralelas de conocimiento.
Las rutas seguidas por las ideas
Las rutas seguidas por las ideas. 25. Ausencia de las obras del mundo griego. 26. La destrucción de las obras clásicas. 27. El Helenismo. 28. La decadencia de las ciudades-Estado en Grecia. 29. Alejandría, nuevo centro del saber.
La patrística
La patrística. 31. Clemente de Alejandría. 32. Orígenes. 33. Hipatia de Alejandría. 34. San Agustín de Hipona. 35. Boecio. 36. Pseudo Dionisio Areopagita. 37. San Isidoro de Sevilla.
El desarrollo del islam
Las comunidades sufíes. 39. El pensamiento clásico en el sufismo. 40. Sucesores de Mahoma: los califas guiados. 41. La yihad. 42. La conquista de la península ibérica. 43. La conquista de la Galia. 44. Los abasíes.
VII. El esplendor de al-Ándalus
El emirato omeya de Córdoba. 46. El califato omeya de Córdoba. 47. Apogeo y declive del califato omeya de Córdoba.
VIII. El pensamiento andalusí
La filosofía mística de Ibn Masarra. 49. Ibn al-‘Arf de Almería. 50. Filiaciones en el sufismo andalusí. 51. La taifa de Shark al-Ándalus del Rey Lobo. 52. Ibn al-‘Arabí. 53. Abu Madyan de Tlemcen. 54. Ibn Qasi, rey iniciado del Algarve. 55. Aportes del sufismo. 56. Una enseñanza de ida y vuelta. 57. Ciencias antiguas en la cultura islámica. 58. Avempace. 59. Ibn Jaldún. 60. Asimilación de la cultura islámica en la península ibérica.
La tradición hebrea sefardí
El judaísmo andalusí. 62. Los grandes sabios del judaísmo. 63. Maimónides. 64. Moisés de León. 65. Abulafia. 66. Ibn Gabirol. 67. Judá Levi. 68. Abraham Ibn Ezra. 69. Ibn Shaprut.
La Europa cristiana
El Imperio carolingio. 71. La crisis del año mil. 72. La escolástica cristiana. 73. Juan Escoto Erígena.
Recuperación de los textos clásicos
Recuperación de los textos clásicos. 75. Avicena. 76. Averroes. 77. Intercambio del conocimiento en las zonas de frontera. 78. Las escuelas de traductores.
XII. La mística y las órdenes monásticas
Las órdenes monásticas. 80. Las órdenes mendicantes. 90. Francisco de Asís. 91. Domingo de Guzmán. 92. Las catedrales. 93. Las escuelas catedralicias y las primeras universidades. 94. Los místicos.
XIII. La escolástica entre los siglos XI y XIII
San Anselmo de Canterbury. 96. San Alberto Magno. 97. Santo Tomás de Aquino. 98. San Buenaventura. 99. Raimundo Lulio y la cruzada de paz. 100. La escuela de Chartres. 101. La escuela de Oxford. 102. La escuela de París. 103. Pedro Abelardo.
XIV. El desembarco de las ideas en Europa
El desembarco de las ideas en una Europa en construcción. 105. La idea de Dios. 106. La existencia de Dios. 107. La naturaleza de Dios: Dios uno y trino. 108. El sentido de las palabras. 109. Las escuelas. 110. La disociación entre ciencia y filosofía. 111. Los averroístas. 112. Los Ockhamistas. 113. La filosofía política. 114. Las cruzadas. 115. La peste negra. 116. La cercanía del Renacimiento. 117. Interpretación sobre el final de la Edad Media. 118. El legado de la Edad Media. 119. El recorrido de las ideas.
PrólogoEste trabajo se inició con un artículo de investigación propio, realizado para el Instituto Internacional Hermes en el año 2009. Posteriormente, sirvió como base de una ponencia que tuve que impartir con motivo del Congreso de Filosofía, realizado en Alicante en noviembre de 2013. Por tanto, el manuscrito que hoy sale a la luz ha seguido también su propia ruta en busca del saber.Se analiza en el presente texto el recorrido realizado por el conocimiento desde la caída del mundo grecorromano (en el s. V d. C.) hasta el resurgir de las universidades europeas y el inicio del Renacimiento (s. XV d. C.). Al abordar este tema, han aparecido otras ideas relacionadas que requerían una explicación: la caída del Imperio romano de Occidente, la evolución del cristianismo primitivo, la gnosis, , la vinculación de las ideas procedentes de Oriente y Occidente, la filosofía hermética, el nacimiento del islam, el esplendor de la cultura hispanomusulmana, la cábala, el desarrollo del Imperio carolingio, las órdenes monásticas y mendicantes, y un largo etcétera.Inicialmente, no parecía necesario el desarrollo de estas ramificaciones del tronco principal. No obstante, sin exponer esas ideas colaterales, no se podrían comprender otras fundamentales. A modo de ejemplo: al analizar el califato omeya de Córdoba, necesariamente debíamos mostrar la realidad histórica de su tiempo y, además, descubrir sus raíces, que se hunden en los inicios del califato abasí de Bagdad; así mismo, para comprender las discusiones sobre la naturaleza de Cristo en la etapa escolástica, es de vital importancia haber revisado la pugna del cristianismo oficial frente a las herejías en los primeros siglos de nuestra era.Por tal motivo, este manuscrito no se centra solo en el recorrido de unas ideas concretas, sino en el desarrollo del conocimiento a lo largo de toda la Edad Media. Considero que esta visión histórica ayudará a una mejor comprensión de las ideas sustentadas por los grandes pensadores, ya sean filósofos, teólogos, místicos, ascetas, historiadores, alquimistas, traductores, gnósticos o sufíes. Relacionar en el espacio y en el tiempo sus enseñanzas, mediante mapas o apuntes históricos, facilitará su estudio y comprensión.Quisiera abrir nuevas sendas en la mente del lector. Quizá por ello, este libro abarca diversos temas entrelazados. No obstante, por la misma razón, podrá parecer una obra incompleta. Asumo esa merma, porque la finalidad de esta tarea no es enciclopédica, sino divulgativa. En todo caso, el lector siempre completa un libro; él constituye la parte activa de la literatura, porque dibuja y cierra en su mente los recorridos que apunta el escritor. No he pretendido realizar una obra académica de consulta, sino incitar a la propia investigación. Tampoco esta obra pretende ser dogmática, sino falible… porque los caminos del saber son muchos, quizá infinitos, aunque a la postre habrán de llevarnos a la cima en donde reside la sabiduría.Es obvio que cada época, cultura, credo religioso o civilización tiene su propia ruta del conocimiento. Aumentarán su saber en la medida que sean permeables a otras ideas e influencias; y se estancarán en la medida que se tornen sectarias y partidistas. El eclecticismo siempre es la mejor medicina para quienes pretenden ser objetivos.Las ideas aquí expuestas provienen de muy variadas lecturas, por tanto, tampoco pretendo adjudicarme la autoría de ellas. Algunas las he rumiado a placer durante años, no para apropiarme de ellas, sino para entenderlas bien, vivenciarlas y poder entregarlas de nuevo, reformuladas. Es complejo dar explicaciones de cada frase y referencias de todos los libros que sustentan los conceptos aquí expuestos. Sería pedante por mi parte pretenderlo y en esto sigo el ejemplo de los maestros que me formaron, cuyas enseñanzas no estaban en libros, sino cosidas a su alma y disimuladas entre las hebras de su pensamiento y entusiasmo. Por lo tanto, las citas bibliográficas son meramente indicativas; no pretenden ser alarde de erudición, tan solo abrir puertas a otros horizontes posibles, y han sido necesarias cuando se han citado algunos pasajes de modo literal.La ruta que aquí se dibuja, siguiendo la caída del mundo clásico hasta la formación de Europa, no es el único camino que han seguido las ideas. Debo advertir de nuevo que, toda época, cultura, credo religioso o civilización, se comporta como un gran ser vivo y, por tanto, tiene su propia ruta en busca del conocimiento, su cenit y nadir, su esplendor y decadencia, porque todo aquello que nace está condenado a morir. Sin embargo, la luz con la que lograron iluminar las conciencias del ser humano en sus momentos más brillantes perdura aún en la memoria del pasado. Un pasado que, una y otra vez, tendremos que recobrar, a fin de no olvidar lo que fuimos, lo que ahora somos y el camino que nos convendrá seguir en el futuro.Los ciclos históricos seguirán dando vueltas para hundir en el océano del pasado las historias del presente; el pasado ya no existe, pero resurgirá de nuevo en las pretensiones del futuro. No existe el progreso continuo e interrumpido: es un mito creado por quienes anhelan la eterna juventud. Incluso lo más superficial se ve sometido al cambio, y lo más profundo de cada ser y civilización se transforma y transmuta constantemente en pos de un continuo resurgir.Recuperar la memoria histórica equivale a tomar conciencia de lo que hoy en día nos constituye, afianzando sobre dichos fundamentos el edificio cultural y civilizatorio que anhelamos construir.Publicado el 10 de mayo de 2022Entrada relacionada con Ramón SanchisCompartir en TwitterCompartir en FacebookCompartir en WhatsAppCompartir en PinterestCompartir en EmailCompartir en Telegram