El otro día fuimos con unos amigos a comer al campo. Nosotros llevamos una tortilla y unos pimientos verdes fritos, mientras que nuestros amigos llevarían una ensalada y algo de embutido. La tortilla era con cebolla, por supuesto, ¿por quién nos han tomado? Y la comida estuvo fenomenal, un exitazo rotundo. Ahora bien, a la hora de la siesta, mi amigo, que nunca se echa después de comer, decidió que era el momento de salir a dar un paseo. Íbamos andando en el frescor de la umbría del campo cerca de la ribera de un río cuando mi amigo decidió que fuésemos a un lugar más apartado ya que había escuchado que había unas ruinas antiquísimas en los alrededores. Así que nos pusimos a caminar esquivando todo tipo de obstáculos. Desde ramas de setos, piedras sueltas que rodaban por el suelo y raíces que sobresalían del suelo y que, al estar cubiertas de humedad y musgo, estaban muy resbaladizas, con el riesgo que todo ello conllevaba.