"El capitán y su hijo"

Atardecía en las afueras de Lisboa y el Sol descendía rápidamente hacia el horizonte, prometiendo, quizá, un glorioso Rayo Verde en el momento de la ocultación, que barrería las nubes tiñéndolas de un increíble fulgor esmeralda. Es un fenómeno que el capitán había prometido mostrar a su hijo alguna vez, pero que no se muestra en todos los crepúsculos.

 

. Es un fenómeno que el capitán había prometido mostrar a su hijo alguna vez, pero que no se muestra en todos los crepúsculos.
-Ya me habéis traído aquí, padre, cinco veces y aún no hemos visto ese portento.

Y el capitán se sintió frustrado y buscó otra curiosidad que mostrar a su hijo. En eso divisó un navío que en aquel momento estaba rebasando la línea del horizonte.

-¿Ves, Diego, cómo desaparece primero el casco y después el velamen? El barco no se está hundiendo, pero va desapareciendo tras el horizonte.

-Pero, ¿por qué lo hace así, padre? – preguntaba el niño al marino.

-Pues a causa de la curvatura de la Tierra, que es una esfera gigantesca.

Y el chico se quedó callado, reflexionando.

-Pero, en el mapamundi que tenéis en vuestro aposento todas las tierras y los mares están en el mismo plano.

Y el capitán sonrió

-Porque ese mapa, que es copia del que realizó en la antigüedad el famoso geógrafo Ptolomeo, es una proyección adaptada al papel sobre el que está impreso. Para mostrar la realidad, ese mapa debería estar enrollado de forma que su extremo derecho coincidiera con el izquierdo, formando un cilindro. Y aun así, para ser del todo correcto debería dibujarse e imprimirse sobre una bola perfectamente esférica…

-Entonces, padre, el Catay y el Cipango que describía Marco Polo en ese libro que vos me leéis tan a menudo, y en el que se dice que están al otro extremo remoto del Mundo, en realidad deben estar ahí enfrente – dijo el niño señalando el horizonte por donde había desaparecido el barco que se había estado ocultando mientras se alejaba.

Y el capitán quedó pensativo.

-Sí, es cierto. Las Indias deben estar ahí enfrente, más allá de las Islas Azores, adonde va ese barco. Pero, ¿cuánto más allá están? Porque si tiene razón Marino de Tiro, deben estar muy cerca, pero si la tiene Eratóstenes, ahí delante tenemos un mar inmenso que ningún barco podría cruzar con provisiones suficientes de alimentos y agua.

Durante todo el anochecer, mientras padre e hijo regresaban a Lisboa, el capitán Colón anduvo silencioso y meditabundo.

-¿Por qué vais tan callado, padre? – preguntó el chico cuando estaban ya a la vista de las puertas de la ciudad, con el estuario lleno de barcos a su derecha.

-Porque lo que has dicho me ha dado mucho que pensar. Nuestros paisanos portugueses están empeñados en alcanzar las Indias rodeando África en un viaje muy penoso, cuando, a lo mejor, tienen esas tierras enfrente justo de la proa de sus carabelas, navegando recto hacia occidente.

Y en su mente empezó a germinar el proyecto de una expedición a las Indias, por el camino opuesto al que concibieron los navegantes hasta ese día.

“Eureka” por Miguel Ángel Pérez Oca.

UNETE



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