¿Qué hacemos ahora?

En Occidente nos hemos acostumbrado a mirar de refilón los problemas ajenos. Priorizamos la autoindulgencia ante cualquier distracción que desvíe la atención de nosotros mismos.

 

. Priorizamos la autoindulgencia ante cualquier distracción que desvíe la atención de nosotros mismos.

Nos empeñamos en seguir viviendo en un mundo ideal donde los conflictos no van con nosotros, creyéndonos intocables, pero ¿qué hacemos ahora? Rusia inicia la invasión de un país soberano tras no días ni semanas, si no meses de preaviso e incluso años desde que se inició la ocupación rusa en el Este de Ucrania.

Si entonces no se hizo nada, ¿qué razón tenía Putin para, cuando se diera la oportunidad, atacar de nuevo impunemente?

La verdad es que Rusia, con Vladimir Putin al mando, lleva preparándose para este acontecimiento desde hace años. Preparando su economía ante posibles sanciones, bloqueos, etc. y es totalmente consciente del miedo que genera entre el resto de los países europeos a plantarle cara de manera decidida, por eso actúa con una autoridad y superioridad apabullantes.

La dimensión que ha tomado el ataque a Ucrania recuerda a la invasión de Polonia por parte de Hitler en septiembre de 1939, atacando objetivos militares y posicionándose rápidamente en todo el país, contrariamente a lo que nos han hecho creer en los últimos tiempos sobre las guerras del futuro. La realidad es que sigue muriendo gente, militares por supuesto, pero también civiles ajenos a la realidad castrense que se ven envueltos en el conflicto de manera totalmente involuntaria.

Es muy triste ver cómo esas personas pierden toda una vida de esfuerzo para prosperar en unos pocos segundos mientras pensamos que siguen estando demasiado lejos para preocuparse.

Mientras tanto, la mal llamada diplomacia intenta disimular sus carencias e intereses económicos en la guerra (porque esto es una acción de guerra en toda regla y no un conflicto) disfrazada de justicia universal y por eso no van a mover un dedo en todo esto. Hemos pasado de las promesas de “acciones decididas y contundentes” a la cautela y la inacción ante la avalancha burocrática que supone poner de acuerdo a distintos países (supuestamente alineados) en la decisión común.

Por ello, y para más inri, la única opción que tiene el pueblo ucraniano ahora mismo es aguantar el chaparrón inicial y contraatacar al modo de guerra de guerrillas contra la ocupación porque hay que decirlo con claridad: están con el culo al aire.

Lamentablemente, viendo el desarrollo de los acontecimientos, recuerdo la actitud chulesca y negacionista que vivimos durante las semanas previas a la llegada del coronavirus a Europa y pienso en la relación entre aquel suceso y el que nos sorprendió nuevamente a todos el día de ayer, 24 de febrero de 2022. Nuevamente no hemos querido creer que algo podía derribar nuestro sistema de bienestar.

Y lo peor es que nos encontramos en el filo de la navaja ante un posible efecto dominó en el que China inicie una ocupación de Taiwán e incluso que Marruecos se planteé la posibilidad de anexionarse por fin Ceuta y Melilla mientras seguimos en un periodo de inacción absoluta y, si eso finalmente ocurre nos volveremos a preguntar ¿Qué hacemos ahora?

Quizá sea ya demasiado tarde para encontrar una respuesta para entonces.

UNETE



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