. Nos
lo ofrece Amin Maalouf. un autor libanés de familia cristiana, que ha bebido de
las mismas fuentes culturales que todos los que hemos nacido o vivimos
alrededor del Mediterráneo. Ha ganado, entre otros, un Príncipe de Asturias de
las Letras, un Premio Europeo de Ensayo y un Goncourt – escribe en francés - lo
que sin duda garantiza su extraordinaria calidad literaria. Ha trabajado mucho
tiempo como periodista, ha escrito novela, ensayos y hasta libretos de ópera.
Uno de esos ensayos es el que hoy traigo aquí, porque creo
que nos puede ayudar a comprender cual es la visión de los musulmanes sobre la
religión católica, que fue la que impulsó a las Cruzadas. Y en este momento de
la historia que nos ha tocado vivir, en el que el Islam y sobre todo los
islamistas son tan importantes para nuestra vida, creo que merece la pena saber
qué es lo que les empuja a mantener ese odio mortal sobre todo lo occidental.
No vayan a pensar que crea que lo que se cuenta en “Las
cruzadas vistas por los árabes” justifique el odio actual de los terroristas,
que se acogen a las enseñanzas del Corán para intentar acabar con nuestro
modelo social, religioso y cultural. Nos enfrentamos a un problema
importantísimo, pero nuestra relación con las Cruzadas y los cruzados es
prácticamente inexistente, es la misma que la que los noruegos puedan tener con
los vikingos. El mundo occidental ha evolucionado muchísimo desde el siglo XI,
mientras que los musulmanes o, por mejor decir, los islamistas siguen
instalados en aquella época, de tal manera que hoy llaman a los norteamericanos
“los cruzados”.
Resulta tópica la afirmación que reza que “hay que conocer
la historia para no repetirla”, pero conocer lo que realmente ocurrió hace
siglos no es tan sencillo como parece, la experiencia nos demuestra que para
cada caso no existe una única historia; siempre existen versiones distintas,
interpretaciones contrapuestas a cualquier hecho histórico. Y puestos a hablar
de tópicos reflexionemos sobre el que afirma que “la historia la escriben los
vencedores”. Habría que matizar esa afirmación porque no siempre se puede
distinguir entre los vencedores “reales” de los vencedores “de la historia”. Si
hablamos de Historia, no vence una batalla aquél que derrota al ejército
enemigo, sino aquél que consigue que su versión sea la aceptada por la historia.
El relato histórico que nos muestra el libro de Amin Maalouf
es una crónica que para de acuerdo con nuestros conocimientos históricos
debiera relatar una serie de acciones heroicas, idealistas, de una
caballerosidad teñida de fe religiosa, acciones de una serie de caballeros que
entregaban su vida a la conquista de Tierra Santa para crear el reino de
Jerusalén. Sin embargo esa no es la visión que tiene el mundo musulmán de ese
fenómeno. Las Cruzadas resultan ser la primera de una larga serie de humillaciones
sufridas por una civilización, la musulmana, que comenzó su decadencia política
y social en aquel momento de la historia.
De esta manera, los musulmanes que finalmente lograron
expulsar a los cristianos invasores y por tanto devinieron en vencedores, se
convirtieron en los derrotados de la historia. No en vano, como ya he señalado,
lo verdaderamente importante es quién es capaz de sostener en la memoria
escrita su versión de la historia.
Leer el relato de las cruzadas desde las numerosas versiones
occidentales de aquel fragmento de nuestra historia se puede convertir en un
frío ejercicio de memoria histórica, en el que la lejanía en el tiempo nos
permiten perdonar la ignorancia, la brutalidad y el fanatismo de aquellos
europeos. Está claro que el sentido ético de los europeos de los siglos XI y
XII no es el mismo que el que ahora ejercemos.
Leer este mismo fragmento de nuestra historia desde el punto
de vista antagónico, nos muestra una visión que da que pensar. ¿Qué son las
Cruzadas vistas por los árabes? La respuesta es sencilla: la agresión brutal e
injustificada sufrida por una civilización abierta, tolerante y avanzada a
manos de un grupo de fanáticos religiosos.
La incredulidad y el asombro que sentimos los ciudadanos
occidentales hace pocos años, frente a la barbarie del terrorismo
fundamentalista islámico, fueron los mismos que mostraron los ciudadanos árabes
que sufrieron las cruzadas.
Creo que efectivamente tal y como se relata en el libro de
Amin Maalouf, los cruzados cometieron una serie de hechos que para nuestra
sensibilidad actual resultan repugnantes, de hecho hay que confesar que el
relato de la toma de la ciudad de Maarat u otros, ponen los pelos de punta,
pero no se puede comparar el sentido ético y humanitario del hombre del siglo XI
al del XXI.
Esta gesta de casi dos siglos es, a la luz de los textos
tradicionales, un movimiento de fe destinado a arrebatar el patrimonio de los
Santos Lugares a los feroces musulmanes. En nuestra versión los turcos y los
restantes musulmanes tienen asignados de antemano el papel de villanos y los
caballeros cruzados son unos héroes sin tacha. Esta representación, sin
embargo, es tan falsa que ni siquiera admite el desarrollo clásico donde los
buenos siempre ganan a los malos.
El retrato de Maalouf desgrana muy bien el cúmulo de
estados, de microestados y caciquismo que encontraron los primeros francos
traídos por los rum (bizantinos). Pequeños estados gobernados por musulmanes
turcos, armenios o kurdos formaban un territorio balcanizado en el que gracias
a esa división los occidentales, a pesar de ser inferiores en número, pudieron
sobrevivir. Esta división musulmana unida a la fama de crueldad que se ganaron
a pulso los cruzados aterrorizó a la población y permitió que en solo tres
años, el 15 de julio de 1.099, entraran en Jerusalén, donde llevaron a cabo una
verdadera carnicería.
A partir de esa fecha los francos se instalan y establecen
verdaderos reinos. En ellos nacieron nuevas generaciones que serán originarias
de Tierra Santa, que sentirán aquella tierra como suya, pero que seguirán
necesitando la ayuda de los reyes europeos, que encontraron en las cruzadas un
motivo que les permitiría adquirir gloria terrenal, mientras hacían méritos
para su alma inmortal.
La lectura del libro es francamente interesante, Amin se
basa en las fuentes de los historiadores y cronistas árabes de la época (y
alguna occidental o judía); el resultado es una visión absolutamente diferente
a la que he leído en los libros de historia que hemos estudiado todos, hay que
reconocer que nuestra visión y la de los árabes son absolutamente
contrapuestas. Los que para nosotros eran caballeros sin tacha, para los árabes
eran sanguinarios asesinos.
Creo que resulta muy clarificador lo que Maalouf nos cuenta
sobre ese fenómeno histórico. Es por lo que recomiendo la lectura del libro, la
verdad tiene al menos dos caras, el libanés nos da la oportunidad de conocer
una versión muy distinta de la que siempre hemos conocido y eso me parece
importante.
Hasta aquí hemos llegado, espero que si Dios quiere nos
volvamos a encontrar por aquí el próximo martes. Cuídense mucho.
Un abrazo
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