La mayoría de las comparaciones son injustas,
descontextualizadas y demagógicas, pero a veces son la única herramienta que
tenemos para medir el valor de las cosas. Por eso, voy a echar mano de una
comparación que han realizado los sindicatos para denunciar la situación que
vive el Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia (CIPF), y lo hago
sólo como muestra de la desconsideración que sufre la ciencia en España.
Los medios de comunicación apenas le han hecho caso a este
asunto, pero un expediente de regulación de empleo (ERE) ha dejado en la calle
a 114 trabajadores de este centro, que se dedica a estudiar
enfermedades como el cáncer o el alzhéimer y se ve obligado a cerrar 14 líneas
de investigación. Pues bien, los representantes sindicales han denunciado que
la Generalitat Valenciana, la misma administración que ha hecho este recorte,
ha invertido tres millones de euros en organizar un torneo de golf, cantidad
suficiente, según ellos, para que el CIPF siguiera funcionando con normalidad
al menos en 2012.
Insisto en que esta comparación debe ser injusta,
descontextualizada y demagógica, desconozco en qué circunstancias y bajo qué
criterios se ha tomado cada una de las dos decisiones y supongo que no las han
tomado las mismas personas. Tampoco quiero hacer de ello una crítica política,
como han hecho los sindicados. Simplemente, me parece un reflejo de la idea de
progreso que se ha tenido y se tiene en este país, que en parte nos ha
conducido a la actual crisis económica y que, a pesar de todo, no tiene visos
de cambiar en un futuro próximo.
Entiendo por qué se han podido invertir tres millones de
euros en organizar un torneo de golf. Aunque minoritario, este deporte, como
muchos otros, tiene un gran atractivo social y una gran repercusión en los
medios de comunicación, de manera que organizar una competición atrae ingresos
directos e indirectos y supone un escaparate para el lugar donde se celebra, lo
que a la larga puede repercutir en el turismo. Por lo tanto, se supone que
ayuda a crear empleo ahora y en el futuro (aunque esto es mucho atribuirle a un
simple torneo de golf).
El problema es apostar por esta clase de inversión, que sólo
genera empleo temporal poco cualificado, como el sector de la construcción,
cuyo desmoronamiento explica buena parte del paro en España al margen de la
crisis internacional. El producto de este trabajo es pobrísimo: ofrecer un
servicio efímero al turista o, en el caso de la construcción, dejar hecho un
bloque de pisos al que no se le sacará más rentabilidad una vez construido y
vendido, salvo especular con contratos de alquiler.
Por el contrario, el empleo que genera la ciencia es el más
cualificado, fruto de muchos años de inversión pública en educación. Este
trabajo genera conocimiento, que se transforma en productos innovadores y
patentes. En el caso del CIPF, es investigación sanitaria que podría
transformarse en medicamentos y potenciar una industria farmacéutica que apenas
existe en este país y eso sin contar con la rentabilidad social que supone
avanzar en la lucha contra las enfermedades. Pero apliquemos eso a cualquier
otro sector: alimentación, automoción, informática… En todos hay investigación
científica que genera conocimiento y ,a su vez, productos innovadores de mucho
más valor que los que ya existen.
Entonces, ¿qué le lleva a los políticos a invertir más en un
torneo de golf que en investigación sanitaria? Arrastramos desde hace décadas
la idea de que este tipo de cosas traen el progreso por sí solas: que construir
una autovía donde no pasan coches, ubicar un nuevo aeropuerto donde no hay
pasajeros u organizar cualquier evento movilizará la economía. Y eso es cierto
en parte, pero los países más ricos del mundo no se limitan a copiar
infraestructuras y servicios: inventan. ¿Nadie le ha explicado a los políticos
que eso sólo es posible invirtiendo en investigación?
Quizá el problema sea que los frutos de esta inversión sólo
se recogen a largo plazo y no son tan palpables y vistosos como un edificio, no
ofrecen la posibilidad de cortar una cinta encima de la vía por la que pasará
un tren de alta velocidad ni de entregarle un premio a Sergio García. No nos
engañemos: sólo nos importa la imagen, las apariencias.
Sin embargo, la inversión en ciencia y tecnología es la
única opción de cambiar el modelo productivo. Hay que estimular la innovación
de emprendedores y empresas y, para los grandes proyectos científicos como la
investigación sanitaria, hay que aumentar los fondos públicos.
También los políticos lo dicen, pero parece que a la hora de
la verdad no están muy convencidos y que puede pasar mucho tiempo hasta que
ellos y la sociedad en general cambien de mentalidad. Si es así, llegaremos
otra vez tarde, como pasó con la Revolución Industrial. Además, para salir de
esta crisis volveremos a confiar en el ladrillo y los hoteles y no será
suficiente.
El golf es uno de los deportes asociados con el término
‘handicap’, que indica la desventaja que tienen unos jugadores con respecto a
otros, pero quien juega con ‘handicap’ en España es la investigación científica
y es el país entero el que está perdiendo la partida.
Jorge Barrios Muriel, Medicina
Te felicito por esta columna compañero. Tienes toda la razón del mundo. Desgraciadamente los que mandan en este país viven en un planeta a años luz de la realidad de una política eficaz y eficiente. No se dan cuenta que para que un país crezca debe haber buenos profesionales, y todo empieza por la educación, ¿Donde va un país en donde el 95% de los alumnos que se presentan selectividad aprueban? Así estan las universidades... llenas. ¿Para qué? Ah si para generar aún más paro.
Bueno qué decir de un país en donde solo se comenta que ha hecho una tal Belén Estevan o qué peinado lleva Cristiano Ronaldo.
Si no se invierte en ciencia nunca habrá progreso, y sin progreso un país se estanca y se endeuda por que hay que importar todo lo que se necesita. Asi es España... y así nos la están contando...
José Pichel Andrés, Periodismo
Gracias Andrés. No he querido entrar en el tema de la fuga de talentos, pero en estos momentos es una de las pocas salidas que les quedan a los jóvenes investigadores españoles que quieren hacer ciencia básica. En el aspecto personal no es malo irse fuera y formarse, más bien todo lo contrario, pero como país lo lamentable es que no vuelvan.
Andrés Rivera, Otra
José, concuerdo plenamente con tu preocupación.
La desinversión en un centro de investigación no sólo evitará los retornos futuros que la industria de la salud puede generar sino que además sigue marcando un referente respecto a la gestión de talento español y la continua fuga de profesionales hacia otros países.