Atardecía en las afueras de Lisboa y el Sol descendía rápidamente hacia el horizonte, prometiendo, quizá, un glorioso Rayo Verde en el momento de la ocultación, que barrería las nubes tiñéndolas de un increíble fulgor esmeralda. Es un fenómeno que el capitán había prometido mostrar a su hijo alguna vez, pero que no se muestra en todos los crepúsculos.