Y a los buenos días, gentecilla de las redes. El otro día (periodo de tiempo comprendido entre 1985 y ayer), hablaba con dos de mis pacientes del miedo a la muerte. Y descubrí que era más común de lo que pensaba; sobre todo, cuando eres niño. Imagino que la obsesión por el tiempo y la conservación de la juventud es el vestigio que nos queda después, cuando vamos aprendiendo a conformarnos. Decía una de ellas que quizás ese miedo venía de la forma tan fea en que afrontamos la muerte, pero yo me pregunto: ¿hay un modo bonito de enmascarar el hecho de no volver a ver alguien nunca más? En fin, muerte aparte, que no quería yo tirar por ahí, hablemos del tiempo; pero no como se habla en los ascensores (o se hablaba, antes de la histeria de no respirar cerquita, gracias), sino de nuestro tiempo, de cómo va pasando la vida. Veamos <<Antes de que cuente diez>>, de Fito&Fitipaldis.