. Confieso que tengo debilidad por el tema y también por este tipo de narraciones corales desde que descubrí, hace ya bastantes años, Manhattan Transfer, de John Dos Passos. Esa emoción de reencontrarse con secundarios convertidos en protagonistas.
Este notable debut literario de Azuar Romero me recuerda de alguna manera a la excelente Olive Kitteridge, de Elizabeth Strout. Allí era la vieja maestra del pueblo la que hacía de hilo conductor en todos los relatos. Aquí es el circo Salerno y su jefe de pista, el viejo trapecista del título, el que vertebra la narración.
Porque lo primero que llama la atención es la brillante arquitectura de esta novela. Cuarenta breves relatos en los que se combinan técnicas y materiales narrativos diversos: cartas, recortes de prensa, fragmentos de memorias, grabaciones… Todo lo que ha reunido el último de la saga, Mateo Salerno, que hace esta recopilación en homenaje a su padre. Otras veces, como nos advierte en la introducción, él mismo relata episodios “a partir de los testimonios y de mis propios recuerdos. Pido perdón a los aludidos si falto a la verdad. En mi descargo permítanme un sencillo truco de magia: escribo la palabra verdad, arrugo el papel dentro de mi puño, lo cubro con un pañuelo y, al retirarlo, abro la mano y ha desaparecido. No existe, es una ilusión. Hay tantas verdades como puntos de vista, así que poco importará que yo añada el mío”.La lectura se convierte en un juego, un puzle de cuarenta piezas troqueladas de diferentes maneras, pero que van encajando conforme avanza la narración. Historias que el propio lector debe ir tejiendo con los retales que le ofrece Mateo, instantes en la vida de los artistas. Episodios bajo la carpa y también fuera de ella, porque este no es un libro sobre el circo, aunque lo parezca, sino sobre la complejidad humana. El tema de la verdadera literatura.Publicado el 11 de abril de 2022Entrada relacionada con Juan Ramón Azuar Romero, Montse Tort Estefanell