A mis amigos que se hacen llamar intelectuales por haber escrito un texto cualquiera, y por esgrimir argumentos cuestionables en él basados en tal autor y en tal otro, y hacer un texto absolutamente coherente, a veces lleno de silogismos, y por eso se hacen pasar por hombres que pertenecen a cierta entelequia y a una élite a la cual solo algunos elegidos pueden ingresar, como los que son citados con frecuencia en tal texto o en tal otro, a esos hombres va dirigida esta carta.